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Aysén: El Twin Peaks del fin del mundo


No se llaman Laura Palmer sino Víctor Hugo Barría Mardones, Mario Lepio Chiguay, Jeny Alejandra Jeffi Calderón, Leandro Morales Pérez, Juan Carlos Machuca Loaiza, Roberto Lagos Flores, Karim Cartagena, Luis Alberto Leiva Trujillo, Rodrigo Barichivich Colillanca, Víctor Fabián Díaz Nahuelquín, Paulina Gómez Gómez, Edgar Paredes Chiguay. Todos muertos en extrañas circunstancias.



El juez Carlos Klapp Apolunio caratuló todos los casos como suicidios, lo que fue ratificado como tales por la Corte de Apelaciones de Coyhaique. Faltó, claro, el inefable agente Cooper y sus oníricas visiones reveladoras. Pero hubo en su lugar un obispo católico, Luigino Infanti de la Mora, quien asumió ese rol de un modo apasionado y algo estrambótico. Nunca nada fue aclarado. Se habló de asociaciones secretas. De narcotráfico a cargo de uniformados.



Se tejió una espesa maraña de dudas y misterios que persisten hasta hoy, cuando a un raro tsunami (que en realidad no es tal, sino el oleaje provocado por el derrumbe de un cerro) se suma una seguidilla de temblores y la aparición de misteriosos volcanes que han causado en esa apartada región una violenta erupción de histeria colectiva de tal magnitud, como ni el mismísimo David Lynch habría soñado jamás. Hace frío allí, como en el condado de los Picos Gemelos.



Hay ríos, montes, bosques y lagos. Hay una sociedad cerrada, bajo cuya apacible superficie bullen las más oscuras pasiones. Sin ir muy lejos el propio juez antes mencionado, es fotografiado hace unos años metido en la cama con unas prostitutas gordas de la más ínfima categoría. Lo trasladan a otro tribunal. La gente es taciturna y reservada, menos el alcalde UDI Oscar Catalán que insulta hace unos días a madame Bachelet y golpea a un coronel de carabineros, presa de un arrebato inclasificable. La población se atiborra de Alprazolam y duerme en carpas, mientras el territorio se desmorona y la tierra se estremece por causas desconocidas.



¿El volcán Pérez que emerge de las profundidades marinas? ¿Un monstruo de naturaleza desconocida? ¿El inconsciente de la gente harta de tanta lejanía y tanta naturaleza agreste e indómita? Nadie ha llegado a saberlo.



Nos cuentan de aguerridos colonos que han orinado sus pantalones. Y de otros que han perdido los empastes de los dientes entre tanto castañeteo de terror. Es hora de llamar al guionista de Picos Gemelos para que intente una solución de continuidad para tanto suceso lyncheano y desperdigado.



Quizá hasta incluso haya llegado el momento de que venga el propio Lynch a poner un feliz The End a esta historia que pareciera pertenecerle por derecho propio. A las autoridades chilenas, a los jueces, a los ministros, a los sismólogos, a los psicólogos, a las chiquillas gordas, a los obispos, y a los ágiles de la policía, parece que la insondable realidad de Aysén les ha quedado chilenamente como poncho.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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