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Norberto Bobbio: «La historia recién comienza» (Parte III)


Una izquierda de derechos y nuevas libertades



Bobbio excluye que las transiciones que superan los confines de un sistema puedan ser modelizados. El adopta y se mueve en la práctica, tácitamente, en dos inspiraciones: el idealismo ítalo-germánico y el empirismo anglo-francés.



Su perspectiva, más que de ruptura y de discontinuidad, es la de una progresiva democratización de una sociedad civil que propende a un concepto de socialización donde el acento está puesto más en el control del poder burocrático y económico, a través de la extensión de las reglas del juego democrático en la sociedad, que en el paso de una forma de producción a otra, de una sociedad a otra, completamente diversa de la anterior, o en la colectivización integral de los medios de producción.



El liberalismo socialista de Bobbio consagra la idea del control ciudadano, de las instituciones y del autogobierno. Hay que recordar, que la palabra liberalismo aparece por primera vez como emblema del 18 de Brumario del año VIII, cuando Napoleón concluyó la Revolución Francesa declarando que había tomado el poder para proteger a los hombres de las ideas liberales. Fue la idea liberal la que imperó las revoluciones contra la Restauración. Son también las ideas en torno a las cuales cayó el Muro de Berlín, a las que se han movilizado los jóvenes de la Plaza Tiananemen y en general las que han inspirado las revoluciones de masas que pusieron fin al comunismo en el Este de Europa.



Claro que para Bobbio el problema de la izquierda hoy, es aquel de la cuestión social, transportada desde los estados nacionales a todo el mundo, a la gran ciudad global. Bobbio afirma con ironía, que si el socialismo es hoy sólo defensas de ciertos valores, entonces, basta con el Papa. En cambio, si quiere seguir siendo un movimiento político, entonces, debe repensar los fundamentos de su cultura ya que si el comunismo está muerto, las recetas socialdemócratas -en parte realizadas exitosamente en el Estado de bienestar- no bastan hoy para configurar señas de identidad suficientemente válidas en un mundo que ha cambiado tan trascendentalmente.



Bobbio cree hoy en lo que llama «la izquierda de los derechos», colocando como hilo conductor el tema de los derechos humanos. Hoy están en primer plano no sólo los derechos a la libertad o al trabajo y a la seguridad social, sino también, el derecho de la humanidad actual y de la futura a vivir en un ambiente no contaminado, el derecho a la procreación autorregulada, el derecho a la privacidad frente a la invasión del Estado, el derecho a la conservación del patrimonio genético que puede ser amenazado por un desarrollo biotécnico sin reglas éticas fundamentales.



Bobbio no demoniza el capitalismo como fuerza propulsora de una tecnología deshumanizante, concepto que es de origen heidiggeriano, el problema reside en el inmenso poder que ofrecen a quien gobierna y, por ende, subraya la necesidad del control democrático de las sociedades a nivel mundial, el paso a formas de democracia con verdadero protagonismo de los ciudadanos del mundo.



La democracia está ahora sola. Su responsabilidad es enorme dado que debe abordar el gran problema de la justicia social.



Bobbio se liga nuevamente a Kant para pensar en la paz perpetua y cree que de este derecho cosmopólico concedido a los ciudadanos del mundo se generan las condiciones para la creación de una gran fuerza de empuje, de un nuevo sujeto mundial, con distintos horizontes culturales, sectoriales y sociales, para regular e intervenir en los cambios del mundo de hoy.



La democracia incumplida



Para Bobbio la democracia es en primer lugar un método, un procedimiento, una vía, un camino, reglas del juego que permiten, como señala «la más segura participación de la mayor parte de los ciudadanos, ya sea en forma directa o en forma indirecta, en las decisiones políticas, en las decisiones que interesan a toda la colectividad».



