Publicidad

El giro estratégico de Chile


Chile se encuentra inmerso en un escenario de cambios estratégicos para su futuro. Concluida la fase de apertura exterior con un éxito sin precedentes, la orden del día es que el país se habilite efectivamente como una plataforma de servicios y se certifique como un país verde ante la comunidad internacional. Estos son los dos elementos esenciales que le permitirán agregar valor a su actual desarrollo económico y social.



Para llevar adelante esto hay múltiples tareas. Reenfocar el sentido y contenido de la educación y la capacitación; revalorar el territorio y la manera como se utilizan los recursos naturales; modernizar el estado, especialmente su política exterior, son algunos de ellos. El proceso debe estar guiado por el concepto de Seguridad Humana, único sistema de referencias que permite contrastar lo que un país hace en su política con la calidad de vida de su población.

De las tareas señaladas tres me parecen muy relevantes: la modernización de la administración regional del país; la agregación de valor a sus procesos productivos, y la forma en que Chile debe desplegar su interés nacional en el mundo globalizado.



El desarrollo de las regiones



Chile es hoy más corto y más ancho, hablando de manera figurada. Ha superado la limitación histórica de la «larga y angosta geografía» con vocación insular, gracias a la enorme obra de infraestructura física desarrollada principalmente en los últimos 7 años. Ha adquirido una velocidad y regularidad de funcionamiento basado en óptimas comunicaciones internas y hacia el exterior. Su territorio continental presenta un perfil vial, terminales portuarios, una red de grandes y pequeños aeropuertos y una extensión de las telecomunicaciones que permiten hablar de conectividad total.



Ese salto fue posible por la asociación entre esfuerzos públicos y privados, articulados en un exitoso sistema de concesiones en la provisión de infraestructura de servicios. La paradoja ha sido que su mentor y realizador, el ex Ministro Carlos Cruz, terminó, a título personal, pagando con su honor las deficiencias del Estado para obra de tamaña envergadura. La consecuencia más inmediata es que el sistema se ha paralizado, pese a sus enormes perspectivas.



Chile no ha experimentado en su historia un cambio de esta magnitud, solo comparable a lo realizado por personajes como Vicuña Mackenna o Carlos Ibañez del Campo en su época. Para aprovecharlo eficientemente requiere administrar su territorio de una manera diferente. Creando cinco macro regiones que aprovechen los impactos positivos del cambio, a la velocidad de un mundo globalizado. Una Macro región Norte entre la I y III regiones. Una macro región Centro Norte desde la IV a la VI regiones; una Centro Sur dede la VII hasta Palena y una macro Región Austral, desde Palena a la Antártica. A manera de grandes coordinaciones sociales y productivas, que permitan una acción agregada de las potencias regionales. Una macro región marítimo insular, que debe crearse, permitiría que el territorio nacional se transformara en la gran bisagra continental, entre un hinterland formado por la economía propia y las vecinas; y una proyección oceánica natural hacia el Asia, de un país con cinco mil kilómetros de litoral, corredores bioceánicos, y una notable diversificación de mercados.



Medioambiente y Plataforma de Servicios



La agregación de valor para la economía nacional solo puede venir, en términos realistas, de un uso limpio del territorio y sus recursos y de la economía de servicios. La mala distribución del ingreso (0.34 Gini) le resta toda relevancia a nuestro mercado interno para sostener una agregación de valor basada en transformaciones productivas. Al contrario, las certificaciones ambientales, por ejemplo, le pueden permitir al país doblar sus ingresos. Ello, por el mayor valor de exportaciones verdes y la mayor oportunidad de consolidarse en los mercados donde llegan.



Creación de Bonos de carbono y de nitrógeno, protección del agua dulce y de las regiones prístinas, son acciones posibles que pueden transformar al medioambiente en una nueva industria del país. Solo a partir del conocimiento y de la voluntad política de innovación y equidad en materia ambiental. Imaginar que cada árbol es una alcancía de carbono, cuyo valor de mercado depende que no se corte y queme, es un negocio que solo una nueva visión de la economía puede sostener. Y es una actividad de servicios naturales, actividad de punta para una plataforma de servicios.



Pero Chile no puede solo. Lo que hemos hecho necesitamos enseñarlo a nuestros vecinos para tener efectivamente un hinterland. Comunicar gente con gente, zonas con zonas, producciones con producciones es la tarea de un país plataforma de servicios. Para ello necesitamos gente educada, con un sentido culturalmente progresista de la globalización. E implica cambiar positivamente el significado y el valor del trabajo al interior de nuestra economía.



El Banco Central no publica estadísticas, pero es seguro que el valor agregado del trabajo en el conjunto de la economía es varias veces inferior a lo que era hace tres o cuatro décadas. Ahí está lo más importante de la mala distribución del ingreso que avergüenza a Chile.



Además de salarios dignos, la revaloración del trabajo viene por los cambios en la educación. Esto lo dice todo el mundo. Pero algunos postulan que es solo un cambio de calidad en las aulas y la capacitación. Yo sostengo que es un cambio de calidad y cantidad. Que debemos masificar mucho más, sobre todo la educación superior, para suplir la brecha tecnológica que se está generando. Incluso hay que subsidiar. Hay que pagar al que quiera estudiar y no exigir un pago para estudiar. La vieja ley de la dialéctica acerca de los cambios de cantidad en calidad sirve todavía para muchas situaciones.



Finalmente, la política exterior del país, particularmente la vecinal, debe acoplarse al interés estratégico de ser plataforma de servicios y consolidar ese magnifico despliegue internacional. Para usar la conectividad que hoy tenemos debemos ser un país abierto, que enseñe a sus vecinos como hacer el camino, y llevarles con nuestros servicios y nuestras flotas. Ellos no pueden vernos como una amenaza o un ejemplo egoísta. Eso nos obliga a un cambio cultural en la manera de desplegarnos en la región. El modelo a seguir es el holandés de vínculo cultural continental hacia ultramar, y no el inglés de potencia insular y de enclave económico o político, protegido por la distancia de los encordios del entorno.



El desafío entusiasma y asusta. Como pocas veces está presente el juicio admonitorio de Aníbal Pinto que da título a un libro Chile, un caso de desarrollo frustrado. Para esta tarea no sirven «héroes fatigados» como los descritos magistralmente en el documental de Marco Henríquez-Ominami. Se precisa de aquellos con la capacidad y la audacia de ver y soñar el futuro.



(*) Abogado, periodista y cientista político.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias