Publicidad

Inscripción automática: un avance en la democracia


Existe consenso en que la concurrencia de la ciudadanía en las elecciones populares constituye el ejercicio por el cual ratificamos nuestra voluntad de validar los fundamentos de la democracia representativa.



Coherente con ello, los habitantes del siglo XXI seguimos viviendo bajo la fórmula de la democracia representativa, y de alguna manera seguimos creyendo que es la mejor fórmula política que nos permite vivir en un supuesto equilibrio social, donde los ciudadanos contamos con un catálogo de instituciones, derechos y obligaciones que protegen nuestra esfera de seguridad y libertad.



Las desigualdades de todo tipo existen y el sistema político no las ha subsanado por completo. Sin embargo, participar en las elecciones supone seguir validando un sistema político que aún no encuentra un mejor sustituto y que no sabemos si ocurrirá en el futuro. Hacer todo lo posible para que el sistema político incorpore o involucre a la mayor cantidad de ciudadanos parece ser una condición básica para poder seguir legitimando el sistema.



En esta línea de enfoque, mientras más personas puedan participar en el sistema político, hace del mismo un sistema más inclusivo o menos excluyente y, por tanto, sostener obstáculos para poder votar no parece tener sentido en un sistema político que busca validarse.



La falta de participación en el acto básico del sistema democrático representativo tiene como una de sus consecuencias el desapego del sistema: en la medida que no participamos en las elecciones nos interesa poco lo que hagan los elegidos en cuya selección no hemos tomado parte. La falta de interés y participación en el sistema político también acarrea la pérdida de legitimidad del mismo, ya que si no hay adherentes al mismo no hay respeto suficiente; y más preocupante aún, puede llevar a la búsqueda por parte de la ciudadanía de otros caminos para expresar sus necesidades y requerimientos, entre los cuales se encuentran la violencia y el desconocimiento hacia la institucionalidad.



La historia y nuestra vida diaria muestran que las personas buscamos el reconocimiento y respeto de nuevos y diversos derechos día a día; que a medida que se avanza en civilización se crece en diversidad, en aspiraciones y en visiones de vida y por tanto, buscamos y esperamos por parte del sistema institucional el reconocimiento y protección de nuestras necesidades e intereses.



Esta búsqueda necesita encontrar canales institucionales que conviertan estas necesidades en políticas públicas y para ello es necesario participar en el proceso de selección de los representantes. Los partidos políticos debieran hacer todos sus esfuerzos por volver a entender y a incorporar en sus objetivos básicos la construcción de políticas que reflejen las necesidades de la ciudadanía demostrando resultados concretos y específicos.



¿Cómo lograr una participación efectiva en un sistema que cada día pierde más adeptos?



Claramente, un punto de partida es remover todos los obstáculos artificiales que puedan existir para ello, más allá de cuál sea el sector político más privilegiado. Crear las condiciones que permitan ampliar la base del electorado es una especie de deber moral de la clase política, más allá de cuántos sean los que finalmente concurran a votar.





*Pedro Mujica es abogado y coordinador académico de la Corporación Participa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias