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La democracia tarifada


A veces dan ganas de aplaudir la creatividad de algunos -muy pocos- políticos, capaces de expresar con elegancia algunas situaciones que son hasta dramáticas. Es el caso del título de nuestra columna, pues fue Carlos Álvarez, ex vicepresidente de Argentina, mas conocido popularmente como «Chacho», que se refirió en esos términos a uno de los dos temas más candentes que ocupaa a los tribunales de ese país: el soborno que habría cometido el gobierno de Fernando De la Rúa para conseguir el voto de algunos senadores con el objeto aprobar una reforma a las ley del trabajo. Ese escándalo significó la renuncia de Álvarez a la vicepresidencia.



Es cierto que la corrupción no es algo nuevo en la política argentina, pero sí lo es en gobiernos radicales de ese país hermano. Es famosa la sobriedad, y hasta la pobreza en que ex presidentes como Arturo Illia vivió hasta el fin de sus días y Raúl Alfonsín vive aún. Lo que no se deja en claro es que ha sido precisamente algo parecido a los clamores de «flexbilidad laboral» del FMI y de nuestra clase patronal, lo que gatilló esta situación asquerosa e inmoral.



En la dictadura mediocrática que vivimos, la atención está puesta en los dineros malhabidos de algunos señores senadores argentinos, pero no en el objeto y resultado de esta compra de conciencias y votos en uno de los Poderes del Estado: ni mas ni menos que una Ley de esa República que regula algunos aspectos de la relación entre capital y trabajo.



No deja entonces de ser algo mas que un acierto nominal lingüístico esto de «democracia tarifada», toda vez que a los adoradores del nuevo dios mercado, no les parecerá nada de raro que sea esta actitud -mas bien método- «de mercado», la que asigne los recursos, o sea los votos de los legisladores. Que haya habido un debate de fondo, en que se jugaron variables políticas, ideológicas y hasta filosóficas nada importa, pues el dios mercado provee, en su infinita bondad y omnipresencia, para que triunfe el Bien y se retire el Mal. Como se ve, aquella frase de los marxistas de que «Marx puso sobre los pies lo que en Hegel estaba cabeza abajo» es algo mas que una nimiedad, un accidentillo de mala muerte, si se piensa seriamente en la lógica que subyace tras este discurso.



Pero esta situación debe llevarnos a una reflexión que va mas allá de la anécdota política, pues no parece posible que en la Era de la globalización ocurran hechos aislados. Si el modelo es igual o similar en toda nuestra América Latina, ¿por qué no debemos pensar que algunas reformas cruciales para mover la balanza en favor del capital han tenido una similar metodología criminal? ¿Y si en lugar de senadores hubiera diputados que reciben «ayudas» de inversionistas extranjeros para obtener mejores condiciones, por ejemplo: tributarias? ¿Y si en lugar de parlamentarios hay » lobbystas», como se llama generosamente a los traficantes de influencias?



En nuestro caso, el de Chile, han transcurrido menos de 15 años desde el fin de la dictadura y hay mas de algún sorprendente caso de enriquecimiento de personas bien conocidas en los ambientes políticos e intelectuales, cuyo patrimonio era exiguo hasta hace pocos años. Hay un fuerte intento de los medios manejados por la derecha para repetir, cada ciertos meses, que somos de los mejores en los rankings internacionales de corrupción, o sea menos corruptos que vecinos y parientes del área. Si la honestidad fuera tanta, para que proclamarla a tan alta voz? Decía un viejo político italiano: «la virtud no hace ruido y el ruido no es virtuoso».



Las investigaciones del año pasado -con ministro, subsecretario y parlamentarios presos- hasta pueden haber sido un intercambio de presiones en este ambiente de democracia tarifada que implica el modelo neo liberal, o mas bien neo- conservador. Y los que gozan de privilegios, como las inversiones mineras, ¿no gastan nada en defenderlos?



Estamos ante una gran interrogante y, sobre todo, ante la necesidad de cambiar para evitar que a posteriori nos informen que aquí también «se cocían habas». Como por doquiera avanza el modelito.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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