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Economía real y expectativas


Desde Keynes las expectativas sobre el futuro han jugado un papel muy importante en el análisis económico. En particular, para este destacado economista las expectativas están marcada por la incertidumbre, con lo cual invalidó el concepto tradicional de equilibrio del pensamiento neoclásico de su época. Las previsiones sobre la evolución futura de la actividad económica se hacen también en el contexto de la incertidumbre, hoy la globalización tal cual la conocemos ha dilatado estas incertidumbres respecto a períodos pasados, y la existencia de información asimétrica las ha hecho más confusa.



Las autoridades económicas y los pocos centros universitarios que hacen investigación en serio, producen en Chile previsiones consistentes, sobre la base de representaciones reducidas de la economía, compuesta por un conjunto de ecuaciones (más o menos sofisticadas) y que a su vez se apoyan en supuestos de distintas naturaleza.



Con el tiempo estos modelos se han ido transformando en verdaderas «cajas negras» por el grado de complejidad y supuestos extravagantes que la inspiran en algunos casos (por ejemplo, el supuesto de expectativas racionales, información perfecta, etc.). Sin embargo, el examen definitivo de estas previsiones es su comparación con los resultados efectivos.



En nuestro país las previsiones oficiales las hace el Ministerio de Hacienda al momento de presentar el Presupuesto de la Nación, en el mes de octubre de cada año. El Banco Central hace las propias en el mes de septiembre al presentar al Senado su Informe Monetario y más tarde en enero una segunda proyección. Si comparamos para los años 2001-2003 las proyecciones de estas dos instituciones sobre el crecimiento del PIB y su crecimiento efectivo en el año, constataremos que hay una persistente e importante error de apreciación (véase cuadro).



Por cierto no se trata de incompetencia de quienes elaboran estas proyecciones. Lo más probable es que sus modelos dejan hoy fuera importantes pedazos de la realidad o los supuestos son muy limitados o la incertidumbre es muy grande. Cabe recordar que Chile no es el único país donde no se aprende de los errores, otros países y organismos internacionales también incurren cada año en persistente errores de previsión no menores.







El Banco Central acaba de hacer una corrección de sus previsiones de crecimiento para el año 2004, mostrando un mayor optimismo respecto a las que hiciera en septiembre, pues fija un techo al crecimiento de 5,5 por ciento y un piso de 4,5 por ciento lo cual ha creado la sensación de que de nuevo se está abusando con las expectativas. Todos sabemos que el año 2004 va ser mejor que el año 2003 en términos de crecimiento, pues el entorno externo ha mejorado y existen amplios espacios para que la economía crezca.



Pero nadie sabe cuánto mejor va ser el año 2004, pues no es tan simple seguir la relación de dicha mejoría con un repunte del gasto interno y además porque el año 2003 terminó con un crecimiento frágil en circunstancia que ya la economía vivía un mejoramiento de su entorno externo, aún cuando en este caso se puede reclamar de los efectos rezagados con que actúan las variables económicas.



La economía concluye el año 2003 con un crecimiento de 3,2 por ciento (2,1% en 2002) y con una demanda interna (consumo más inversión) que se situara entre 3-3,5 por ciento, con lo cual persiste aún una brecha importante entre el PIB efectivo y el PIB potencial. El crecimiento de la masa de salarios fue solo de 1,5 por ciento, y por tanto no son los asalariados los que estarían invitados a la «fiesta del consumo» a la que convocara recientemente el Ministro de Hacienda.



El crecimiento de la inversión en maquinaria, equipo y construcción ha tenido un comportamiento errático y débil, pues a pesar de las condiciones excepcionalmente favorable para su expansión (bajo riesgo país, TLC con EEUU y UE, disciplina fiscal, baja inflación y baja tasa de interés) esta ha crecido en el año solo en 2,6 por ciento, cifra todavía muy lejos de lo que sería necesario para recuperar la tasa de inversión de antes de la crisis asiática y sostener a futuro tasas de crecimiento del PIB por encima del 4 por ciento.



Esto último pasa a ser más relevante todavía, pues la economía chilena enfrenta una brusca y volátil apreciación del peso que puede terminar castigando en forma significativa los proyectos de inversión en el sector transable. Por otra parte, la inversión directa extranjera, no obstante ser Chile el «primer alumno» en la región según cánones del mundo financiero, continuó mostrando flujos menores que en el año 2002. Así durante los meses de enero-octubre la inversión materializada extranjera disminuyó un 25,8 por ciento respecto el año anterior. Por último, la industria manufacturera viene desacelerando su crecimiento desde mediados del 2003.



Por cierto esta situación puede ir cambiando en el presente año debido al efecto rezago de estas variables y principalmente porque se espera una mayor entrada de flujos de capitales externos. En buena hora que ello ocurra, pues la política monetaria, a la que se le ha dado todo el espacio para ejercer políticas expansivas, se encuentra hoy extenuada, y la reciente baja de tasas de interés (que tendría un efecto en el gasto solo después de tres trimestres) no se ha hecho en honor de la expansión de actividad sino para darle credibilidad a la meta de inflación que ha sido perforada en su piso con la reevaluación del peso.



La conclusión de este breve análisis es que si bien todas las condiciones están dadas para que el año 2004 sea globalmente mejor que el 2002, su desenlace no está en el juego de expectativas y ni en las apuestas que los economistas hacen, más bien lo que hay que observar con cuidado y en forma desagregada es la economía real, es decir la evolución de la producción, ventas, stock, empleo, proyectos de inversión, comportamiento pymes, flujos de comercio exterior etc. Las expectativas son importantes, pero por favor no fabriquemos anticipadamente una burbuja antes de tiempo.



(*) Director de Estudios de la Dirección de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería (Direcon).



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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