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Peoplemeter on line: el debate sobre la televisión que queremos


Desde hace un tiempo a la fecha se ha abierto una discusión sobre el modelo de televisión que tenemos en Chile. Mientras muchos consideran que la pantalla chica se ha vuelto crecientemente chabacana, otros son de la opinión que ésta cada vez más toma en cuenta los reales intereses de la población. Es en medio de este debate país que recientemente se ha planteado la moción parlamentaria sobre la eliminación del sistema ‘peoplemeter on line’.



Para analizar esta propuesta en su justo mérito, cabe considerar algunos elementos sobre el actual funcionamiento del sistema ‘peoplemeter’. Sucede pues que hay por lo menos dos razones para dudar respecto a la confiabilidad de aquella información que usualmente recibe el nombre de ‘rating’. En primer lugar, en la actualidad las mediciones de ‘rating’ se hacen a través de un conjunto de aparatos que están instalados sólo en la ciudad de Santiago; vale decir, sólo se cuenta con información sobre lo que un tercio de la población del país ve en la televisión. En segundo lugar, el sistema ‘peoplemeter’ considera sólo a sujetos que van desde el estrato ABC1 al estrato D, de manera que sólo se investiga a aquellas personas de la ciudad de Santiago que tienen algún poder adquisitivo. Esto quiere decir que el 10% más pobre de la capital de nuestro país no es tomado en cuenta por las mediciones del ‘rating’. En resumen, puede decirse que en Chile las mediciones de audiencia televisiva excluyen a quienes están más excluidos: las regiones y los pobres.



Más allá de la validez de los datos que entrega el sistema ‘peoplemeter’, se trata de un mecanismo de generación de información que termina por construir una realidad. Usualmente leemos en diarios que un programa de televisión tuvo altos niveles de ‘rating’ y, por tanto, damos por hecho que gran parte de la población observó aquella emisión televisiva. A partir de esta información una serie de actores sociales -directores de televisión, empresarios, periodistas y políticos entre otros- toman sus decisiones estratégicas. Entonces, gracias al ‘rating’ estos actores sociales pueden entender mejor cuáles son los intereses de la población, para así ajustar sus mensajes en función de lo que efectivamente desea la sociedad. A primera vista esto no parece particularmente pernicioso. La pregunta que cabe es hacerse es por qué existe la necesidad de contar con dicha información de forma instantánea.



En este sentido, es importante señalar que el sistema ‘peoplemeter on line’ sólo existe en Chile y recientemente también en Brasil. Las legislaciones de Estados Unidos y Europa no permiten mediciones en directo de lo que se está observando en televisión, puesto que esto traería consigo una perversión del mensaje que se desea transmitir. En estos países, la evaluación que hace la población de las ofertas televisivas es conocida a posteriori, ya que así se evita que el mensaje que desea ser transmitido se vea modificado en función de los intereses instantáneos de la audiencia. Se parte entonces del supuesto que existen líneas editoriales que interesan ser difundidas a la población, de modo que los canales de televisión entregan diversas propuestas de sentido frente a los fenómenos de la realidad social. Es así como se busca compatibilizar, por un lado, los intereses de la población general, y por otro, los mensajes que son considerados como pertinentes y válidos por aquellos sujetos que se encargan de hacer televisión.



Detrás de esta legislación que no admite la existencia de mediciones inmediatas del ‘rating’ existe una visión particular sobre la función que tiene la televisión para la sociedad. Sin desconocer que la pantalla chica sirve para que las personas se entretengan y desconecten de los problemas cotidianos, se trata también de un medio a través del cual se genera un espacio de opinión pública. Esto quiere decir que tanto la televisión como el conjunto de los medios de comunicación de masas cumplen un rol fundamental para el buen funcionamiento de la democracia. En la medida que los sujetos perciben que los temas y opiniones que ellos consideran como relevantes son trabajados por los medios de comunicación de masas, se va construyendo un espacio de conversación donde se da un debate sobre lo que afecta al conjunto de la sociedad. A partir de este espacio se va produciendo una movilización de pareceres y argumentos, de modo que el ciudadano común puede comprender mejor la realidad y al mismo tiempo puede adherir a una postura frente a lo que sucede.



En consecuencia, cuando estamos debatiendo sobre la existencia del ‘peoplemeter on line’ hay que pensar que en la televisión no sólo está en juego un potencial votante (para los partidos políticos) o un potencial consumidor (para el mundo de la economía), sino que también estamos haciendo referencia al conjunto de ciudadanos que dan vida al sistema democrático. Desde este ángulo, la pregunta sobre la pertinencia del ‘peoplemeter on line’ debe enmarcarse en una discusión más amplia sobre la necesidad de potenciar el espacio de la opinión pública.



Es aquí cuando llama la atención el modelo de televisión que tenemos en Chile: dado que éste se regula casi sólo en función de intereses económicos, se terminan generando audiencias (una masa de individuos aislados) antes que públicos (un conjunto de sujetos deliberantes). En otras palabras, la televisión chilena interpela más a individuos que a la sociedad como colectivo y, por lo tanto, sus mensajes no necesariamente aportan a la construcción del poder de la ciudadanía.



La experiencia de otros países revela que la constitución y vigorización de un genuino espacio público no es precisamente rentable en términos económicos. Por ello que normalmente existan mecanismos de subvención al respecto. En el caso chileno esto prácticamente no se da, ya que se entiende que los medios de comunicación de masas son un negocio más que se mueve según la lógica del libre mercado. De hecho, el canal de televisión pública (TVN) tiene como principio de acción su autofinanciamiento y, por lo tanto, se ven coartadas sus posibilidades de promover formas de comunicación que potencien la deliberación colectiva.



Con esto no se quiere plantear que sea innecesario introducir criterios de eficiencia económica en la televisión pública. Luego de varios años de buen funcionamiento de este modelo, quizás ha llegado el momento de discutir cómo compatibilizar los criterios económicos con otros valóricos, tales como la potenciación de la esfera de la opinión pública. De hecho, la gestión del Consejo Nacional de Televisión (CNTV) se aproxima hacia esta lógica de acción, puesto que recientemente estableció que la televisión infantil es un bien público a financiar y uno de sus resultados ha sido el exitoso programa ’31 Minutos’.



En conclusión, puede decirse que la eliminación del ‘peoplemeter on line’ es una propuesta interesante al momento de buscar un mejor equilibrio entre una televisión de entretenimiento y una televisión que reflexiona sobre los intereses generales de la comunidad. El punto es que esta medida por sí sola no hará un cambio sustantivo. Si nuestros parlamentarios efectivamente tienen interés en generar un espacio público de calidad, donde haya una diversidad de opiniones y una argumentación simple pero no por ello superficial, es hora de abrir un debate de sociedad -y no sólo a puertas cerradas en comisiones técnicas- sobre el tipo de televisión que queremos. De lo contrario me temo que seguirá reinando la dictadura de las audiencias.




*Cristóbal Rovira K. es sociólogo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD cristobal.rovira@undp.org).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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