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La politica exterior más inepta, arrogante y desatada


Con esta frase que dista tanto de nuestros famosos consensos, definió el senador John Kerry la política exterior del actual Presidente de los EE.UU., George W. Bush. Tampoco fue esta una sesión secreta de la Cámara Alta de ese país, sino un acto público que lo consagraba como el virtual candidato del Partido Demócrata a la presidencia, de ese más que importante país.



Si ustedes piensan que una buena parte de la política mundial se ha movido en torno a los acuerdos y desacuerdos de los gobiernos de todo el mundo, con el actual gobierno norteamericano, esta frase daría para pensar que lo que hemos vivido es una comedia miserable de la peor especie. Recuerdo el triste espectáculo del debate chileno sobre el voto en Naciones Unidas, en pro o en contra de la propuesta USA para tener los elementos legales internacionales, que facilitaran la invasión a Irak. Los sesudos «análisis» de «especialistas» que vinculaban la posición nacional al éxito o fracaso del TLC, entonces pendiente con los EE.UU.



Qué decir de nuestros exportadores e importadores. El mundo se venía abajo y las 11 plagas de Egipto iban a ser una banalidad si no se cumplía a cabalidad con el deseo y la voluntad del gran vecino del Norte.



Otros elementos del debate que hoy se vive dentro de los EE.UU. son aún mas mortificantes. El precandidato Edwards sostiene en su discurso, y lo dice abiertamentre, que está en juego la libertad de los EE.UU. y que el apoyará a Kerry siempre y cuando los elementos de su plataforma sean tomados en cuenta por la candidatura oficial demócrata. Descubre el velo sobre la brutal injusticia social que se vive dentro de su país, denuncia la carencia de asistencia médica elemental a millones de ciudadanos y cita a Harry Truman, el primer sindicalista que llegó a la presidencia de los EE.UU., para exigir que se repongan normales condiciones de vida para el norteamericano medio, hoy empujado como nuestras clases medias a la pura marginalidad.



Rechaza, y su planteo lo comparten los demás pre candidatos demócratas, toda esta absurda teoría de la seguridad que ahoga a las libertades, en nombre del antiterrorismo.



Bueno, ¿es que se volvieron bolcheviques los demócratas de USA? Esa podría ser perfectamente una respuesta de nuestra derecha nazi, bruta, tosca y elemental, pero no es ese el caso de la gente que piensa.



A la luz de los elementos que van llegando a este debate que recién empieza, hay al menos dos elementos a destacar: el primero, es que ha habido una cierta liviandad de parte de los gobiernos de América Latina, sin excluír al nuestro, para analizar las condiciones reales de desarrollo y evolución de la sociedad norteamericana. El hecho que Bush sea tan auténticamente representativo de los intereses y la fuerza de los grande poderes fácticos, nos hizo olvidar que, en votación popular directa, el vencedor de la última elección fue Al Gore y no el actual presidente, con una más que confusa situación en el Estado de Florida, donde era y es gobernador su hermano Jeff. Por tanto había una mitad más uno de la sociedad civil que no aprobaba la idea de un ultaconservador en la jefatura de las más grande potencia de la Tierra.



Esto, unido a la natural reacción sociológica de cualquier grupo humano ante la hegemonía de tales o cuales ideas, hace que hoy en día reaparezca la tendencia confrontacional entre derecha versus progresismo, y es de prever que tanto el lenguaje como la campaña misma de los demócratas va a tender a rescatar las mismas libertades que hoy los grupos ultra conservadores aparecen negando.



Lo segundo, es que de mantenerse estas ideas en juego, no cabe duda que estamos frente al primer gran proyecto de revisión, y ojalá hasta de reforma, del actual modelo planetario de la llamada globalización. Todo indica que mas allá del resultado de la elección de noviembre, es éste el debate en el que hay que participar, para evitarnos el bochorno, no sólo de ser colonia del imperio, sino que además con fama de tontos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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