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Norberto Bobbio: «La historia recién comienza» (Parte I)


La muerte de Norberto Bobbio deja un enorme vacío en la filosofía política, en el esfuerzo intelectual por reinventar la política en la nueva y compleja sociedad del siglo XXI, como también, en la reconstrucción de la idealidad y de la proyección programática de una izquierda democrática que se inspira en el liberalismo socialista.



Bobbio nació en el Piamonte, en 1909, y muy pronto se transformó en una figura de la cultura italiana sobre todo a través de sus cursos de formación en filosofía y jurisprudencia en la Universidad de Torino. Recibe la influencia del padre del liberalismo italiano, Piero Gobetti y participa en los núcleos antifascistas de «justicia y libertad» fundados por los hermanos Rosselli. En 1945, Bobbio publica «La Filosofía del Decadentismo», que representa una de las primeras denuncias del aristocratismo y del individualismo de Heidegger y de Jaspers proponiendo, en cambio, un humanismo democrático y social que representa seguramente una anticipación muy significativa de la corriente liberal socialista que tiene su origen en Stuart Mill, en Taylor y en el propio Bertrand Russell.



Bobbio fue uno de los primeros intelectuales europeos, ya en los años 50, que adoptaron una posición de dureza contra la ideología comunista stalinista y que distinguió, sin embargo, las posiciones de originalidad del comunismo italiano proveniente -principalmente- de Gramsci, de Togliatti y, posteriormente, de Berlinguer, con quien tuvo particular sintonía política y ética.



Bobbio, que ha escrito un profundo ensayo sobre Gramsci, consideraba al teórico sardo un innovador más allá del campo del marxismo, dotado de un pensamiento crítico y de un conocimiento de la cultura italiana y europea que le permitía crear una teoría política alternativa no solo al leninismo, antagónica al stalinismo, sino que, además, conceptualmente nueva respecto del propio Marx. Ve en la concepción gramsciana de «sociedad civil», en la Teoría de la Hegemonía, en la función de los Intelectuales, una estructura de pensamiento situada en el estado «ético y de cultura» que revolucionaba, en gran parte, las ciencias políticas.



Colocó siempre al estado soviético entre los regímenes totalitarios y es uno de los primeros intelectuales que, con gran agudeza, contesta la ilusión del comunismo de querer construir una civilización paralela y completamente alternativa a la del capitalismo. Con Toynbeé, Bobbio afirma la pluralidad de las civilizaciones que 30 años después sería el punto de partida de la gran reflexión gorbachoviana de la «interdependencia del mundo y de sus valores».



Ya en 1954, Bobbio publica su ensayo «Democracia y Dictadura», que tuvo un enorme impacto en la intelectualidad europea. En él, rompe definitivamente con las concepciones marxistas tradicionales sobre estos dos temas, denuncia la absoluta falencia de elaboración de los clásicos en relación a la teoría del Estado y de la Superestructura y demuestra el pecado original del marxismo de la subvaloración histórica de la contribución liberal a la separación de los poderes, a las garantías individuales y a los límites del poder frente a los ciudadanos.



Es el tiempo en que Bobbio mantiene una aguda y cultísima polémica con el más importante filósofo comunista de la época, Galvano della Volpe, que acusaba a Bobbio de ser el heredero del liberalismo moderado de Benjamín Constant y que sostenía, en cambio, que el marxismo era fruto de la tradición democrática más radical expresada por Jean Jaques Rousseau. Bobbio replicó con un ensayo que marcó una verdadera reconceptualización de la teoría política democrática en el seno de la izquierda: «Desde la Libertad de los Modernos comparada a aquella de los posteriores», en la cual advertía a los comunistas europeos que una posición radicalizada iba a conducir al sacrificio de las conquistas de la democracia liberal ya existentes en Europa y a la instauración de un totalitarismo supuestamente en nombre del proletariado.



