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11-M


La efusión de sangre que hemos visto hoy no tiene nombre. Todas las mañanas paso en el Metro con mi hija, por la gran estación de Atocha, donde se unen el subterráneo de Madrid y los trenes de cercanías y largo recorrido. Su colegio está muy cerca de ahí. Cada mañana, millones de personas cargadas de sueños se encuentran en estos pasillos y en estos túneles. Estudiantes, oficinistas, obreros, mecánicos, secretarias…



Los terroristas segaron la vida de más de 173 vecinos a los que ya no volveremos a ver. Más de 900 personas resultaron heridas de diversa consideración. Algunos quedarán mutilados de por vida. Los médicos que hoy descansaban se han ido a trabajar para reforzar las urgencias que se han visto desbordadas. Oigo en la radio que hay un bebé de siete meses ingresado en el Hospital del Niño Jesús y nadie lo ha reclamado. Se teme que sus padres estén entre las víctimas mortales.



Este es ya el peor atentado en la historia moderna de Europa. Los nervios de Madrid -sus policías, bomberos y paramédicos- apenas han podido resistir la enorme tensión desatada en quince minutos. Una locura de impotentes policías llorando, de teléfonos móviles que ya no contestaban, de sangre por todos lados, de ciudadanos al borde de un ataque de pánico. El único consuelo de esta ciudad en estado de shock es que, en muy pocas horas, de todas las esquinas de España nos han enviado sangre de todos los tipos y grupos para intentar enjuagar la mucha que ha corrido por las calles. Hasta un despistado y legañoso aficionado del Bayern de Munich, que anoche fue derrotado por el Real Madrid en la Liga de Campeones, se ha acercado al hospital a donar sangre, impactado por el horror que ha visto.



Madrid, rompeolas de España, la ciudad acogedora que nunca pregunta de dónde vienes ni dónde vas, nunca volverá a ser la misma después de este 11-M. He dicho que lo de ayer no tiene nombre. Me equivoco. Sí tiene nombres:… Pedro, María, Alejandra, Carlos… Más de 173 nombres.



* John Müller es chileno, y se desempeña como editor del diario El Mundo de España.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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