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Ignorancia Supina


La senadora Evelyn Matthei (UDI) ha declarado recientemente que aplicar un royalty a la minería reflejaría una supina ignorancia en economía. Pareciera deducirse de sus palabras que ella, quién se opone al royalty, no sería ignorante en esta ciencia. No ha dado muchos argumentos al respecto, o al menos la prensa no los ha recogido en abundancia, Si ha repetido la idea que se trataría de un impuesto discriminatorio.



Por cierto que las declaraciones mencionadas no hablan muy bien de los conocimientos de quién las emite. Tampoco de su respeto por otras opiniones. Dichas actitudes fueron bien comunes unos años atrás entre algunos economistas, quiénes al parecer se sintieron tocados por la verdad revelada y trataron de ignorantes a todo el resto. Hoy en día, en cambio, aparecen casi como un anacronismo, Sin embargo, dado que el tema de la discriminación es un argumento repetido hasta el cansancio por la industria minera y otros opositores al royalty, quizás vale la pena detenerse unos momentos en refutarlo una vez más, razonadamente.



No todas las ramas económicas son iguales. En algunas ramas se genera un sobreprecio y una ganancia por encima de la normal. El precio del producto resulta superior a la suma de los precios de los factores, incluido el precio normal del capital, como ha dicho recientemente el Director del Instituto de Economía de la Universidad Gabriela Mistral, Eric Haindl, quién si conoce bastante acerca de economía. Normalmente dicha renta desaparece si hay competencia, mediante la entrada de nuevos productores atraídos por ella. Sin embargo, si la industria con renta opera sobre un recurso escaso, el ingreso de nuevos actores se ve limitado, y el sobreprecio y la sobre ganancia se tornan permanentes.



Para poder ingresar a dicho mercado, entonces, se hace necesario pagar al dueño del factor escaso, por el derecho a usar del mismo. En el límite, los que quieran entrar estarán dispuestos a pagar hasta el monto del sobreprecio generado por este motivo. De esa manera, la sobre ganancia se convierte en renta del factor escaso. Si la productividad del factor escaso es variable, se genera además una renta diferenciada, en la que se paga más por acceder a los recursos escasos de mejor calidad.
La teoría económica de la renta, antes referida, constituye por cierto, uno de los capítulos básicos de la ciencia económica moderna, desde sus inicios. Todas las escuelas económicas han dedicado importante espacio a esta materia, desde Adam Smith a Paul Samuelson y los neoclásicos, así como escuelas posteriores. Sólo el neoliberalismo más extremista ha pretendido abandonar la teoría de la renta, alegando que en el largo plazo no existen recursos fijos. Sin embargo, cualquier ciudadano conoce perfectamente lo que es la renta. Tambien como cualquier campesino. Unos y otros pagan regularmente los arriendos de los inmuebles que ocupan, los que mantienen por cierto plena vigencia. Si los quieren comprar, deben pagar asimismo bien caro por ello, a sus propietarios. Cuando llega el momento de cobrar su renta, los propietarios o propietarias de dichos inmuebles parecen hacer oídos sordos a la idea neoliberal de que la renta resulta irrelevante porque en el largo plazo los mismos pueden ser reemplazados.



La actual legislación minera chilena desconoce la existencia de la renta de los minerales, puesto que no cobra por dar acceso a los mismos. Bueno, no del todo, puesto que existen las patentes mineras. Sin embargo, Chile completo, de Arica a Magallanes, está arrendado en la módica suma de 20 millones de dólares, que es el valor anual aproximado que se paga por las patentes mineras de exploración y explotación que cubren todo el territorio nacional.
De esta manera, la actual legislación minera es en verdad expropiatoria de los derechos de los legítimos propietarios de dichos yacimientos a cobrar una renta por el permiso a acceder a ellos. Dicha expropiación se hace a favor de la industria minera privada, y en perjuicio de todos los chilenos representados por el Estado, propietario inalienable de los mismos según la Constitución. Es decir, la actual legislación minera discrimina muy gravemente, a favor de la industria minera privada, al no cobrarle por los recursos mineros que utiliza, que pertenecen a todos los chilenos. Hasta una modesta panadería debe pagar por la harina que utiliza, sin embargo, la legislación actual regala a la industria minera su materia prima, es decir, los minerales. Dicha discriminación resulta tanto más onerosa por el hecho que la materia prima regalada es de la mejor calidad mundial. Es decir, la industria minera está favorecida por una discriminación positiva que equivale a un enorme subsidio.



