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La sobrevaloración del sector minero


Desde siempre hemos escuchado que el sector minero es la base de la actividad económica nacional. Sin embargo, luego de un pequeño análisis queda en evidencia que esta afirmación es apresurada y antojadiza. Esto, porque el sector es importante en algunos aspectos pero en otros su aporte es francamente insignificante. Peor aún, si se consideran los importantes efectos ambientales que esta actividad genera llegamos a concluir que el valor que se le ha dado a la actividad está sobrevalorado.



La tremenda trascendencia que se le adjudica a la minería, desde el punto de vista económico, se basa en el porcentaje de participación en PIB, que llega al 8%; en la participación dentro de las exportaciones nacionales, donde los envíos mineros han representado un 47% en promedio durante la década y en la inversión extranjera, de la cual, en promedio desde 1990, ha representado el 41% anual.



No obstante, esto es como el equipo de fútbol que convierte más goles aunque termina segundo en el campeonato. ¿De qué sirve marcar tantos goles si no se cumplen los objetivos? Esto se puede decir de la actividad minera: la gran eficiencia en términos de producción y costos contrasta con un profundo déficit de aporte a la sociedad.



El Gobierno no ha querido entenderlo, incluso respecto de resquicios legales y eventuales delitos que se hacen aún con la feble ley actual. El ministro de Minería, Alfonso Dulanto, afirmó que las empresas mineras cumplen el 100% de sus obligaciones tributarias y se cerró a la idea de un royalty. Empero, existe evidencia de que las empresas mineras no sólo eluden impuestos, sino evaden y en consecuencia sería más conveniente esperar los resultados de la comisión en el Senado dedicada precisamente al tema.



Y esto es sólo el principio. En términos de ocupación, la minería en conjunto ha representado un 1,7% del total de empleo nacional en promedio para la década. Este porcentaje ha caído notoriamente durante los últimos años hasta alcanzar sólo el 1,3 en 2002. Esto significa que la minería es el segundo sector que menor empleo genera. Asimismo, en términos absolutos, el empleo en la minería ha caído más de un 30% durante la década.



Adicionalmente, en el caso de la minería, los encadenamientos productivos, que muestran la capacidad de una actividad de generar relaciones con otros sectores, son muy bajos en comparación con el PIB. Esto significa que la actividad se comporta productivamente como una isla y no traspasa sus beneficios.



Por otro lado el aporte que las empresas mineras hacen al Estado a través de los impuestos es irrisorio en comparación con su participación en el PIB y en las exportaciones. Por ejemplo: el sector minero aporta un 0,8% de impuesto a la renta, en relación con el PIB del sector.



Asimismo, el aporte que realiza la minería en relación con el total de impuesto a la renta recaudado por el Fisco alcanza sólo al 2,5%, lo que la convierte en el segundo sector que menos impuesto a la renta paga.



Respecto a la pobreza, la situación en las comunas donde se emplazan proyectos mineros es representativa de una realidad lamentable y silenciada. A pesar de lo que se cree, en los lugares donde se desarrollan proyectos cupríferos de gran envergadura, los niveles de pobreza están por sobre el promedio nacional.



Cabe reflexionar sobre el real beneficio de la minería -tal como está concebida en la actualidad- sobre la sociedad en su conjunto. De esto depende el modo en que nuestro país defenderá sus recursos en el futuro. Sin royalty, Chile continuará con el absurdo regalo de su principal riqueza a cambio de hoyos en la tierra y pobreza en las arcas fiscales.





(*) Director Ejecutivo Fundación Terram.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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