Bobbio, que a través de una definición mínima de democracia ha utilizado el silogismo «contar, no cortar las cabezas» señala un conjunto de reglas que caracterizan a la democracia «a) todos los ciudadanos que hayan alcanzado la mayoría de edad, sin distinción de raza, religión, condición económica, sexo, etc., deben gozar de los derechos políticos, es decir, del derecho de expresar con el voto la propia opinión y/o elegir quién la exprese con él, b) el voto de todos los ciudadanos debe tener igual peso (esto es, debe contar por uno), c) todos los ciudadanos que gozan de derechos políticos deben ser libres de votar según su propia opinión, formada en la mayor medida posible, libremente, es decir, en una libre confrontación entre grupos políticos organizados que compiten entre si para unir sus demandas y transformarlas en deliberaciones colectivas, d) deben ser libres también en el sentido de que deben encontrarse en condición de tener alternativas reales, esto es, se escogen entre soluciones diversas, e) tanto para las deliberaciones colectivas como para las elecciones de representantes, vale el principio de la mayoría numérica aunque pueden ser establecidas diversas formas de mayoría (relativa, absoluta, cualificada) en determinada circunstancia plenamente establecida, f) ninguna decisión tomada por mayoría debe limitar los derechos de la minoría, de modo particular el derecho de convertirse, en igualdad de condiciones, en mayoría».



Bobbio insiste en toda su elaboración sobre la democracia en lo que llama «promesas no mantenidas» por ésta, en la idea de la democracia incumplida.



Subraya que una de las diferencias con la concepción individualista de la sociedad, de la cual nace en la edad moderna la democracia, es que en la sociedad en la que hemos vivido más que los individuos han mantenido el protagonismo, los grupos, las grandes organizaciones, asociaciones, sindicatos, partidos, es decir, se ha tratado de una sociedad policéntrica y pluralista y de la cual Bobbio resalta y rescata como un factor favorable el espíritu asociativo, pero denota una preocupación relevante por el reemplazo que las organizaciones pueden hacer del individuo – ciudadano.



A partir de esta óptica, también afirma que crecientemente la representación política nacional se ve limitada, y en algunos casos hasta sobrepasada, por la representación de los intereses particulares y la prevalencia de una sociedad neocorporativa. Seguramente Bobbio es muy sensible al tema del corporativismo ya que vivió el ventenio fascista en Italia donde la novedad de este movimiento fue, justamente, la articulación de escuadrismo, movimiento de masas y corporaciones intermedias.



El coloca de relieve las restricciones a la participación ciudadana en las sociedades actuales y la prevalencia de una concepción oligárquica de la democracia que es definida por una concurrencia de las elite en la búsqueda del voto popular en el mercado electoral, mercantilización a la que Bobbio se opone rotundamente. Subraya el límite que significa para la democracia, las llamadas democracias orgánicas a través de la cual organizaciones sectoriales y profesionales monopolizan espacios.



Bobbio subraya la necesaria expansión del proceso de democratización como paso de la democracia política a la democracia social y plantea el control de ella en los dos grandes bloques de poder más característicos : la empresa y el aparato administrativo. Critica fuertemente la no eliminación del poder invisible, de lo que nosotros llamaríamos los poderes fácticos, defiende la implantación del criterio de publicidad y de transparencia como exigencia para la democracia y advierte que hay un doble estado, visible e invisible, y que el control total de las tecnologías informáticas, en este esquema puede significar la destrucción de la democracia misma. Le preocupa especialmente el riesgo de una pérdida de educación cívica democrática, crecimiento de la apatía política y sustitución del voto de opinión, orientado hacia intereses generales, por el voto clientelar o de intercambio orientado, do ut des, a la consecución de intereses individuales o sectoriales.



Sin embargo, Bobbio concede el que algunas de las promesas no fueron mantenidas a causa de que la democracia no se adecuo a la transformación de la sociedad civil: hay una mayor complejidad de los problemas en las sociedades actuales y por tanto se produce absolutamente una preeminencia de los técnicos, de los expertos, sobre los ciudadanos con el riesgo de acabar en una tecnocracia que es profundamente antitética de la democracia.