Aparte de lo anteriormente señalado, la industria minera ha sido favorecida con una discriminación positiva adicional, puesto que utiliza mecanismos de elusión de impuestos que no están disponibles para el resto de las empresas en general. Retira utilidades contables mientras declara pérdidas en su contabilidad tributaria debido a la depreciación acelerada. Sin embargo, no paga los impuestos de primera categoría que si deben pagar el resto de las empresas cuando hacen lo mismo. Ello mediante el ardid de constituirse como «sociedades contractuales mineras» la mayoría de ellas, a pesar de ser ésta una figura creada solo para la minería mediana y pequeña. Cuando la ley del 2001 contra la elusión tributaria cerró este boquete, muchas mineras privadas siguieron haciendo lo mismo, refugiándose ahora en la invariabilidad tributaria ofrecida por el DFL600. Por otra parte, se endeudan muy por encima del resto de las empresas, lo que les permite exportar utilidades en forma de intereses, pagando un 4% de impuestos en lugar de 35% o 40%.



Finalmente, también parecieran exportar utilidades mediante precios de transferencia con sus filiales, sin pagar impuesto alguno. Un estudio realizado por Cenda para Naciones Unidas ha mostrado como dicho mecanismo parece ser utilizado incluso por Minera Escondida, la única minera que se ha comportado bien, en términos de no abusar de los mecanismos de elusión antes mencionados. Además es la única que ha pagado impuestos significativos, y publicado sus balances, aparte de donar 21 millones de dólares a proyectos benéficos, incluido salvar 73 flamencos. Escondida aparece, sin embargo, vendiendo su cobre a empresas relacionadas, 400 dólares por tonelada por debajo del precio de la Bolsa de Metales de Londres, en promedio, entre 1998 y 2002. Dicho precio permanece por debajo de la BML aún sumándole los cargos de transporte y refinación de sus concentrados que la misma empresa reconoce. Estos últimos cargos, además, son superiores al techo y están muy por encima del piso de los respectivos valores de mercado. Finalmente, Escondida recibe por metales preciosos y subproductos 48 dólares por tonelada de cobre, mientras Codelco logra 162 dólares. El Senado ha solicitado que Cochilco aplique la misma metodología de Cenda al resto de la industria, que de seguro se comporta peor aún que Escondida a este respecto.



Es grave que la principal industria que opera en Chile no pague por su materia prima, y que eluda sus impuestos además..Lo más grave de este hecho, sin embargo, es que dicha discriminación genera una fuerte distorsión económica, que equivale a otorgar un enorme subsidio a una rama determinada. Ello ha generado un sobre estímulo a la inversión en la industria minera. Se ha traducido en una sobre inversión tan significativa, que ha terminado afectando seriamente el precio mundial del cobre durante un largo período, con enorme perjuicio para toda la industria y los ingresos fiscales.



Por ahora el precio del cobre se ha recuperado en forma transitoria (bastante menos de lo que parece si se expresa en Euros o en oro en vez de dólares), pero al seguir existiendo el sobre estímulo a la inversión en esa industria, inevitablemente terminaremos produciendo mucho más cobre de aquel que maximizaría nuestros ingresos como país. Estamos estimulando que se cometa el error de explotar yacimientos marginales.



Aunque todavía no se conoce en detalle, el proyecto de royalties anunciado por el gobierno pareciera abordar en parte el problema de terminar con la grave discriminación que actualmente favorece a la industria minera, a costa del Estado, de todo el resto de las empresas y de todos los chilenos. Pareciera oportuno, sin embargo, hacer las siguientes observaciones a lo poco que se conoce del proyecto:



a)Desde el punto de vista conceptual, la renta no se origina sólo en los recursos no renovables, sino en todos los recursos escasos y de mejor calidad que sus similares en otras partes del mundo. De esta manera, hay renta asociada al agua en general y en particular al agua de riego o de usos industriales, o al agua que se utiliza para generar energía, o para criar salmones. Hay renta asociada a la pesca en general, donde la regulación del acceso para optimizar la captura es lo que genera la renta. En todos esos casos, se trata de recursos que son o que fueron hasta hace pocos años, de propiedad de todos los chilenos. Por lo tanto, más adelante correspondería legislar también en relación a la renta de estos recursos renovables.



b)La magnitud óptima del royalty, desde el punto de vista teórico, es aquella que iguala la renta generada. Sólo así se elimina por completo la discriminación que beneficia a este tipo de industrias. Sólo así se eliminan por completo las distorsiones que dicha discriminación o subsidio genera. El monto anunciado en el proyecto del gobierno aparece en este sentido como claramente insuficiente.



c)Finalmente, si bien desde el punto de vista teórico es correcto diferenciar entre los yacimientos de menor o mayor renta, la experiencia indica que confiar para ello en los balances de las empresas, resulta cuando menos, ingenuo.



Los chilenos todos tenemos derecho a ser grandes rentistas, porque hemos heredado la propiedad de nuestros recursos principales, el cobre en especial. Para que no nos sigan expropiando ese derecho, es conveniente dejar de lado nuestra ignorancia supina en estas materias económicas. Es prudente aprender a reconocer, además, a aquellos medios y personajes que, dándoselas de sabihondos al respecto, lo que hacen es mantenernos en la más supina ignorancia, En beneficio de quiénes se aprovechan de ello.



*Manuel Riesco es miembro del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (Cenda).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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