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La alianza de Schaulsohn y Zaldívar


Hace algunos días, hasta la estatua del roto chileno que ornamenta la Plaza Yungay debe haber estado sorprendida. Dos emblemáticos actores de la política nacional recorrieron el barrio, golpeando las puertas para promover la candidatura de la Concertación a la alcaldía de Santiago. El PPD Jorge Schaulsohn, quien al inicio de este año entró por la ventana de las cúpulas en la carrera por suceder a Lavín, se zambulló completamente en su papel de candidato y confirmó el apoyo de la Democracia Cristiana al estrecharle la mano a Adolfo Zaldívar, líder del principal partido de la coalición.



Para el santiaguino común, debe haber sido bien raro observar la amabilidad con que se movieron estos políticos. Más aún si recuerda que el abogado PPD estuvo siete años alejado de estas labores, tiempo que utilizó para profundizar sus relaciones con representantes de empresas privadas y miembros del ala liberal de la derecha, especialmente con Andrés Allamand. El bufete del RN y del PPD es uno de las más requeridos para negociar en nombre de las empresas privadas, utilizando las modernas técnicas de lobby. La exitosa experiencia de entidades como la Asociación Nacional Automotriz, que contrató su asesoría para evitar el impuesto al diesel, avalan la fama de estos lobbistas. Por ello no fue extraño que las empresas mineras contrataran los servicios de ambos «liberales» para evitar la implantación del royalty minero en Chile.



Menos entendible debe ser cuando se releen artículos del segundo semestre del 2001, en que el actual candidato concertacionista promovía la creación de un nuevo referente liberal en conjunto con miembros de la Derecha y criticaba al gobierno de Lagos, desde su acomodada posición privada.



Pero en realidad no tiene nada de extraño. El apretón de manos que se dieron Schaulsohn y Zaldívar responde a una visión común y a una relación entre el dinero y la política a costa de la depredación de los recursos naturales de Chile. Nuestro país basa su desarrollo económico en la explotación de riquezas como el cobre, el agua, el bosque nativo y los recursos marinos, todos ampliamente dominados por empresas privadas que levantan la voz y la chequera cada vez que los políticos intentan regular su explotación según parámetros más sustentables.



Una experiencia emblemática es la Ley Corta de Pesca. Adolfo Zaldívar participó en la discusión y votación del proyecto que terminó beneficiando ampliamente a Corpesca, la empresa de Anacleto Angelini en la que su hermano Andrés -por aquella época presidente del Senado- y gran parte de su familia tenían acciones. El lobby en ese trámite fue tan descarado que motivó la indignación pública.



El tema de fondo es que este tipo de hombres públicos es el que se impone a raudales en las cúpulas concertacionistas. Se trata de políticos que basan su posición en los vínculos con los grandes grupos económicos, en vez de enraizarla en el apoyo popular. De este modo, la política pública queda a merced de la presión indebida del dinero, que termina orientando el actuar del Estado e incluso la construcción de la agenda política.



Que no se sorprenda entonces el roto chileno ni el ciudadano común. Entre Zaldívar y Schaulsohn hay más coincidencias y complicidades que diferencias y, si bien pertenecen a partidos distintos, los une la estrecha relación y sumisión a la economía neoliberal.



*Marcel Claude, presidente de la Corporación Representa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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