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Ecología y regalos

La intención manifiesta de los Tompkins es donar estos proyectos a Conaf. Es así que muchos de quienes los apoyan opinan que estamos frente a un regalo de su parte y que como país debiésemos estar agradecidos. Sin embargo no todos piensan igual, ya que para muchos estos regalos causan más aprensión que exaltación.


Como todos bien sabemos, los proyectos de conservación que Douglas Tompkins y su señora impulsan en el sur de Chile causan la oposición de diversos grupos al interior del país. El intento de un conjunto de empresarios por evitar que Kristine McDivitt Tompkins adquiriese a nombre de Conservación Patagónica la estancia Valle Chacabuco corresponde a la última manifestación de este fenómeno. Varias son las interpretaciones que se han esgrimido para explicar estos hechos.



Se ha dicho que lo que motiva el rechazo es que los proyectos reducen el potencial económico de las zonas en donde se hospedan. Es también común el argumento de que estas iniciativas de conservación constituyen un impedimento para aspectos de relevancia nacional asociados a la soberanía, la autonomía y la seguridad. Por último, muchos sugieren que el móvil del repudio surge de la desconfianza de quienes no comprenden las verdaderas intenciones de estos conservacionistas estadounidenses. Si bien durante el último tiempo las primeras dos razones han sido desacreditadas con cierta frecuencia en diversos medios de comunicación, el móvil de la desconfianza ha recibido menos atención. Así, desarrollo la última interpretación para entender a quienes desconfían de estas iniciativas y así facilitar la materialización de futuros proyectos de esta naturaleza.



La intención manifiesta de los Tompkins es donar estos proyectos a Conaf. Es así que muchos de quienes los apoyan opinan que estamos frente a un regalo de su parte y que como país debiésemos estar agradecidos. Sin embargo no todos piensan igual, ya que para muchos estos regalos causan más aprensión que exaltación. En las palabras de la misma empresaria norteamericana, los grandes detractores de sus proyectos son «aquellos que creen que Conservación Patagónica no tiene reales intenciones de donar estas tierras a la Conaf» (El Mercurio, 27-07-04). En otras palabras, en gran medida la desconfianza que envuelve a estas iniciativas surge precisamente del regalo que se está ofreciendo.



Es sabido que para que los regalos sean bien recibidos deben provenir de relaciones entre donante y recipiente en donde el amor, el cariño o la amistad predominan. En ausencia de estos afectos los regalos tienden a ser vistos con desconfianza y a ser interpretados como símbolos de dominancia o engaño por quienes los reciben. Incluso si la relación entre donante y recipiente es armoniosa y abunda la confianza, no hay que olvidar que los regalos traen consigo obligaciones de reciprocidad. En palabras de los antropólogos, «no hay regalo gratis». En palabras de los economistas, «no existe una cosa como un almuerzo gratis». De este modo, a un amigo que nos invita a comer a su casa le replicamos unas semanas después con una invitación similar.



Cuando los regalos son tan fabulosos que los recipientes no están en condiciones de ejercer la reciprocidad, ellos se convierten en herramientas de poder. Por medio de regalos impagables, las estructuras de poder reafirman la distancia entre donantes y recipientes y así se reproducen. De este modo, no es extraño el cabecilla que basa la permanencia de su liderazgo en mantener a sus seguidores en un continuo estado de deuda. Este espíritu en contra de estos regalos lo expresó bien el poeta trascendentalista norteamericano Ralph Waldo Emmerson cuando escribió que «No es el oficio de un hombre el recibir regalos» y que por lo tanto «la mano de quien nos alimenta corre peligro de ser mordida».



Hay incluso casos en que los regalos ya no son sólo usados para controlar a los adversarios, sino que también para engañarlos o destruirlos. A lo largo de la historia, han existido muchos casos en donde el huésped da la bienvenida al visitante con una ofrenda de comida o bebida envenenada. La noción de regalo está tan apegada a la de veneno que al parecer el término ‘dosis’ proviene de la raíz verbal indo-europea ‘do’, la cual se ve manifestada las expresiones españolas ‘dar’, ‘donar’ y ‘dote’. En la Ilíada, el relato homérico acerca del caballo de Troya, generosamente otorgado por los griegos a los troyanos, es un claro ejemplo del uso de regalos con fines enmascarados.



Mirado desde este punto de vista, el problema de los proyectos de conservación privados impulsados por Tompkins y su señora parece radicar en la ausencia de retribución de sus propuestas. El que sus proyectos estén empaquetados como regalos incentiva la duda y aumenta la desconfianza. Así, para facilitar la materialización de estos proyectos de conservación, los Tompkins y los demás inversionistas privados deben cobrar por los bienes y servicios ambientales que desarrollan en el país. No importa si el cobro es simbólico; lo crucial es que no los pueden regalar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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