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Empresaurios y el amor a la patria en tiempos de globalización


Mal le está yendo, a inicios del siglo 21, a los cruzados de la santa fe productivista, en su batalla por extirpar de Chile el «otro cáncer»: el de la conservación ambiental.



Luego de la fracasada operación política y comunicacional que buscaba detener la compra de la estancia valle Chacabuco, en Aysén, el grupo de doce megaempresarios denominados por la revista «Que Pasa» como «Los fervientes patriotas», parecen no resignarse. Esto a pesar de ser católicos observantes.



Un inusual tono de intolerancia y xenofobia está marcando las declaraciones de algunos de los dirigentes de estas organizaciones de carácter fáctico y familiar. Mediante amenazas con acciones legales que no realizarán y denuncias de conspiraciones ambientalistas que nunca demostrarán, buscan polarizar a la opinión pública y a la clase política para que opten entre supuestos empresarios patriotas o conservacionistas anti-desarrollo.



Su objetivo es bloquear el establecimiento de áreas naturales protegidas en los codiciados ecosistemas naturales del sur de Chile; debilitar la oposición ciudadana a megaproyectos transnacionales de alto impacto ambiental y social y, de paso, ocultar el hecho que los dineros para la supuesta «compra patriótica» de la estancia valle Chacabuco nunca, realmente, estuvieron y que sólo se habría tratado de un acto retórico con objeto de generar efectos políticos.



Cuando el amor a la patria es sólo amor al bolsillo



Lo más parecido a un compromiso, por parte de este grupo de empresarios ultranacionalistas, habría sido la propuesta de arrendar la estancia Chacabuco por dos años, con una «promesa» de posterior compra.



Es evidente que el amor a la patria en tiempos de globalización no hace aconsejable gastar 9 millones de dólares en proyectos que no tienen un rápido retorno económico, ya que es vox populi que valle Chacabuco se encuentra con serios problemas de degradación ambiental, lo que no hace viable su ganadería extensiva y obliga a tener que continuar invirtiendo por varios años en programas de restauración y recuperación de suelos, pradera, flora y fauna, hasta obtener su recuperación.



Ello explica la paradoja que a pesar que entre el grupo de «Los fervientes patriotas» existen socios principales de The Coca Cola Company en Chile, del banco hispánico BBVA, del ex presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio o Guillermo Luksic -miembro del grupo empresarial que posee el mayor patrimonio en Chile estimado en 3.400 millones de dólares-; a lo que se unen los dueños de las mayores compañías mineras, pesqueras, viñedos, metalúrgicas, petroquímicas, retail, productoras de cemento, constructoras, frigoríficos y mataderos del país, no hayan logrado obtener un apoyo financiero para adquirir la estancia valle Chacabuco.



Ello a pesar que estaba en juego el destino de la Patria.



El gran bluff patagónico



Luego de alentar un exacerbado fervor patriótico al comienzo de la operación comunicacional, con frases como «estamos dispuesto a todo» o «tenemos un fervoroso sentimiento nacionalista», afirmadas en «Qué Pasa», el 16 de julio, resulta inexplicable que el grupo empresarial encabezado por Ricardo Ariztía y León Cosmelli (US$9 millones formalmente recaudados) no hubiera unido esfuerzos con la familia Izquierdo-Menéndez (US$9,5 millones), lo que le habría permitido disponer de US$18,5 millones, dinero suficiente para adquirir con facilidad la estancia en disputa, que fue finalmente adquirida en US$10 millones.



Algo que nos indica las características del heterogéneo grupo de intereses personales y corporativos reunido en este affaire son las deserciones ocurridas durante la cruzada: José Yuraszeck -dueño de Sal Lobos y de la compañía CIC, («el mismo decidió salirse», según «Que Pasa»). Lo siguieron el presidente de Oxiquim, unido al grupo minero nortino de la familia Gómez-Pacheco y el abogado José M. Eyzaguirre, del estudio Claro y Cía., quien habría desistido por que «era mucho dinero».



El caso de la estancia valle Chacabuco llama a la reflexión sobre lo que está sucediendo con el denominado integrismo empresarial. A este grupo fáctico, tradicionalmente vinculado a la explotación intensiva de nuestros recursos naturales y acostumbrados a controlar sin contrapeso a las representaciones empresariales, le está sucediendo lo mismo que los dinosaurios: no está logrando entender los profundos cambios que están operando en la sociedad chilena, derivados de los procesos de apertura económica y, por consiguiente, la aparición de nuevos actores políticos y sociales en la realidad nacional.



Sin embargo, el «affaire Chacabuco» ha generado un efecto paradojal. Más silencioso, pero no menos importante: sectores empresariales más lúcidos, pragmáticos o sensibles a las señales de los mercados internacionales están tomando una prudente distancia frente a las aventuras de estos integristas criollos. Ha comenzado el proceso para crear el Parque Nacional Patagonia, en la Región de Aysén, y habrá que observar al viejo topo de la historia, el cual como se sabe, acostumbra avanzar de manera subterránea y emerger dónde menos se lo espera.



*Juan Carlos Cárdenas N. es médico veterinario y director del Centro Ecocéanos (ecoceanos@ecoceanos.cl, www.ecoceanos.cl).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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