Destaca el creciente aumento del aparato burocrático, dotado de una organización jerárquica que es muy distinta al poder que debe establecerse en la sociedad, aún cuando reconoce que la creación de la burocracia es consecuencia del proceso de democratización del estado.



Con gran coherencia, subraya la necesidad de una fuerte ética de la responsabilidad ya que los riesgos de ingobernabilidad de la democracia son muy grandes a partir de la creciente autonomía de la sociedad civil y de la libertad de los ciudadanos para presentar siempre nuevas y más numerosas demandas que pueden sobrecargar las posibilidades de la administración pública y hacerla inviable. Su conducta, es por tanto, de claro rechazo al populismo y al reivindicacionismo de las corporaciones.



Pero, a la vez, es el propio Bobbio que frente a las grandes marginalizaciones sociales a niveles nacionales y planetarios reabra también hoy la discusión dentro de la democracia y de la afirmación de los valores liberales sobre las posibilidades y realidades que hoy tendría la «alternativa socialista».



Hay que recordar que pese a los límites que Bobbio subraya de las democracias el no es un pesimista y evita cualquier lectura catastrofista respecto del porvenir de la democracia.



Con la autoridad moral de quién siempre alertó contra los discursos de la izquierda comunista y marxista en general que reconocían instrumentalmente la democracia formal, Bobbio plantea que la superación del capitalismo es, en primer lugar, la consecución de la democracia sustancial y advierte que el respeto a las reglas de la democracia ha sido y es el único camino para generar alternativas dentro de ella. De esta manera la democracia como procedimiento y como valor es lo fundamental y desde aquí se debe comprender el alcance de la idea socialista, reconociendo, que sea desde el punto de vista ético que desde el punto de vista jurídico pueden existir otros fines para la democracia.



Para Bobbio, desde mucho antes de la caída del Muro de Berlín no hay posibilidades de una tercera vía, o se conjunciona igualdad y libertad dentro de la democracia o eso no podrá llamarse, de ninguna manera idealidad socialista. El socialismo puede definirse como libertad en la igualdad y el mismo señala que socialismo «yo lo entiendo simplemente como una sociedad más igualitaria de las que hasta ahora hemos conseguido realizar».



El socialismo liberal de Bobbio parte de la democracia pero se extiende del poder político al poder económico a través de lo que llama el control social y democrático de este último. Su liberalismo es ético, filosófico y su búsqueda la realiza esencialmente en el ámbito de las instituciones y de la sociedad civil, pero, a la vez, ha señalado como posible aquello que Michelangelo Bovero considera el gran dilema de nuestro tiempo: la dialéctica entre democracia y economía de mercado.



Bobbio está convencido que la extensión y la profundización de la democracia es la mejor vía para que aquel control democrático sobre el mercado produzca cambios globales en la sociedad y lo sintetiza con la máxima » democratización del estado y democratización de la sociedad» subrayando de este modo el carácter policrático de nuestras sociedades y la diversidad de centros de poder que en ella existe.



Bobbio subraya, especialmente en sus últimas entrevistas, con particular fuerza el valor de la constitución de los movimientos ciudadanos y de los nuevos movimientos sociales como elementos revolucionarios de la propia democracia y afirma que la verdadera revolución de nuestra época es la revolución de las mujeres, apoyando , además, a los grupos y asociaciones antinucleares pacifistas y ecologistas para la no destrucción o degradación de nuestro planeta, a los activistas de los derechos humanos y poniendo como el gran tema, no sólo económico y político sino ético, la superación de la situación de los sectores sociales más desvalidos y marginados.



Continuará…



Norberto Bobbio: «La historia recién comienza» (Parte I)



Norberto Bobbio: «La historia recién comienza» (Parte II)



Antonio Leal, diputado PPD, Sociólogo, Dr. en Historia de la Filosofía de la Universidad de Roma.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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