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Barbarie y civilidad


Querían conservar un recuerdo de su paso por Irak. Sus celulares y cámaras digitales podían capturar imágenes e intercambiarlas por Internet. Con una ingenuidad macabra habían comenzado a fotografiar como souvenir, episodios de tortura a enemigos indefensos. Se observa en las fotos publicadas por la BBC y el Washington Post a un soldado mujer sonriente frente a una fila de prisioneros desnudos, atados de manos, con capuchas sobre sus cabezas, humillados.



El caso es que esas fotografías llegaron vía Internet a la prensa y la comunidad norteamericana pudo apreciar que se revivían episodios de abusos como en Vietnam, sólo que aquí nadie pudo frenar la difusión a nivel de la red de redes y la civilidad planetaria.



Como en un video juego, de esos que talvez llenaron su infancia, los soldados invasores torturaban a prisioneros bajo su custodia y les tomaban fotos. Según el testimonio de un prisionero que parece en las fotografías y entrevistado por la
BBC, los oficiales del campo les obligaban a realizar masturbaciones frente a soldados mujeres, simulaban violaciones, les aplicaban corriente, los amontonaban como animales, los arrastraban con una correa al cuello como perros.



¿Cuántos habrán muerto en la tortura? ¿Cuantos civiles, transeúntes, que fueron detenidos por sospecha -lo cual aparece como una visión generalizada respecto de cualquier habitante local- sufrieron flagelaciones o muerte por descontrol o revancha, cometidos por una tropa invasora, que al ocupar territorios debía prestar protección a la población civil? Son las preguntas que seguramente debió encarar Rumsfeld ante el Senado de su país. Queda la impresión que frente a la gran presión de la ciudadanía Donald Rumsfeld estuvo a punto de ser sacrificado como fusible para amortiguar el impacto de estas denuncias y que las mismas no afectarán más aún la carrera de Bush por la reelección.



El tema que se puso sobre la mesa fue el peso de la opinión pública, de la gente, de las organizaciones civiles, de la civilidad en estos escenarios. No me refiero al pueblo ocupado que resiste a través de fuerzas irregulares a las fuerzas de la Alianza. Eso era previsible y la coordinación supranacional de la comunidad religiosa islámica, también. Lo que ha resultado impactante es la incidencia de la ciudadanía de Europa y Estados Unidos en el plano político. Aznar es un cadáver político y esto fue consecuencia de una reacción ciudadana, el voto castigo por haber metido a España en una guerra sin un asidero que la justificara, salvo el participar del proyecto petrolero o de la supuesta reconstrucción posterior de Irak. Blair, por su parte, está severamente jaqueado por una población civil que percibe que puede ser víctima de un atentado terrorista, similar al 11 de marzo de Madrid. Las decisiones que puede tomar en la cámara secreta cada ciudadano, pueden romper los pilares de la triada que encabezó la invasión de Irak, tras supuestas armas químicas de destrucción masiva.



Cuando se preparaba la invasión a Irak y fallaban las gestiones en la ONU, el mundo entero puso apreciar la movilización coordinada de millones de personas. Con diferentes sistemas políticos, credos religiosos y lenguas, todos coincidían en la necesidad de respetar el principio de autodeterminación y mantener la paz. El ciudadano planetario comenzó a articularse en forma imperceptible. Los actuales acontecimientos demuestran que se mantiene viva la fuerza de la protesta cívica, de la presión de la gente llenando las avenidas, en defensa de valores de máxima, que permiten la concurrencia de visiones dentro de la diversidad.



Esta es una lección relevante para las organizaciones civiles de nuestro país, pues demuestra que en esta sociedad, donde las decisiones se toman en función de información on line, ningún político resiste a cien mil o un millón de personas marchando democráticamente por los centros cívicos. Las redes de cooperación transversal, que trascienden el ámbito de influencia de los partidos políticos facilitadas por las tecnologías web, son el estilo emergente de los acontecimientos políticos contemporáneos.



Legislar con el pueblo movilizado es algo que ningún sistema resiste. Esto permite avizorar para nuestro país una forma diferente de expresión ciudadana que puede poner en jaque a la clase política frente a los grandes temas por resolver en nuestro sistema. Es posible que de esta forma, el ritmo y el acento lo puedan marcar con mayor influencia que los lobbistas, la ciudadanía movilizada y sus redes sociales.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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