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Iglesia y campaña contra el SIDA


Ha quedado claro el doble estándar de Canal Trece y Megavisión. Están dispuestos a cargar de sexo sus parrillas programáticas y a la vez se niegan a exhibir los spots de la campaña del gobierno contra el SIDA. Arguyen, patéticamente, que detrás de la campaña hay una intención marcada de promover una forma de sexualidad promiscua, alejada de las enseñanzas de la Iglesia Católica.



A pesar de la gritadera de los sectores más liberales, creo que ya a nadie le sorprende la actitud de estos canales, lo han hecho antes y lo van a seguir haciendo.



La pregunta entonces es por qué lo hacen, por qué desafían a la audiencia -las encuestas dicen que la mayoría de los chilenos creemos que hay que fomentar el uso del condón para evitar más muertes a manos del SIDA-, a las instituciones especializadas en el tema (Ministerio de Salud) y a la fuerza de una ola gigantesca que viene desde el exterior. Sólo ayer veía en MTV el concierto organizado en Sudáfrica, en honor a Nelson Mandela, con el fin de promover el uso del condón. Es como si la Iglesia Católica cerrara los ojos frente a la muerte de millones y dijera: Es un problema de principios morales. ¿Pretenden ellos que también en África se inculque el amor monógamo para toda la vida? Hay más de treinta millones de infectados, por el amor de Dios.



Me cuesta creer que la Iglesia pueda llevar su empecinamiento a tales grados de crueldad. Hay algo irracional en todo esto. La Iglesia sabe que su influencia en África es escasa y que las costumbres africanas originales dominan ampliamente el espectro cultural, al menos en los países de África central. ¿Entonces la solución sería que invirtiéramos el dinero en una campaña de educación religiosa que incluyera el amor al estilo católico?



El condón, a estas alturas, es el único «remedio» que ha demostrado cierta eficacia para aminorar el crecimiento de las tasas de contagio. No es un vehículo para permitirle a la gente una vida más promiscua, como algunos conservadores declaran, todo lo contrario, dado que la población tiene una conducta evidentemente promiscua -y uso esta palabra en aras del ejercicio lógico y sin la menor connotación moral- entonces es necesario incentivar el uso del condón. Estamos hablando de vidas humanas! Y esa gente que hoy tiene relaciones con varias parejas y que tienen relaciones homosexuales y que se emborrachan y se drogan y no tienen mayor conciencia de con quien se acuestan, no va a dejar de hacerlo por que la Iglesia Católica lo diga, o mejor dicho, lo exija. Lo ha dicho por dos mil años y, a pesar de ser Chile un país profundamente católico, igualmente esa gente hace lo que se le para en gana y no está dispuesta a llevar una conducta monógama basada en el amor conyugal. Y punto.



No queda más que pensar en los resabios autoritarios de la Iglesia; una historia de persecuciones, de amenazas, de muertes, para imponer su parecer a cualquier costo. La Iglesia Católica puede hablarle a sus fieles en cuanto a su manera de ver las cosas, pero ante una crisis de salud debe al menos respetar lo que dice la autoridad sanitaria, el único representante del pueblo chileno. Que yo sepa la Iglesia no tiene ninguna autoridad o jurisdicción en este país, desde hace muchos, muchos años. Nosotros elegimos este gobierno y confiamos en él, en especial en aquellos temas donde se reúne capacidad profesional y conocimiento científico.



En cuanto a los canales, son títeres, es cosa de ver quienes son sus dueños. Claro, con su radiocasette bajo el brazo, no podía dar una nota más sofisticada. Y el Trece, pobre Canal Trece, sometido a la peor de las contradicciones, no poder clamar, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Debiéramos pagarles con la misma moneda: ellos hacen televisión para personas que aspiran al sexo monógamo dentro del matrimonio, pues bien, todos aquellos que pensamos que nuestras costumbres sexuales son de la incumbencia de nadie más que de nosotros mismos, nos abstendremos de hoy en adelante de ver esos canales. La razón: Su inocultable raíz autoritaria.



Y para la Iglesia Católica sólo resta cantar un réquiem; se les está escapando el agua y millones de fieles por entre los dedos, porque no hay mayor pecado que la falta de caridad y eso, para cualquiera que haya visto morir a un ser querido de SIDA, es difícil de perdonar. Al menos en esta vida.





Escritor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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