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Libertad económica v/s libertad humana


En los últimos días han aparecido los resultados de dos importantes informes internacionales. El primero de ellos, copublicado por el Cato Institute, con sede en Washington DC y el Fraser Institute, con sede en Vancouver, Canadá, sitúa a Chile como uno de los países en donde se alcanza mayor libertad económica en el mundo. A pesar de haber caído dos puestos con respecto al año pasado, ubicándose en el lugar 22 entre 123 naciones, nuestro país continúa siendo el líder en América Latina. De los ocho ítem que mide este indicador -vinculados con la libertad económica- la mejor nota se obtiene en lo que respecta a la «Libertad de Comercio Internacional» y el peor resultado en cuanto a las «Regulaciones del Mercado Laboral», relacionadas con la rigidez para contratar y despedir personal, además del impacto del salario mínimo nacional.

Por otro lado, se conocieron las principales conclusiones del Informe de Mundial de Desarrollo Humano 2004, preparado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Según este estudio, Chile se ubica entre los países en donde sus habitantes alcanzan un mayor desarrollo humano, situándose en el lugar 43 entre 177 naciones para las cuales fue posible obtener estadísticas. Cabe destacar que este indicador combina las mediciones del ingreso per cápita en un país, la esperanza de vida al nacer, la tasa de alfabetización de adultos y la tasa bruta de matriculación en educación primaria, secundaria y terciaria.

Noruega, Suecia, Australia y Canadá son los países en donde se apreciaron los niveles más altos de desarrollo humano. En Latinoamérica, Chile se encuentra en el segundo lugar detrás de Argentina, que alcanza el puesto 34.

Esta supuesta buena posición de Chile debe contrastarse con los siguientes puntos que surgen al desagregar las cifras y que es necesario tener en consideración:

1) Es lógico que nos ubiquemos entre los países con mayor desarrollo humano, si este sólo logra medir variables generales y en las cuales Chile hace algunos años ha venido presentando constantes avances. De hecho, la esperanza de vida de nuestra población, equivalente a los 76 años, está muy cercana a los promedios de los países más ricos; nuestro PIB per cápita bordea los US$5.000 y la cobertura en educación básica y media es bastante buena.

2) Chile se encuentra entre las 10 naciones con peor distribución en el ingreso en el mundo, sólo superado por los países más pobres del orbe. Mientras el 20% más pobre de la población sólo consigue el 3,3% de los ingresos, el 20% más acaudalado obtiene el 62,2% de la torta nacional. Por tanto, más allá de observar el PIB per cápita que sólo es un promedio, deberíamos saber como se distribuye el ingreso entre las personas para concluir en relación a la calidad de vida de sus habitantes.

3) Las prioridades del gasto público en nuestro país son al menos curiosas: Chile sólo se ubica en el lugar 84, entre 137 países, en cuanto nivel de gasto público en educación, con un 3,9% del PIB. En salud, nos situamos en el puesto 94, con sólo 2,9% del PIB en gasto público. Al mismo tiempo, estamos entre los 20 países no pobres que gastan un mayor porcentaje de sus dineros públicos en gasto militar, con un 3,9% del PIB. O sea, la posibilidad de guerras y conflictos bélicos en general recibe mayor atención que la educación de nuestros niños y la salud de todos los chilenos.

4) Además, no estaba dentro de los objetivos del informe revelar que, en Chile, el 70% de la población cuenta con menos de $120.000 para sobrevivir. Que tres de cada 10 niños se encuentran por debajo de la línea de la pobreza, equivalente a $40.562, cifra ya escandalosa. Y que sólo uno de cada cuatro niños menores de 5 años, pertenecientes al quintil más pobre, tiene la posibilidad de acceder a educación preescolar, clave para su posterior desarrollo.

Por tanto, la conclusión es la siguiente: en primer lugar, la cobertura que reciben los informes vinculados con la libertad económica es sideralmente mayor que aquella que se le da a los informes que consideran aspectos sociales, como el del desarrollo humano.
En segundo lugar, ¿qué sentido tiene hablar de libertad económica, si antes no se alcanza la libertad humana? Por ello, antes de consultar estas investigaciones e indicadores, es necesario remitirse al premio Nobel de Economía, Amartya Sen, quien vincula de manera estricta el desarrollo de una nación con la libertad de las personas de poder elegir la vida que quieren llevar. ¿De qué libertad estamos hablando en Chile, si la distribución del ingreso es vergonzosa, si existe un sistema de educación y salud para ricos y otro para pobres y si la mayoría de la población debe realizar actos de magia para llegar a fin de mes?.

Por último, es pertinente llamar a la reflexión, debido a que nuestra actual estrategia de desarrollo, nuestro mundo político y los medios de comunicación han posicionado la libertad, principalmente económica, como un fin en sí mismo, relegando a la equidad a un segundo plano. No vaya a ser que por buscar tanto una falsa libertad, terminemos por perder definitivamente la verdadera, aquella que permite elegir a cada uno de los seres humanos y desarrollar al máximo sus potencialidades en un ambiente de igualdad de oportunidades y solidaridad entre los ciudadanos.



*Marco Kremerman es economista de la Fundación Terram.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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