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La maldición de Galvarino


Tener cuarenta años no es cosa llevadera. El mirarse al espejo y ver el paso del tiempo es inescapable. Llega el momento del balance. ¿Quién eres tú? ¿De dónde vienes? ¿Hacia dónde vas? ¿Cuánto tiempo crees iluso que te queda? La pregunta por la identidad me remite a las comunidades en las que reconozco pertenencia.



¿Qué hay de nuestra identidad hispanoamericana? Cid Campeador, formidable campi doctor, y Don Quijote, el de la triste figura, nos impulsan a los ideales, la fortaleza, la sabiduría, la justicia y libertad. Pero estos personajes sólo conocieron las tierras de una España medieval y renacentista. ¿Hay algo más propiamente nuestro? ¿Alguien que nos llame más resueltamente a nosotros, chilenos? Ä„Ä„ Es Don Alonso de Ercilla el que debemos salir a buscar!! Tras mi «luminoso descubrimiento», he partido a viejas librerías a buscar La Araucana de mi primera juventud.



En calle Prado he encontrado a un viejo hombre. Rodeado de miles de libros me ha mirado sorprendido. «¿Una Araucana, me dice Ud.? Pues hay una edición del siglo XIX. Espere un momento», me señala. Molesto se levanta de su viejísimo sillón color café. «Creo que tengo algo más antiguo, pero incompleto». Y entre medio de libros y libros, desentierra … Ä„Ä„una Araucana del siglo XVII!! Me dice con voz afectada e iniciando la negociación. «Sólo tengo las dos primeras partes, hasta el canto XXIX. Eso sí, es una edición de valor incalculable».



Me la extiende y yo, aparentando despreocupación se la recibo. Sé que no puedo mostrar ansiedad. Eso sí, reconozco el valor del libro. «Bueno, ¿cuál es su precio?»… pregunto sereno. Diez minutos más tarde, salgo presuroso de la librería. Porto en una infame bolsa de plástico, a mi nueva compañera.



Ella es amiga tan fiel, que lleva cinco siglos hablando de las gestas de españoles y araucanos. Esos que en furioso abrazo engendraron Chile. Don Bernardo, de apenas diecisiete años, la leyó durantes sus solitarios estudios en Inglaterra. De noche la leía y lloraba.



Ya de noche, en mi habitación de atrasado estudiante, empiezo a leer. Busco las respuestas a mis preguntas por identidad. ¿Qué motivaba a españoles y araucanos? En el canto segundo encuentro la descripción de la primera asamblea democrática de Chile. «Ardiendo en viva rabia y avergonzados por verse de mortales conquistados» los caciques araucanos se reúnen. Ahí están Tucapel, Ongol, Cayocupil, Millarapué, Paicabí, Lemolemo, Elicura, Ongolmo, Lincoya, Caupolicán, Tomé y Andalicán. Alonso de Ercilla no vacila en elogiar a estos valientes «mostrando en verse juntos gran contento».



El más viejo y sabio de ellos es Colo Colo. En un discurso, que elogiará Voltaire en 1726, los llamará a no dividirse en afanes vanos de protagonismo. Les recuerda que son iguales y que se deben a su patria. «Pares sois en valor y en fortaleza, el cielo os igualó en el nacimiento; de linaje, de estado y de riqueza hizo a todos igual repartimiento…», «mas ha de haber un capitán primero, que todos por él quieran gobernarse». No cuesta imaginar el hondo impacto que estas palabras causaron en Don Bernardo, el campeón de la igualdad.



Leo con inquietud. Don Alonso es a tal punto imparcial que será criticado por siglos por los españoles. Ahí está la crueldad con Galbarino. Este, sin manos y deshecho en heridas y sangre, llega al senado secreto que ha reunido a los araucanos para decidir las cosas de la guerra. Reclama contra el tirano que trata de infundirles miedo con tan alevoso expediente. Mas sobre todo alega en contra de las falsedades de los españoles.



«Y es un color, es apariencia vana querer mostrar que el principal intento fue el extender la religión cristiana, siendo el puro interés su fundamento; su pretensión de la codicia mana; que todo lo demás es fingimiento, pues los vemos que son más que otras gentes adúlteros, ladrones, insolentes».



He aquí pues, marcado literalmente a sangre y fuego, el dilema de la nación hispanoamericana. ¿Qué nos motiva? ¿La codicia por bienes terrenos o el anuncio liberador de la buena nueva para los pobres, el año de gracia de El Señor? Galbarino tenía clara la respuesta al dilema. Cierro «La Araucana». Es tiempo de descansar, pero sé que no será una noche tranquila, sino de desvelo.



Sergio Micco es el director Ejecutivo del Centro de Estudios para el Desarrollo

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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