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Declaraciones, confesiones, cuentas secretas y perdones

Si la derecha entrega fuerte importancia a las declaraciones que se sitúan fuera de la órbita judicial, lo que no me resulta comprensible es por qué no se reconocen las violaciones detalladas innumerables veces por quienes, justamente, fueron víctimas y victimarios desde 1973


(Declaraciones) Los últimos sucesos desarrollados en torno al caso Spiniak, permiten extraer ricas conclusiones, en particular, sobre nuestra clase política -¿se le puede llamar clase?- y la relación entre medios de comunicaciones y el Poder Judicial.



Como se sabe, Gema Bueno -que a estas alturas, poco honor hace a su apellido- confesó a la prensa que sus declaraciones iniciales, en las que indicaba a Jovino Novoa como partícipe de las fiestas de Spiniak, eran todas fruto de un ardid de mentiras que, en sus palabras, «el Jolo le había obligado a decir». Dicho de otra forma, ese conjunto de historias que tenían al país debatiendo sobre la moralidad de sus representantes, como pocas veces ocurre, eran, no otra cosa, que proyecciones de la imaginación -y creatividad- del cura Artiagoitía y de Gema (que dicho sea de paso, se atribuye otra serie de capacidades mentales).



(Confesiones) Esa confesión sobre su anterior declaración motivó una enérgica reacción de la derecha. Orgullosa por los resultados que parecen exculpar a Novoa, al menos de la participación en actos de pedofilia, la reacción de la derecha, podría decirse, se divide en los siguientes puntos:



a)se mantiene reunida en rededor de Novoa, en quien siempre confió -y que de seguro, es parte del apoyo que Pinochet debe echar de menos-;
b)dirige fuertes críticas al actuar de la Iglesia chilena y del Poder Judicial; de hecho, Lavín afirmó que «las instituciones no funcionan tan bien en Chile como algunos señalan» (ese «algunos» es, desde luego, el Presidente Lagos), afirmaciones compartidas por Longueira, y ;
c)pareciera que nuestra derecha abriga la convicción de que las declaraciones a través de los medios de prensa de los inculpados o de aquellos a quienes se sindica como partícipes de un determinado acto en investigación, poseen mayor peso -en una democracia- que las decisiones a que pueda arribar un poder judicial (independiente).



Ahora bien, permítanme hacer algunas reflexiones sobre los puntos b) y c), excluyendo de este breve análisis, al menos hoy, el cierre de filas en torno a Novoa (a).



Llama la atención, efectivamente, las críticas que la derecha formula en contra del Poder Judicial, señalando, incluso, que éste como institución pilar de una sociedad democrática no está funcionando bien. ¿Cuáles son las razones para afirmar algo como lo anterior? Desde luego, el hecho que algunos jueces, interpelados por la derecha, se hayan inhibido de conocer las demandas de Novoa por justicia y que, además, se hayan revocado los procesamientos del cura Jolo y de Gema en el denominado caso montaje.



Las nuevas afirmaciones de la derecha descansan, por cierto, en las nuevas confesiones que, ahora, lanza al viento Gema Bueno. Sobre la base de ellas, señalan, se ha logrado acreditar la inocencia de Novoa pues, como señalé, parece que la derecha asume que las declaraciones públicas de quienes se encuentran involucrados en una investigación judicial, poseen mayor peso (moral) en una democracia, que las conclusiones a que pueda arribar una sentencia judicial.



(Cuentas Secretas) Aquí es donde yo no logro comprender la reacción de la derecha. En efecto, si entrega un valor tan alto, como el que vengo señalando, a las declaraciones públicas de sujetos involucrados en investigaciones judiciales (en cualquier calidad -demandante, demandado, testigo o lo que sea-), aún antes de una sentencia judicial, la pregunta es ¿por qué al momento de ser interpelados por las cuentas de Pinochet en el Banco Riggs, clamaron a todos los vientos por calmar las ansiedades y esperar los resultados de la investigación judicial? Es decir, ¿cuáles son las razones que podría tener la derecha para confiar en un caso en la justicia -en las cuentas de Pinochet- y en otro, no -Spiniak-?



La perplejidad es mayor cuando, si recordamos bien, fue el mismo alcalde Lavín quien sostuvo, enérgico, que antes de juzgar a Pinochet debíamos esperar los resultados de la investigación judicial sobre las cuentas en el banco norteamericano, actividad que ahora, en cambio, en lo relativo a las investigaciones sobre el supuesto montaje, desprecia.



(Perdones) Finalmente, Alberto Cardemil (RN) señaló que valoraba las disculpas pedidas por la parlamentaria Pía Guzmán, pero, enseguida, agregó que «eso no sana las heridas y que, si es necesario, deberá pedir perdón todas las demás veces que sea necesario». La pregunta es, entonces, qué espera Cardemil para aconsejar a Pinochet a hacer lo mismo, es decir, a pedir perdón, ya no solo por las cuentas que mantuvo en sigiloso secreto fuera del país, sino, también, por las innumerables violaciones a los derechos humanos ocurridas durante su régimen (del cual dicho sea de paso, él fue importante pieza).



Es decir; si la derecha -y Cardemil, por cierto- entrega fuerte importancia a las declaraciones que se sitúan fuera de la órbita judicial, lo que no me resulta comprensible es por qué no se reconocen las violaciones detalladas innumerables veces por quienes, justamente, fueron víctimas y victimarios desde 1973, y se aboga por obtener, de parte de Pinochet, la misma súplica por perdón («no una vez, sino, todas las veces que sea necesario»).



Como ya he sostenido en otras columnas, pareciera que a la hora de las elecciones, los afanes por lograr mayorías excesivas y la lucha descarnada por el poder, en una política parca y mediocre, hacen caer a las personas en fuertes contradicciones, al tiempo que las obligan a traicionar a sus maestros y guardianes (ya abandonados, no está de más decir).





*Domingo Lovera es abogado (domingo.lovera@udp.cl)

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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