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Venezuela no es Chávez

¿Por qué hay tanta «coincidencia» en nuestro país por desinformar en lo referente a la Revolución Bolivariana? ¿Quién está dictando en Chile la agenda noticiosa acerca de Venezuela? No es difícil saberlo al recordar que nuestras empresas informativas son parte de un oligopolio ideológico.


Ante la inminencia del referéndum revocatorio en Venezuela, gran parte de la prensa chilena habló de lo parejas que estaban ambas opciones e incluso de un posible triunfo opositor. Lo cual podía parecer verosímil ante las noticias que esos mismos medios entregan acerca de la situación venezolana. Curiosamente ellas casi siempre centradas en la figura de Hugo Chávez: se le caracteriza como populista, como un excéntrico, se le hace aparecer como un dictador o casi, como un pésimo jefe de estado, como quien ha llevado a su país al caos y a la división. Al tenor de tales datos, era evidente que el pueblo venezolano elegiría revocar su mandato.



Pero al final, Ä„oh sorpresa!, casi un 60 % de los votantes lo confirmó como Presidente. Este resultado, en una primera mirada, da cuenta de la calidad de la información que se maneja en Chile sobre Venezuela. Luego, hace pensar que no es problema de fuentes ni de análisis, sino de un posible manejo interesado de la información. Parte de lo que podría calificarse como una campaña es, ya se dijo, centrarse en la figura de Chávez. Mas, ¿qué sabemos en realidad de lo que está pasando en Venezuela a raíz de la Revolución Bolivariana?



Para saber del «proceso venezolano» hay que «leer-mirar-escuchar entre líneas» los medios nacionales o bucear en internet por sitios extranjeros con el mismo cuidado. Aún así las cosas no aparecen claras. Sin embargo, igual se pueden sacar conclusiones generales de los hechos. ¿Qué hechos?. Que Chávez fue elegido, reelecto y confirmado en votaciones libres, secretas e informadas. Que su revolución ha sido legal y en democracia. Que ha ganado cuanta consulta se ha realizado en el país. Que fue defendido por la ciudadanía cuando un golpe lo derrocó (Ä„a cuyo efímero jefe de estado, presidente de la patronal venezolana, nuestro gobierno reconoció!). Que tal gobierno ilegítimo duró sólo horas debido a la acción de esa ciudadanía. Que ante una largísima huelga el gobierno constitucional no sólo se mantuvo, sino que se sobrepuso. Por tanto, después de estos años y pruebas sería impensable que ese 58 % de los venezolanos todavía siguieran embobados por el carisma de su presidente. El estómago, en última instancia, no tiene colores políticos y sí urgencias.



Tomando en cuenta lo anterior, la más mínima lógica nos lleva a concluir que no es la sola persona de Chávez lo que explica de por sí el que se mantenga en el poder. De hecho, parecería que el centro del asunto es cómo está ejerciendo el poder. Lo realmente importante sería lo que la revolución está haciendo. Es a esa administración a lo que habría que sumarle el carisma y la personalidad del presidente.



La gestión del actual gobierno venezolano, a modo muy general, en lo interno estaría marcada por una reforma agraria, promoción de los sectores populares (políticas de educación, vivienda, salud y auto organización), soberanía sobre los recursos estratégicos del país; y, en lo externo, en un afán de integración regional concreto (definido por la propia Constitución) y en reforzar la independencia nacional frente a Estados Unidos.



Para los que tienen buena memoria, lo que se enumera en el frente interno no es nada más que lo que pretendió hacer la Democracia Cristiana chilena durante el gobierno de Frei Montalva: la Revolución en Libertad. Ä„Tanto escándalo por lo que hace cuarenta años quiso hacer un gobierno de centro derecha! (recuérdese que sólo en Chile se tiene a ese partido como de centro e incluso de centro izquierda; pues en el resto del mundo es de derecha). En tal sentido, al proceso venezolano el calificativo de «revolución» le quedaría grande. Sencillamente dentro del monólogo neoliberal en el mundo, aparece como una experiencia interesante. Más todavía cuando se está realizando en el mismísimo patio trasero del principal promotor del modelo, donde no abundan los díscolos y ya sabemos cómo les fue a los que como Sandino, Arbenz o Allende lo intentaron.



Entonces, ¿por qué hay tanta «coincidencia» en nuestro país por desinformar en lo referente a la Revolución Bolivariana? ¿Quién está dictando en Chile la agenda noticiosa acerca de Venezuela? No es difícil saberlo al recordar que nuestras empresas informativas son parte de un oligopolio ideológico.



Conociendo a esos sectores y sus preferencias políticas, se entiende que no soporten a quien gobierna para los que lo votaron, sitúa el bien común general de los venezolanos por sobre los intereses de grupos particulares y quiere que su país sea soberano. En este mundo de marketing político en que no hay ideales o se los disfraza sin el menor pudor, Chávez es lo más parecido a un socialista (en sentido amplio) que intenta comportarse como tal. Y, además, su gobierno mantiene y se sostiene en un estado de derecho. Por eso Venezuela es peligrosa. Incluso al tomar en cuenta lo relativamente modesta o reformista que es el proyecto de su gobierno.



El escándalo de algunos ante ese modesto proyecto habla en el fondo, una vez más, de lo asumido que está el modelo neoliberal en Chile. Por años se nos ha venido diciendo, desde la ultra derecha a los socialistas renovados pasando por los socialcristianos, que no hay otra posibilidad más que la economía de mercado autorregulado. De ahí que ahora no se puede dejar que se conozca que el neoliberalismo no es la única opción. Que una de las posibles alternativas no sólo es real, sino que parece que da resultados. Que los ciudadanos se pueden organizar para ser una activa base social de su gobierno y no meros espectadores-consumidores. Que lo que negativamente se define acá como populismo, es la obviedad de que un presidente debe gobernar para su pueblo: no para quienes no lo votaron, para que dándoles todo lo que quieren, algún día los que sí lo votaron alcancen algún grado de bienestar. Que no actuar servilmente ante Estados Unidos es muestra de dignidad, no de locura o de comunismo.



Pero, sobretodo, quizás lo más terrible sea la posible unión de Venezuela, Brasil y Argentina en un plan conjunto de integración latinoamericana que impulse políticas redistributivas. Lo que, Ä„horror!, implicaría una decidida intervención estatal para regular los mercados y un acento en el mantenimiento de la independencia política y económica. Por eso Venezuela es peligrosa.



Que no nos engañen, lo importante no es Chávez. Lo importante es mirar lo que está pasando en Venezuela. Pero lo que está pasando en realidad en esa (vaya ironía del destino) revolución en libertad.







*Andrés Monares. Antropólogo, profesor en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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