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Juegos de inteligencia


Muchos de ustedes recordarán hechos del pasado que terminaron en escándalos nunca aclarados. Entre los actores de este «juego» resaltaron Evelyn Matthey, Sebastián Piñera, agentes de seguridad del ex gobierno militar, incluso activos del servicio de inteligencia del Ejército, durante los gobiernos de la Concertación.



Cualquier lectura de hechos contingentes debiera hacerse con la debida claridad acerca de este pasado, y los poderes fácticos que salieron a relucir. Pues bien, ha comenzado el «segundo tiempo del juego» y las estrategias vienen con cambios desde el camarín.



Andrés Allamand, el «pingo» del departamento de Estado Norteamericano, fue formado en su «escuela» para ser Presidente de Chile. Este centro de poder para las políticas de América Latina, fue determinante en el Golpe Militar del 73 y siempre ha mantenido buenas relaciones con un sector del empresariado chileno.



Luego de su fracaso político en manos de la UDI, vuelve a USA para reciclarse y queda en Chile Sebastián Piñera, como representante de una derecha «democrática», que se distancia cada vez más de la imagen de Pinochet. El empresariado está dividido entre los que hicieron fortuna con Pinochet, que guardan lealtad junto a la UDI, y los históricos de la «derecha republicana», que básicamente son los sostenedores de RN.



Lavín, hombre de El Mercurio, con su protagonismo casual por la idea de publicar un texto sobre la supuesta «revolución económica» del pinochetismo, es la imagen de un poder alternativo en USA, una suerte de ONG ligada al Opus Dei internacional, que rompe el unilateralismo de la política norteamericana hacia Chile.



Su sostén político está en la UDI, sin ser parte de la camada ideológica de ese partido, sino más bien, un «novedoso y experimental instrumento de mercado político». Éste tiene el carisma y la asesoría para proyectar imágenes de exitismo superficiales, hacia un pueblo carente de formación cívica y susceptible de ser manipulado, sobre la base del desprestigio de la clase política. Han logrado avances producto de la campaña del gobierno militar, además de una ayudita de politiqueros corruptos, lo que les permitió justificar y posicionar un cuadro propicio para «el cambio», como imagen de estrategia política que sólo persigue alcanzar el poder, sin ningún basamento ideológico.



El equipo A está ligado a los tradicionales intereses comerciales del criollismo chileno. El equipo B, transnacionales, que son capaces de cambiar el uniforme de sus jugadores (recordemos a Lavín de Aymara, amigo del travestismo criollo o de los cafés con piernas), con el propósito de alcanzar el triunfo. El «marketing político» es su principal frente de juego y su capitán será prescindible una vez que obtengan el trofeo.



El cambio en el equipo de Piñera viene del camarín, una jugada maestra elaborada en el Departamento de Estado. Han decidido infiltrar al equipo contrario (Allamand de Samurai), con la idea de, una vez adentro, desequilibrar al capitán Lavín, aislándolo de su base de sustento político. Hay que pensar que la UDI ha mantenido al diputado Cardemil (pinochetismo puro) al interior de RN, haciendo un trabajo muy efectivo.



La UDI verá prontamente cómo su actual capitán se desperfila al demostrar su incapacidad de unificar a la derecha. Lo hicieron pisar el «garlito» al intervenir los partidos, supuestamente para consolidar la «unidad». Sin embargo, lo conseguido no ha sido más que enviar el capitán del equipo contrario a la banca, desde donde fortalecerá al piñerismo y habrá infiltrado en el equipo contrario la única carta que garantizará la unidad de la derecha, después de la caída de Lavín. La UDI, y su camada política, no tendrá problema a la hora de tranzar y negociará su participación en un supuesto nuevo gobierno. El sacrificio de quien fuera su icono de crecimiento político se desarmará, de la misma manera en que se armó, de un día para otro.



Al término del partido, el Departamento de Estado habrá cobrado su factura anterior y volverá a sentirse representado. En compensación, otorgará beneficios comerciales a los grupos económicos del pinochetismo y su camada política.



Los únicos derrotados habrá sido «el capitán del primer tiempo» y el intragable oportunismo del Opus Dei.





*Héctor Jara Paz es miembro del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del Partido Radical Social Demócrata.




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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