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Voces de la Araucanía


La IX Región, particularmente algunas de las comunas de sus provincias de Cautín y Malleco, por la conformación de sus habitantes y por la existencia de comunidades mapuches en ellas, es el centro y el corazón de la realidad -y de las injusticias recibidas por generaciones tanto como de los sueños, anhelos, frustraciones, luchas y aspiraciones de reconocimiento, de justicia y de equidad del pueblo mapuche. Chilenos históricamente atropellados en su dignidad humana, avasallados y territorialmente expropiados por la fuerza del conquistador, primero -más allá de los acuerdos de la llamada pacificación de la Araucanía al término de la Guerra de Arauco-, y por las leyes del Estado chileno, después.



Son seres humanos -nuestros hermanos desde la óptica humanista-cristiana- sumidos en la pobreza y la marginalidad, que aun así conforman la realidad que, finalmente, identifica y da perfil a nuestra región. La Araucanía tiene los mayores índices de pobreza de Chile, a pesar de que, en términos de riqueza y potencialidades, esta parte del territorio posee todas las condiciones para despegar. Dispone de un capital humano de primerísimo nivel -trabajadores y empresarios-; de materias primas relevantes: bosques, lagos, ríos, océano, tierras aptas para la producción agrícola-ganadera, etc.; de una pujante y creciente actividad comercial, de transporte, de capacitación profesional -es un centro de Educación Superior de reconocimiento internacional- y sus condiciones climáticas incentivan el turismo y estimulan la inversión, la producción y la generación de mayor riqueza regional y nacional; ésta, adecuadamente distribuida, puede cambiar el rostro a la zona y generar mejores condiciones de vida para todos y a cada uno de sus habitantes, y especialmente mejorar las condiciones de vida de sus pobladores originarios: la nación mapuche.



Desde el regreso de la democracia se inició un camino para hacer justicia social y reparar el daño histórico ocasionado, a través de la creación de organismos y programas que asumieron ciertas tareas, tales como: la CONADI, durante el gobierno de. Patricio Aylwin, avocada a la adquisición de tierras para entregárselas a las comunidades indígenas, el Programa Orígenes, en el actual gobierno de Ricardo Lagos, una de cuyas tarea es apoyar financiera y técnicamente proyectos productivos de las comunidades, programas de becas de estudios y hogares para estudiantes mapuches, entre otros, que permiten opciones de superación a las generaciones jóvenes, y últimamente, el Informe de Verdad y Nuevo Trato para los Pueblos Indígenas, etc.



Sin embargo una de las tareas pendientes es el reconocimiento constitucional de las etnias chilenas, que de concretarse sin duda alguna reflejará la diversidad poblacional y cultural que conforman el Estado y la sociedad chilena, además de asumir y cumplir también la Convención Interamericana para la Prevención y Sanción de la Tortura y la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación Racial, en resguardo de los DD.HH. de nuestros pueblos originarios.-



A su vez, en estos últimos años, han surgido ciertas organizaciones que pretenden agrupar a las comunidades, como ser: la Coordinadora Arauco-Malleco, el Consejo de Todas las Tierras, etc., y la aparición pública de lonkos o werkenes, tales como: Aucán Huilcamán, Pascual Pichún, Domingo Marileo, entre otros muchos, que lideran la lucha del pueblo mapuche, vía marchas, mitines de protesta y tomas de predios que reclaman como suyos.



La agitación mapuche -un derecho ciudadano- crea enfrentamientos verbales y físicos entre los que se movilizan y la fuerza pública, diferencias de opinión con las autoridades de gobierno y fuertes encontrones con los huincas propietarios actuales de dichos predios. Detenidos, heridos y procesados, son el saldo de estas movilizaciones. Incluso una joven perdió la vida en uno de estos enfrentamientos: Alex Lemún, la primera mártir de este proceso.



Es cierto que las oganizaciones y los wrkenes y lonkos que se movilizan no representan a todas las comunidades mpuches de Chile: existen más de 2000 comunidades, la mayoría de las cuáles optan por la vía del diálogo, del acuerdo, de los proyectos, por sobre las movilizaciones, las tomas y los enfrentamientos. Pero también es cierto que las comunidades -y con ellas toda la nación mapuche- se han puesto de pie, se movilizan o se dirigen a las autoridades de gobierno, al empresariado, a los partidos políticos, a las iglesias, a los foros nacionales e internacionales para lograr justicia social y la reparación territorial que reclaman: un espacio para desarrollar su cultura, tradiciones y costumbres ancestrales. Y para lograr el reconocimiento constitucional, como pueblo, por el Estado y el reconocimiento y respeto, por la sociedad chilena, de la cuál sin duda alguna forma parte.



Contrastando con la pasividad de antaño los descendientes de los guerreros de Arauco se han puesto de pie, se organizan, se movilizan y hacen oír su voz reclamando la deuda histórica que con ellos se mantiene, exigiendo el reconocimiento constitucional como nación, parte integrante de la población chilena en su diversidad; luchan por justicia y equidad, y por una vida digna que los aleje de la pobreza y de la marginalidad a la que han sido sometidos.



Tal vez, el ejercicio de poner oído atento a las demandas de los hermanos mapuches -y de las otras etnias originarias- nos de tranquilidad de espíritu y de conciencia para asomarnos junto a nuestros seres queridos al nuevo año que se avecina.





(*) Profesor y analista de la Araucanía
(antoniostuardo@hotmail.com)

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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