Publicidad

Un guardián, un país para Chile


En el último número de la revista Fibra aparece una entrevista que Guillermo Hidalgo le hizo a la Pía Guzmán. El periodista le lanza duras preguntas a la diputada y ella las sortea hablando a favor de sí misma. Quienes creemos en sus buenas intenciones pensamos que es innecesario incurrir en tales gestos, pero puede que no le quede otra: su carrera política podría no recomponerse. Sería lamentable perder a una mujer que es capaz de pedir disculpas públicas sobre un tema tan sensible para la derecha como son los daños humanitarios que dispensó el gobierno del general Pinochet (esto último, en mi opinión, es la gran encrucijada ética de la derecha: en su mayoría es católica y por lo tanto debe amar a sus enemigos; por otro lado, se ve impelida a justificar -al menos parcialmente- los atropellos y los crímenes que los militares le administraron a sus contendores políticos).



La Pía Guzmán ha tomado la decisión de no retractarse de sus dichos; es una apuesta arriesgada de la que sólo podría salvarla la sentencia que dicte el juez Muñoz, en la que efectivamente apareciesen implicados políticos de la UDI y de la DC. De no ser así, para ella las cosas se podrían tornar verdaderamente complicadas y todos podríamos decir que fuimos testigos de una grave injusticia cometida contra los senadores Jovino Novoa y Carlos Bombal. De esto último ella sería responsable indirecta, pues si bien no dio nombres, sí generó el contexto para que fuesen dichos. Si Novoa y Bombal son declarados culpables, estaremos ante un cuadro propio de una tragedia de Esquilo: correrá sangre.



En la revista mencionada ella dice, de pasada, que la entrevista que publicó El Mercurio a Claudio Spiniak le parecía extraña. «Me faltaron muchas contrapreguntas». La extrañeza de la diputada es perfectamente comprensible. A muchos debe haberles llamado la atención que ese diario hiciera de relacionador público de la defensa de Spiniak. Ahora bien, quien haya seguido los titulares tanto de El Mercurio como de La Segunda desde que la tormenta se desencadenó, no debería extrañarse en lo más mínimo de lo que ocurrió en la entrevista a Spiniak: cualquier noticia ligeramente «favorable» ha conseguido una generosa portada, ya sea la tesis acerca del montaje que perjudicaría a la UDI desde las sombras, ya sea la falta de peso específico de los testimonios que inculpan a los ya mencionados senadores. De La Tercera puede decirse lo mismo.



¿Por qué estos diarios actúan así? Habría motivos suficientes para hacerlo, podemos conjeturar: al final del arco iris se avistan las presidenciales del 2006, y todo este enlodamiento de la derecha podría costar caro. Cuando Pinochet fue detenido en Londres, pasó algo parecido: los dos medios de prensa más importantes se cuadraron con el general. Un escenario así no tendría por qué no volverse a repetir.



El caso Spiniak ha mostrado el estado de la prensa actual con luz de quirófano. Es cosa de ver un kiosko: Las Últimas Noticias y La Cuarta políticamente no existen -mucha, mucha tele: opio del pueblo a cucharadas- y El Mercurio, La Segunda y La Tercera informan con excesiva parcialidad. ¿Plan B? Sale cada quince días y prácticamente no identifica a sus fuentes; tómese como ejemplo el reportaje «Novoa bajo sospecha». Quienes trabajan en Plan B tienen un gran concepto sobre lo que hacen -los paladines de la verdad o algo así-, pero un artículo periodístico sin fuentes identificadas está muy cerca de ser una columna de opinión. ¿The Clinic? También es quincenal, y sus reportajes de choque todavía no consiguen diferenciarse claramente del chacoteo total. ¿Los raquíticos diarios del metro? En Francia a esas páginas corcheteadas no se les llama diario.



Los medios de comunicación no son sólo plataformas donde se manifiestan contenidos políticos; son, antes que nada, instrumentos políticos. Los ciudadanos pensantes que no son de derecha, ¿en qué están pensando? ¿En resistir la catarata lavinista con dientes y uñas? ¿Acaso no sería más útil hacer una cruzada empresarial y fundar un diario a la medida de nuestra democracia? La cancha está rayada: hay libertad de expresión y nuestro sistema propicia la libre empresa. Se dirá: se necesitan diez millones de dólares para empezar y luego contar con auspiciadores que tengan la mente abierta, esto es, auténticamente capitalistas, dispuestos a publicitar en un medio que no sea de su estricta conveniencia política pero que les daría buenos dividendos económicos. Hay que pensar en grande, como le gustaba decir a Nixon. Chile necesita un medio como El País de España -pero ojalá no tan panfletero- o como el diario The Guardian de Inglaterra. Eso sería desarrollo, eso sería civilización.





(*) El autor es poeta, filósofo y profesor de Ética periodística.








  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias