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2003: optimismo versus deuda social


Los balances se hacen para evaluar a las instituciones y determinar cuáles de las acciones emprendidas en un período de tiempo han tenido frutos y cuáles es necesario replantear. Se entiende que el recuento debe hacerse manteniendo una mínima dosis de autocrítica, y desde la perspectiva del país y no de las popularidades individuales de quienes lo conducen.



A partir de esos criterios y después de revisar los indicadores en las áreas más sensibles para la ciudadanía, en la UDI comprobamos la semana pasada que el gobierno, efectivamente, mantiene una deuda social con los chilenos. Pero al vocero de La Moneda le pareció que nuestro balance era el de «otro país», porque aparentemente en la realidad que viven ellos no están consignados el aumento progresivo de la delincuencia, ni se han enterado que somos el país con la segunda peor educación de Latinoamérica, ni que los pobres deben esperar hasta un año y medio para ser sometidos a una operación.



Como a nosotros nos corresponde referirnos al Chile real y no a aquel que se ha dibujado en los discursos políticos de la Concertación, nos vemos en la obligación de reconocer que finaliza el cuarto año de gobierno del Presidente Ricardo Lagos y, no obstante los aires de optimismo que se respiran en el plano económico, los problemas que más preocupan a los chilenos continúan sin resolverse y algunos incluso han empeorado.



En materia de delincuencia, los grandes avances los experimentaron los propios delincuentes. En Chile se comenten 2.155 delitos diarios; desde 1997 la delincuencia ha aumentado en un promedio de 13% al año y las denuncias de delitos contra las personas (robo con violencia, lesiones, homicidio, y violación) en 117%.



En los últimos 10 años se han puesto en marcha 9 planes de seguridad ciudadana y no conocemos todavía la evaluación de ninguno de ellos, ni tampoco sabemos cuáles han sido los resultados concretos del Plan Cuadrante, ni de los 2 mil millones de pesos invertidos en el programa Comuna Segura.



Respecto de la salud, 18.000 chilenos esperan para someterse a una cirugía de cualquier tipo y el tiempo promedio alcanza a las 50 semanas, llegando hasta 90 semanas en algunos casos. La Reforma de Salud, la promesa estrella del gobierno, está entrampada en el Congreso Nacional, por responsabilidad de los propios parlamentarios de la Concertación. Y de las 17 prestaciones médicas que serían cubiertas por el plan AUGE al término del segundo año de gobierno, hasta la fecha sólo se están otorgando sólo 8.



La tarea más urgente del país, la reducción de la pobreza, tampoco ha experimentado grandes avances. Y este año, el gobierno le asestó otro golpe a los chilenos más pobres, aumentando el IVA, un impuesto que afecta precisamente a quienes perciben menores ingresos. Por ejemplo, una familia que recibe un sueldo de 150 mil pesos mensuales, pagaba durante el mes un IVA de 27 mil pesos; y el punto que el gobierno le ha agregado, reduce en mil 500 pesos ese modesto ingreso.



Veamos qué ha pasado en materia de trabajo. El presidente prometió crear 240 mil nuevos empleos durante su primera año de gobierno, pero entre marzo del 2000 y marzo del 2003, el país ha experimentado una pérdida real de 102.870. El promedio de desempleo en los últimos 4 años, es de un 9%, décimas más, décimas menos. No hay hasta la fecha avance alguno respecto de la Agenda Procrecimiento ni de medidas para estimular la inversión de los pequeños y medianos empresarios, que garantizarían la creación de nuevos empleos.



En el plano político persiste el cuoteo para nombrar a las autoridades de gobierno y a los funcionarios públicos que ejercen mayores responsabilidades. Los avances más importantes, sobre todo en materia de modernización del Estado, se han concretado gracias a la colaboración de la Alianza por Chile, mientras que la verdadera oposición al gobierno de Lagos la han ejercido los parlamentarios de la Concertación.



La armonía que ha intentado proyectar la Concertación en los últimos meses, es sólo eso, un intento por aparecer como una fuerza política cohesionada, pero en la práctica no hay lealtad ni menos colaboración. Las pruebas más claras de esa desarmonía son los tropiezos para sacar adelante el paquete de proyectos de derechos humanos, las licencias maternales, la flexibilización laboral y la Reforma de la Salud.



Durante el 2003 nos enteramos de algunas buenas noticias. Una de ellas fueron los resultados del Censo, que consignó los avances sociales experimentados por los chilenos en la última década. Prácticamente todas esas mejoras son el resultado de políticas públicas implementadas desde hace veinte años y, sobre todo, de un esquema de desarrollo basado en el crecimiento económico, que ha demostrado ser la herramienta más eficiente para enfrentar la pobreza y mejorar la calidad de vida de los chilenos.



Aunque la Concertación insista en lo contrario, los índices que tanto han enorgullecido al gobierno no son producto de la intervención estatal, sino de la iniciativa privada y de los esfuerzos individuales de los chilenos: la duplicación del número de profesionales y técnicos del país, los avances en el equipamiento de los hogares, el acceso a la tecnología, incluso en sectores de menores ingresos, etc., etc.



Los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y Europa también fueron una gran noticia para el país. Respecto de ellos es importante tener presente dos factores. Primero, los tratados fueron posibles porque Chile ha dado garantías de estabilidad, institucional, económica, legislativa y social; y esa estabilidad es el resultado de décadas de trabajo, de consensos políticos, de esfuerzo público y privado. En segundo lugar, para que esos tratados se traduzcan en beneficios reales para los más pobres, se necesita conformar un gobierno eficiente y transparente para administrar recursos; y creativo para implementar programas de inversión social.



En definitiva, el país reconoce que el Presidente Lagos ha hecho su mejor esfuerzo para cumplirle a los chilenos, pero el tiempo ya se agota y las soluciones a los temas más importantes aún siguen pendientes. No cabe duda que después de 14 años de gobierno, se impone la alternancia en el poder, una sana costumbre democrática que ha permitido que, cuando se le acaba la energía creadora a una fuerza política, surja otra.





Diputado



pmeleroa@hotmail.com


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