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Alternancia… Pero con Lavín


El presidente Lagos ha reconocido que para él la alternancia en el poder no es un argumento. Sus declaraciones son graves, precisamente por provenir de un líder que ha hecho de la defensa a la democracia y el respeto a la diversidad política, su principal bandera de presentación en Chile y en el mundo.



No bastándole con desconocer un principio esencial de la democracia, el presidente también ha dado el vamos oficial a una campaña del terror -tan equivocada y dañina para el país, como la desplegada durante la campaña presidencial pasada-, amenazando a los chilenos con que un gobierno distinto al de la Concertación, terminará con las políticas sociales, el «crecimiento» y la «reducción de la pobreza». Para finalizar, en una demostración de extrema autocomplacencia, ha reducido las alternativas de elección de la ciudadanía, al eventual cambio de sexo del gobernante.



Pese al patético discurso de la Concertación, que no pretende otra cosa que engañar y confundir a los chilenos con el único propósito de mantenerse en el poder a toda costa, queremos decirle al Presidente Lagos, a sus ministros, parlamentarios y a los dirigentes de políticos de su gobierno que, en virtud de la voluntad popular, Joaquín Lavín y la Alianza por Chile van a ganar las elecciones del año 2005.



Vamos a ganar porque, efectivamente, la alternancia no es sólo un principio político teórico, sino la respuesta del deseo natural y legítimo de los electores por renovar sus autoridades para prevenir el desgaste y el estancamiento, cuyos signos no creo necesario detallar. De ser electa, por cuarta vez consecutiva, la Concertación completaría 22 años en el poder, lo que naturalmente es demasiado tiempo.



Vamos a ganar porque en 16 años, aun contando con más recursos que ningún gobierno en nuestra historia, y con los consensos de la oposición para aprobar todas las iniciativas beneficiosas para el país, la Concertación no ha sido capaz de resolver ninguna de las preocupaciones más urgentes para la ciudadanía.
Han transcurrido cuatro años desde su elección y el presidente Lagos aún no cumple ni siquiera con sus más emblemáticas promesas. La Reforma de Salud se ha convertido en un problema, generado no por la oposición, sino por sus propios aliados; y sus plazos y eventuales beneficios cambian prácticamente a diario. En cuanto a la educación, la gran aspiración para concretar el «crecimiento con igualdad», se ha mantenido la relación inversamente proporcional entre recursos asignados y calidad de la enseñanza; por tanto, de acuerdo a todas las mediciones que se han realizado, la mayoría de los niños chilenos están condenados a recibir una de las peores educaciones de Latinoamérica.



Vamos a ganar porque la tarea más importante del país, la reducción de la pobreza, está estancada desde 1998. Peor aún: en los últimos dos años la extrema pobreza ha aumentado hasta alcanzar a un millón 200 mil personas -equivalentes al 8% de la población-. Por esa razón, desde el año 2000, el gobierno se niega a aplicar la Encuesta Casen: teme que se descubra su incapacidad para enfrentar un problema tan urgente como ese, y que el mito de la izquierda sensible con los más pobres se esfume definitivamente.



Vamos a ganar las elecciones del 2005 porque la delincuencia ha llegado a índices históricos, y desde 1997 aumenta a un ritmo de 13% al año. En consecuencia, la mayoría de las familias viven encerradas en sus hogares, sin permitir que sus hijos circulen libremente por barrios y poblaciones por miedo a que sean asaltados, abusados o conducidos impunemente al consumo de drogas. Mientras tanto el gobierno, acomplejado con aquello de la «represión» a los delincuentes, se escuda en lo que ha llamado la «sensación de inseguridad», como si los asaltos a mano armada o los robos en la vía pública, fueran producto de la imaginación colectiva.



Vamos a ganar porque hoy 700 mil chilenos y sus familias viven el drama de la cesantía, y observan, con impotencia y rabia, cómo la Concertación se vanagloria porque el desempleo experimenta disminuciones insignificantes -entre el 9,2% y el 8,7%-, en circunstancias que en los últimos cuatro años Chile ha perdido más de 100 mil puestos de trabajo. Por su parte la principal fuente de empleo del país, los medianos y pequeños empresarios, están cansados de suplicarle al gobierno que se les permita crear nuevos negocios sin tener que pasar por la tortura de un sistema burocrático arcaico y un régimen tributario abusivo fundado en la desconfianza al emprendimiento individual.



Por esas, y un sinfín de razones más, ninguna campaña del terror, ni la interpretación caprichosa del principio de la alternancia democrática que ha enunciado la Concertación, van a detener el triunfo de la Alianza por Chile en las presidenciales de 2005, ni las legítimas aspiraciones de millones de chilenos que ven en Joaquín Lavín una alternativa que representa sus verdaderas inquietudes y no las de un grupito minoritario de dirigentes políticos, preocupados principalmente de mantener sus jugosas cuotas de poder.





(*) Diputado.
pmeleroa@hotmail.com

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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