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El espacio de la opinión pública: el exhibidor de asuntos privados


En nuestros días cuesta encontrar en el espacio de la opinión pública discursos e imágenes que hagan una reflexión sobre la sociedad, es decir, que den cuenta que compartimos un orden colectivo, capaz de pensarse a sí mismo y de modificarse. Nada de extraño si ya desde los ochenta en adelante venimos escuchando que la sociedad no existe, sino que lo que hay son individuos. Hoy en día se potencia por todas partes la figura de un sujeto libre, constructor de su propia vida y, por tanto, luchador de la defensa de su metro cuadrado.



En parte este movimiento es positivo, ya que las personas con justo derecho reivindican el ejercicio de sus propias capacidades, para llevar adelante los proyectos de vida que desean. El problema radica en que es imposible construir la identidad individual sin referentes colectivos. Las fuerzas propias no bastan para definir quién es uno y hacia dónde se va, puesto que para ello es necesario sentirse parte de una comunidad. De ahí que sea usual sentir una especie de fatiga de ser uno mismo. No es fácil tener que lidiar día a día con la construcción biográfica.



Estos procesos de transformación que acentúan de sobremanera la autonomía del sujeto, se refuerzan en nuestro país por las formas de comunicación pública que se han venido generando en el último tiempo. La cultura del espectáculo que ha cobrado vigor, tanto en la prensa escrita, como en la radio y la televisión, forma parte de este giro. Sucede que en la actualidad el espacio de la opinión pública funciona cada vez más como un lugar donde se exhiben asuntos privados y cada vez menos como un lugar donde se presentan los problemas públicos.



Gracias a los medios de comunicación de masas nos enteramos a diario de las desgracias y dichas de personajes famosos, de modo que en nuestro país compartir las intimidades de otros se ha transformado en una de las mejores formas de generar comunidad. Lo público deviene así en una escenificación de modelos, de ejemplos que revelan cómo algunos individuos han enfrentados sus problemas particulares. Diversos programas de radio y televisión entregan un vocabulario que antes no existía y que sirve justamente para manejar un lenguaje en torno a problemas privados. Basta señalar que en Chile los ‘reality shows’ instauraron el ‘cara a cara’, mientras que el Rumpy institucionalizó el habla sobre el grado de contacto en una relación sexual. A través de estos mecanismos se legitima el discurso público de los asuntos privados, sin que por ello lleguen a transformarse en temas a ser resueltos de manera colectiva.



Da entonces la impresión que la gente no busca tanto líderes sino que más bien ejemplos a seguir. Interesa saber cómo otros han hecho para enfrentar un mismo desafío. Por esto que por ejemplo una teleserie como ‘Machos’ haya dado tanto que hablar, ya que los personajes allí presentados permitieron conversar con otros sobre lo íntimo y así emergieron fugaces ritos de exorcismo: se pudo decir lo que antes estaba prohibido. Esta sensación de emancipación se condice con una percepción de creciente aumento de las libertades individuales. Se puede ser divorciado o fumador de marihuana y ya pocos se espantan. Sin embargo, al mismo tiempo se vuelve problemática la pregunta respecto a lo que el divorciado tiene en común con el fumador de marihuana. La expansión del individuo hace que los sujetos valoren lo privado por sobre lo colectivo, ya que esto último resulta irreconocible e ingobernable. ¿Cómo poner de acuerdo a una serie de desconocidos en torno a un tópico y luego movilizarlos para conseguir lo que se desea?



En el día de hoy pareciera ser que cada cual es responsable por lo que le sucede. La falla es considerada como un problema individual y así se promueve una suerte de solución biográfica de los problemas de la sociedad. Un primer ejemplo: Frente a la falta de empleo, antes se salía a protestar colectivamente, mientras que en el día de hoy parece aumentar el consumo individual de antidepresivos. Un segundo ejemplo: En una reciente publicidad de un mall, diversos sujetos quieren utilizar la locomoción colectiva, ésta se encuentra colapsada y por tanto imaginan el auto privado como solución. Moraleja: El mall no sólo te entiende, sino que mientras más compres en él, más posibilidades tienes de ganarte el sorteo de un auto propio.



Esta tendencia de una conquista del espacio público por los temas privado individuales no es una particularidad de nuestra nación, pero aquí sí se da este proceso de una forma bastante singular. En la medida que los grupos ilustrados de nuestra sociedad no tienen conciencia de esta dinámica, terminan ellos mismos modificando sus lógicas de acción y así se debilita aún más la esfera de la opinión pública. Senadores de la República terminan actuando en teleseries y periodistas despliegan grandes reportajes sobre el robo que afectó a una persona determinada, pero no ofrecen un análisis que haga referencia a la crisis de nuestro sistema carcelario o a la falta de oportunidades para salir de la pobreza.



El desafío que tenemos hoy en día consiste en potenciar un genuino espacio de la opinión pública y para hacer esto es preciso considerar dos factores. Por una parte, hay que tener en mente que aquello que llamamos opinión pública no es equivalente al simple agregado de pareces individuales frente a un tema. Esto implica que las encuestas no necesariamente son el reflejo de la opinión pública, puesto que esto sólo se logra cuando previamente ha existido un debate y una movilización de pareceres frente al tema que se está trabajando. Por otra parte, gran parte del desinterés de los ciudadanos por lo colectivo obedece a que las formas de comunicación pública que se ofrecen ya no hacen sentido a la población. Es necesario imaginar nuevas formas de generar información, donde haya un mayor espacio de debate y una exposición más detallada -pero no por ello más compleja- sobre aquello que atañe al conjunto de la sociedad. Es aquí cuando resulta provechoso pensar qué es lo hay de público en las preocupaciones privadas de las personas.



La propuesta de potenciar un genuino espacio de la opinión pública no debe ser considerada como una quimera irrealizable e irrelevante. Si pensamos que los sujetos cada vez menos cuentan con aquellas seguridades de base que antes eran dadas por la política y la religión, mayor es el interés de las personas en encontrar argumentos racionales para fundamentar sus decisiones. El aumento de individualidades que no tienen posiciones claras frente a lo que afecta a la colectividad, puede ser conceptuado como una oportunidad para la generación de discursos e imágenes que hagan una reflexión de sociedad. Hoy más que nunca escasea información sobre aquello que incumbe a la comunidad y, por lo tanto, el desafío radica en producir nuevas formas de comunicación pública que den cuenta realmente de la sociedad en que vivimos.



*Cristóbal Rovira K. es sociólogo del Equipo de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)
(cristobal.rovira@undp.org).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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