Bobbio es uno de los pocos intelectuales de izquierda que desde hace más de 40 años habían llegado a la conclusión de que el problema no consistía sólo en los límites aberrantes de la experiencia de los comunismos reales, sino que, orientando su polémica con el propio Marx, subrayaba que el comunismo que había nacido de una idea de bien -del paso del reino de la necesidad al de la libertad, en el sentido de Marx y de Epicuro-, se convirtió en su contrario. La virtud en terror. De manera tal que hechos que la civilización humana ha consagrado como universales, fueron considerados por el marxismo como simples reivindicaciones burguesas.



La inobjetable superioridad de la democracia liberal



Bobbio ha tenido siempre un nítido compromiso intelectual con la justicia y la libertad y, en medio del fracaso de los totalitarismos del Este, buscó custodiar los grandes frutos de la tradición intelectual europea, la inquietud por la investigación, la intransigencia de la duda, el espíritu crítico, la voluntad del diálogo, la moderación en las valoraciones, un estricto escrúpulo filológico y el sentido de la universalidad de las cosas.



En 1973, después de la trágica experiencia chilena, el Partido Comunista italiano declaraba los objetivos del compromiso histórico y del eurocomunismo, dando razón a Bobbio, con 20 años de retraso, a los juicios que éste formulara sobre la autonomía del socialismo democrático en Europa.



Se abría paso, en los principales países de la Europa, el viejo sueño de Mondolfo, Rossetti y de Bobbio de conjugar el liberalismo democrático con la idealidad socialista que, ciertamente, ha representado en estos decenios la socialdemocracia europea.



En este clima de apertura política, Bobbio sostiene la ausencia de cualquier alternativa a la democracia representativa como forma política de una sociedad libre. Afirma la democracia y las libertades como principio y fin de cualquier proyecto reformador.



Bobbio afirma que el primer intento de realizar verdaderamente el ideal comunista ha significado resultados desastrosos para los pueblos. Uno de los aspectos que determinan su carácter intrínsicamente autoritario, es que la colectivización es imposible sin la violencia y ésta llama a la violencia como un círculo sin fin. Lo concreto, sostiene Bobbio, es que después de 70 años de lo que fue construido en Rusia no ha quedado nada en pie, nada que merezca ser valorado como importante para la historia de la humanidad; salvo el poder y, ello, es la prueba de la ruina radical del comunismo que justamente preveía, como gran ideal original, la disolución de todo poder.



La superioridad del método democrático y, por tanto, del liberalismo, se asienta en aquella visión de la civilización moderna que repudiando el finalismo ético, considera más importante el movimiento hacia el fin mismo y no acepta que se sacrifiquen los medios.



El fascismo debiera haber hecho comprender a toda la izquierda -ha recordado Bobbio- de que el gran problema y el punto de partida es la libertad y la democracia y, por tanto, la necesidad de consolidar las instituciones del estado liberal como parte irrenunciable de un patrimonio histórico común del progresismo.



No hay duda que el «cursus vitae» de Bobbio se liga a Mill, Russell y Dewey, pero a la vez los horizontes de sus conocimientos históricos son, obviamente, más amplios y van desde Platón y Aristóteles a Tomás de Aquino, de Pufendorf a Spinoza y Locke, desde Rousseau a Burke y Hegel, desde Constant y De Tocqueville a Weber y Keltsen.



Bobbio se sitúa en el encuentro de tres grandes corrientes de pensamiento que se hayan recíprocamente en conflicto. Por su formación, Bobbio es un liberal. Pero de un liberalismo original, diverso del liberalismo inglés de la época de Gladstone y del liberalismo francés que fue expresión de la restauración, al teorizar las virtudes de una monarquía censataria. Distinto también al liberalismo alemán que capituló frente al conservaturismo prusiano de Bismarck.



El liberalismo en Italia, en cambio, que resulta victorioso del Resurgimiento, logra una doble legitimación: fue la ideología constitucional de los moderados piamonteses y la definición secular de un estado italiano laico.



Continuará…



Antonio Leal, diputado PPD, Sociólogo, Dr. en Historia de la Filosofía de la Universidad de Roma.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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