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Las suspicacias del Perú, una oportunidad


Continúan sucediéndose reacciones internacionales ante la decisión del Gobierno de Chile de adquirir cuatro fragatas reacondicionadas en Holanda, para renovar su flota de superficie. Principal contradictor de esta medida es el Gobierno del Perú, el que ve en esta compra chilena una acción atentatoria a su seguridad, y perjudicial -por lo mismo- a sus intereses nacionales.



Esta última afirmación se sustenta en las medidas de «equilibrio» que considera necesarias asumir ese país -en este caso la compra de dos fragatas misileras a Italia-, «a pesar de que el hambre y la pobreza son problemas serios en el Perú», según lo afirma el Jefe de Gabinete de esa nación.



Resulta incomprensible que en América Latina, a estas alturas, prevalezcan temores que se funden en la potencialidad militar que -con o sin razón- se atribuye a un país vecino. Y más aún si estos temores generan medidas claramente contraproducentes para el propio interés nacional, tal como lo señala el vocero peruano.



El concepto «balance tecnológico» en el campo militar es muy relativo y, por lo tanto, inservible. ¿Cómo se aplicaría en el caso de Uruguay y Brasil, o de Costa Rica y Nicaragua? Pero además, fuera de aquello, las reacciones señaladas tendrían alguna justificación si existieran disputas de intereses irreconciliables, o si hubiera bases reales para atribuir al país «que se arma» intenciones belicosas objetivas, como serían las reivindicaciones territoriales, por ejemplo.



Aún existiendo estas condiciones, el sistema jurídico internacional y el interamericano, en particular, han madurado lo suficiente como para disponer de mecanismos e instrumentos preventivos eficaces, -a los que todos los países han adherido- conducentes a la solución pacífica de los conflictos.



Pero más allá de los marcos legales vigentes, la estabilidad internacional se basa principalmente en la confianza y en la cooperación, y en el caso de América Latina, en la forma superior de éstas: en la integración económica, política y militar, vocación natural de la región.



De esta forma, el caso que analizamos más que una controversia, debiera ser una oportunidad para avanzar en uno de los elementos claves de este proceso de integración: la cooperación militar en general, y naval, en este caso.



La proyección latinoamericana en la Cuenca del Pacífico requiere de la presencia naval efectiva de todos los países ribereños en este espacio. Ninguno puede individualmente, sin incurrir en costos desproporcionados e inalcanzables, consolidar esta presencia. ¿Qué otro rol podrían, legítima y eficazmente, jugar nuestras Armadas en el presente? Este punto de vista está validado hace muchos años en otros ámbitos marítimos, como el resguardo de nuestros recursos naturales mediante el Acuerdo del Pacífico Sur, del cual son signatarios fundadores Chile y Perú, además de Ecuador.



Así, una visión de cooperación y complementariedad naval debiera permitir considerar las adquisiciones del otro, no como una amenaza, sino como un aumento del potencial marino regional. Una aspiración de este tipo en la región, lejos de ser una utopía, es una necesidad en cuya satisfacción es preciso avanzar resueltamente.



Si bien la ampliación gradual de las áreas de cooperación conllevan a una integración global, la iniciativa política constituye el motor de la misma. De allí que Chile tiene en este aspecto una particular responsabilidad. Sin segundas intenciones, con una sólida estabilidad política y económica, el país está en condiciones inmejorables para avanzar audazmente en medidas de confianza, para abrirse sin reservas a la cooperación militar regional. Los temores peruanos debieran ser un incentivo en esa dirección.



El inventario, en este aspecto, puede ser todo lo amplio que se quiera, desde avanzar hacia la homogenización, compatibilidad y complementariedad de los medios y doctrinas, hasta la planificación operacional conjunta, las misiones combinadas, el intercambio académico. La próxima cita de las autoridades de relaciones exteriores y defensa de ambos países (las reuniones conocidas como «dos mas dos»), es una ocasión propicia para que nuestro Gobierno muestre iniciativas efectivas en este sentido.





* Raúl Vergara M. es Capitán (r) de la Fuerza Aérea de Chile

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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