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Habilidades lectoras y democracia


Los resultados del estudio PISA 2000 en Chile demuestran que las habilidades lectoras de los estudiantes chilenos son bastante menores que las habilidades promedio de los estudiantes de países desarrollados (OCDE). A pesar de que no son más que cinco países latinoamericanos los que participan en esta prueba (Argentina, Brasil, México, Perú y Chile), Chile parece estar ubicado un poco mejor que el promedio de estos países en los resultados obtenidos.



Si consideramos el contexto socioeconómico de Chile, en comparación con los países de la OCDE, vemos que la brecha es amplísima. Mientras el promedio del Producto Interno Bruto (PIB) per capita de los países OCDE es de US$24.500, en Chile es un poco menos que US$10.000; menos de la mitad. Obviamente, entonces el gasto acumulado en educación en Chile (a pesar que es de los más altos en países no-OCDE que participaron del estudio) es bastante inferior al de los países desarrollados.



En este contexto, se puede decir que los resultados de Chile, a nivel internacional, están a la altura de sus esfuerzos. Si bien es cierto que si queremos más desarrollo, una de las cosas que necesitamos es más educación, los resultados demuestran que vamos por la senda correcta y es probablemente una cosa de tiempo.



Desde la perspectiva de la ciudadanía, sin embargo, la alerta se produce al observar las diferencias de los resultados nacionales. Chile es el segundo país de la muestra de 43 países, después de Brasil, con mayor desigualdad de ingresos (medido a través del índice de Gini). Esto es bastante relevante si se toma en cuenta que el nivel socioeconómico de los estudiantes es lo que explica, en mayor medida, la variación del rendimiento en la Prueba PISA a nivel de establecimientos.



Hay que relevar el hecho de que un quinto de la población de estudiantes analizada ni siquiera cuenta con las capacidades básicas de lectura y que probablemente la mayor parte de estos estudiantes pertenece a estratos socioeconómicos bajos. El que estas diferencias estén asociadas a ingresos, tiene una directa implicancia sobre la reproducción de la desigualdad, lo que a su vez afecta indirectamente la sustentabilidad de la Democracia.



Hay que pensar entonces en ¿cuál es el efecto de que, al interior de una misma comunidad, unos puedan leer, interpretar y evaluar textos mejor que otros? ¿Qué efecto tienen estas diferencias sobre el ejercicio de la ciudadanía?



¿Qué significa ser ciudadano en Democracia? El filósofo alemán Jürgen Habermas define la Democracia como el proceso discursivo argumentativo de formación de una voluntad común. La Democracia supone que todos los ciudadanos tengan igual libertad y capacidad de participar en la toma de decisiones que los afectan. Uno de los ámbitos esenciales del ejercicio de la ciudadanía democrática es el ámbito deliberativo: diálogo y deliberación para la construcción de opinión y demanda, para la construcción de lo común y para el control del Estado.



Desde los tiempos de la Grecia clásica una democracia centrada en la deliberación requiere de la palabra. Sólo la palabra organizada discursivamente tiene la generalidad necesaria para una correcta deliberación argumentativa. Pero los tiempos han cambiado. En el mundo moderno, de democracia de masas, la deliberación pública adquiere un carácter cada vez menos presencial. Existe una distancia entre los deliberantes, para lo que se requiere de mediación. Por lo tanto, la palabra escrita adquiere mucha relevancia (discursos escritos, artículos en la prensa, internet, etc.).



Además, la deliberación pública en el mundo moderno se torna cada vez más compleja y no cualquier mediación sirve para transmitir argumentos de alta complejidad. Por algo, la Televisión no ha logrado reemplazar a los periódicos. Es decir, la capacidad que tienen los ciudadanos de interpretar, sintetizar y evaluar la lectura, es esencial para el ejercicio deliberativo.



Por ejemplo, el Plan Auge de la Reforma de la Salud es un plan que afecta a todos los ciudadanos que, por un lado, no están conectados ni vinculados entre sí, y por otro, es una reforma de alta complejidad. En un principio era muy difícil que la gente tuviera una opinión formada sobre el Auge, porque nadie lo entendía. Otro ejemplo son las campañas electorales, que todavía se basan mucho en material escrito (como panfletos, rallados de murallas, colgantes, etc.). Porque los símbolos no son capaces de traducir completamente los significados de fenómenos complejos.



El Estudio Internacional de Educación Cívica (realizado por la IEA – Internacional Association for the Evaluation of Educational Achievement, que evaluó a estudiantes chilenos de 8ÅŸ Básico en 1999 y de 4ÅŸ Medio en 2000, incluyó la evaluación de las habilidades de interpretación de documentos de temas cívicos (panfletos, artículos de prensa, etc.), incorporando la habilidad para distinguir entre hechos y opinión. Los resultados, en el caso de Chile, fueron significativamente más débiles que los del promedio de la muestra internacional de países.



En este estudio encontramos nuevamente que uno de los factores más relevantes, a nivel de la escuela, para explicar la varianza en los resultados, tiene que ver con los recursos económicos de los hogares. Otros aspectos relevantes, a nivel de la escuela, son el nivel educacional de los padres y las expectativas de continuar estudiando. A nivel individual, la disponibilidad de recursos literarios en el hogar es la variable más potente.



Las deficiencias en las habilidades de interpretación de material cívico tienen clara relación con las deficiencias en las capacidades lectoras. Esto demuestra una vez más que las capacidades de interpretar, sintetizar y evaluar la lectura son esenciales para el ejercicio deliberativo que exige la participación ciudadana.



El que sólo un 5.3% de los estudiantes que participaron en la prueba PISA 2000 logren un desempeño de nivel 4 y 5 (preguntas de mayor complejidad), demuestra que sólo una pequeña elite de los futuros ciudadanos podrá comprender los textos cívicos en su cabalidad. Sobre todo si consideramos la creciente complejidad del debate. Menos de un cuarto de la muestra de estudiantes alcanza al menos un nivel 3, lo que significa tener las habilidades básicas para poder participar de la deliberación argumentativa que implica la participación ciudadana.



¿Cuáles son las consecuencias de esto? La deliberación ciudadana corre el riesgo de hacerse elitista y tecnocrática. Lo que es opuesto al objetivo de la democracia. Esto deja un vacío de espacio deliberativo en el resto de la sociedad y lo que tiende a producirse es una degradación de la política argumentativa, porque no se puede llegar con argumentación compleja a la población que no cuenta con las capacidades antes descritas.



El vacío se llena con comunicación simbólica populista que descomplejiza los argumentos y apela a las emociones. Esto es la mayor parte de lo que se hace en la Televisión. Por ejemplo, en el tema de la contaminación y medio ambiente, que es un tema extremadamente complejo, éste se reduce a la imagen de un niño con problemas respiratorios en un consultorio.



En síntesis, la importancia de la lectura no es sólo en cuanto herramienta funcional que prepara a los individuos para su vida laboral, sino también como capacidad fundamental para el ejercicio de la ciudadanía en una democracia. Cuando no existen condiciones de equidad básica que permitan el desarrollo de una deliberación real para llegar a voluntades comunes (meta última de la Democracia), se corre el riesgo del tipo de diálogo antes descrito, que se puede prestar para una manipulación política.



* Daniela Trucco Horwitz es socióloga del Equipo de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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