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Janet Jackson y el día después


El pasado domingo 1 de febrero, en el partido de la final entre los dos mejores equipos de fútbol norteamericano, el «Super Bowl», que cerca de cien millones esperan con impaciencia en los Estados Unidos, ocurrió un suceso que ha tenido un impacto en los medios masivos. Aquel hecho abrió una «caja de Pandora». La cantante Janet Jackson mostró un seno -pero cubierto su pezón con una estrella de plata- que vieron cerca de 90 millones de televidentes. Al día siguiente, Jackson reconoció que el acto no fue accidental, sino preparado. Se suponía, dijo ella, que «yo sólo me iba a quedar con un sostén rojo, pero accidentalmente se me salió un pecho».



Escándalo total. En la discusión que siguió inmediatamente al acontecimiento se fueron incluyendo artistas, sicólogos, feministas, expertos en la influencia de los medios masivos y la cultura popular; entrevistas a padres y madres, sacerdotes de todas las tendencias, candidatos a la presidencia. Incluso el senador republicano John McCain, por Arizona, lanzó una inflamada frase en protesta en medio del Senado norteamericano: «aquel acto fue una indecencia mostrada en los medios masivos y un insulto para la familia media norteamericana».



Pero el caso no sólo quedó allí, sino que continuó con la propuesta de una enmienda llamada «contra la indecencia», iniciada por el presidente Bush en el Congreso, tres días despues, el miercoles 4 de febrero. Esta propuesta quiere aplicar altas multas a programas de la TV (quedarían excluidos los programas que usan el Cable, aunque eso aún no es seguro) que contenga «indecencias» parecidas al pecho desnudo -o peor- que mostró Janet Jakcson, ese domingo de febrero, a millones de televidentes. Inmediatamente de saberse sobre la «enmienda» aquella, muchos canales han comenzado a cortar escenas en films, telenovelas, capítulos de algunos shows populares, incluso cualquier lenguage que esté dentro de lo «indecente». Igual suerte correrían escenas de video-musicales donde exista «mucha sensualidad» (como los videos de Cristina Aguilera o Bridney Spears).



El «Super Bowl» anual viene a ser una de las importantes manifestaciones de la cultura popular norteamericana, asociada tanto al deporte y la gula masiva de comida chatarra, como al entretenimiento popular multitudinario. Sin embargo, aquella cultura «tan típicamente americana» -como decía un personaje de Pedro Almodóvar, en su film «Mujeres al borde de un ataque de nervios», sin despreciarla por otro lado-, es una cultura inventada y diseminada por los medios masivo en EEUU. Y, claro, el vehículo de esa «cultura popular» sigue siendo la televisión, y los ahora sofisticados medios digitales-electrónicos de alcance global. Son medios masivos que transmiten no sólo noticias, reportajes, películas, etc., sino una multiplicidad de comerciales para vender papas fritas, aviones, tarjetas de crédito, sostenes, pasta de dientes, juguetes, Coca-Cola o chicles, entre millones de otros productos.



Un comercial llega, en producción y realización, a ser tan o más importante como una película de Steve Spielberg. Requiere una buena imaginación artística-comercial para impactar al espectador en 15 segundos (los comerciales europeos son mucho más largos). Requieren días de trabajo filmando lo que luego se convertirán sólo en unos cuantos segundos. Lo importante es vender de una manera rápida, impactante y entretenida.



Sin embargo, algunos comerciales de este año, en el «Super Bowl», se pasaron de la raya y fueron muy criticados, aunque no con la fuerza y el disgusto que provocó el pecho al aire de Janet Jackson. Por ejemplo, el comercial de la cerveza Budweiser. «Mientras un muchacho buscaba una cerveza, su novia -una rubia joven y muy hermosa- lo espera sentada en la famosa carreta de caballos percherones de Budweiser. De repente el gigantesco caballo levanta su inmensa cola y lanza un poderoso pedo, como si fuera un misil que deja el rostro y el cabello de la bella rubia chamuscado de pólvora y humo. El muchacho regresa con la cerveza en la mano y mira a su novia como si viera a un marciano.»



De seguro fueron millones que se revolcaron de risa por la historia de ese comercial, que superó sin duda cualquier escena de los tres chiflados, las de El gordo y el Flaco (Laurel y Hardy), alguna escena de Buster Keaton e incluso el humor de la serial «Los Simpsons». Pero luego de la risa vino la crítica y el canal televisivo (CBS) suspendió inmediatamente el comercial. Alguien también dijo, una profesora de Cultura Popular, que «ése comercial sólo pudo ser escrito por un hombre».



Por otro lado, es muy común ver a artistas, actores, cantantes, jugadores de fútbol, básquetbol, béisbol, etc., trabajando en los comerciales. Son cantantes de música popular, jóvenes, bellos o bellas, blancos o negros famosos, a veces un latino, pero generalmente de piel blanca o artificialmente bronceada. Pero todos ayudan a vender y promocionar a la vez su propia imagen y sus productos (sus cd, dvd, películas). Claro, detrás de esos comerciales simpáticos para vender Viagra, shampoo, comida para perros, cerveza, zapatillas o pelotas de béisbol, por ejemplo, hay una compleja malla de industrias transnacionales de las que el espectador común poco sabe y que a nadie le interesa. Y menos un senador como John McCain pegará «un grito al cielo», por lo que hay detrás de esos comerciales. Veamos el ejemplo de las pelotas de béisbol.



Un articulo del New York Times, de enero 2004, mostraba que la producción de pelotas de béisbol -2,2 millones al año, las cuales 1,8 millones se venden a los equipos en EEUU- se hacen en las maquiladoras de Costa Rica. Cada persona produce 4 pelotas por hora, vendiendo la unidad a 15 dólares. Un artista norteamericano, un jugador famoso de béisbol, al hacer ese comercial sobre pelota, generalmente de 20 segundos, se hecha al bolsillo 10 mil dólares al instante. En cambio, a ese trabajador en Costa Rica le pagan 30 centavos de dólar por pelota fabricada, es decir gana, cerca de 1 dólar y medio por hora o cerca de 2.700 dolares anuales.



Pero no sólo es triste lo anterior. Como hay que coser a mano cada pelota (no han inventado una máquina para hacer ese trabajo), al trabajador/a se le deforman lo dedos. Como decía el New York Times, «ningún jugador de béisbol en EEUU tiene idea de dónde vienen, cómo y quiénes fabrican las pelotas que, luego de un sólo batatazo en un partido, ya no sirve más». Nosotros agregamos que ni idea tienen tampoco los que hacen los comerciales de pelotas de béisbol, y menos el norteamericano medio.



Volviendo a Janet Jackson, la mayor crítica ha sido y sigue siendo -principalmente por una ola ultraconservadora norteamericana- que el pecho desnudo, mostrado a millones de televidentes, fue para «la familia media de la nación un acto inmundo», como lo dijo aquel senador republicano (John McCain) en el Senado.



O como dijo luego Michael Powell -hijo del secretario de Estado Collin Powell-, ante el Congreso de los Estados Unidos, el miercoles 11 de febrero, a través de su importante cargo de director del FCC (Comisión Federal de Comunicaciones), para insitir que se apruebe una enmienda legal contra la «indecencia», en los medios masivos de insospechadas repercusiones en la libertad de expresión de EEUU: «La celebración deportiva fue manchada por un incidente de mal gusto, burdo y deplorable. Los niños de nuestro país, sus padres y los ciudadanos no se merecen eso. Como padre de familia, comparto el malestar de millones de estadounidenses por la erosión de los estándares de decencia común. La industria debe empezar a limpiar su propia casa».



Recientemente aquella fuerte protesta neo-conservadora que recorre Estados Unidos, entre los medios masivos, no ha quedado en declaraciones como la de Michael Powell o de algún otro senador. El famoso canal MTV ya decidió que el último vídeo de Bridney Spears, «Toxic», debe transmitirse después de las 10 de la noche. También afecta a los grupos «Blink 182» con la canción «I miss you», y a la banda de rap «Incubus».



El primer show derribado, que algunos ven como el inicio de un efecto dominó a causa de el «seno desnudo» de Janet Jackson ocurrió, recientemente, el 26 de febrero. Fue la suspensión, por el director de Clear Channel, del show radial de Howard Stern, uno de los más escuchados en EEUU, -en 40 estaciones a través del país, que incluye millones de auditores- por ser sexualmente muy explícito.



Tan serio es el asunto, que de aprobarse oficialmente esa enmienda a la televisión, puede que se extienda quizás a las letras de canciones y toda la cultura popular norteamericana, quedando sometida a una estricta censura. Las multas que aplicará la FCC van de 27 mil dólares a 270 mil dólares, si se prueba que los medios, desde la 8 de la mañana, hasta las 10 de la noche, pasan escenas o comentarios indecentes, sea por la radio o la televisión.



Sin duda, en la actual campaña electoral norteamericana, los debates finales y decisivos incluirán esta «caja de Pandora» que se abrió el día después de aparecer el seno desnudo de Janet Jackson, antes esos 90 millones de televidentes. Es decir, sabremos qué debe ser la libertad de expresión en los medios masivos de Estados Unidos, país que produce la mayor cantidad de «cultura de la imagen» del planeta. Y si lo sexualmente más explicito, o lo politicamente más incorrecto, para los ojos y los oidos de los más conservadores, sólo deberá verse y escucharse a partir de las 10:00 de la noche.



(*) Javier Campos es escritor y académico chileno. Profesor de la Universidad Jesuita de Fairfield, Connecticut, EEUU, y autor de «La mujer que se parecía a Sharon Stone», cuentos sobre «latinos» en Estados Unidos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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