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Negociaciones multilaterales de comercio: …Y el sur rayó la cancha

Estados Unidos, la Unión Europea, Brasil, India y Australia (grupo conocido como las Cinco Partes Interesadas, CPI) acordaron una fórmula de compromiso sobre los subsidios a la agricultura, el principal escollo para reanudar las negociaciones multilaterales que deben liberalizar el comercio mundial.


Cinco socios clave de la Organización Mundial de Comercio (OMC), representantes de países ricos y pobres, alcanzaron el último día de julio en Ginebra, Suiza, un acuerdo que destrabó las negociaciones suspendidas tras el fracaso de la Conferencia Ministerial de Cancún (México) en 2003.



Estados Unidos, la Unión Europea, Brasil, India y Australia (grupo conocido como las Cinco Partes Interesadas, CPI) acordaron una fórmula de compromiso sobre los subsidios a la agricultura, el principal escollo para reanudar las negociaciones multilaterales que deben liberalizar el comercio mundial. Los países industrializados (PI) se comprometieron a reducir en unos US$ 300 mil millones los subsidios a sus agricultores, a cambio de lo cual los países en desarrollo (PED) deberán recortar los aranceles a la importación de bienes manufacturados. EE.UU. aceptó eliminar los subsidios a sus productores agrícolas en cultivos clave como el maíz, arroz y algodón, luego de que la UE se comprometiese a hacer otro tanto.



La adopción del proyecto prolonga la vida de las negociaciones de la Ronda Doha, que tras Cancún corrían serio peligro de incumplir el plazo final de término establecido por la OMC (uno de enero de 2005). Aunque los compromisos no constituyen un acuerdo final, el Director General de la OMC, el tailandés Supachai Panitchpakdi, los calificó de un logro ‘histórico’. Pero si ellos no son finalmente puestos en práctica, probablemente el sistema mundial de comercio termine fraccionado en Acuerdos regionales y bilaterales.



El ministro de Comercio argentino, Martín Redrado, empleó una metáfora futbolística para definir el significado del acuerdo concertado en Ginebra. ‘La cancha ha sido marcada, pero a favor de los PED’, y esto ocurre por primera vez en casi medio siglo trascurrido desde 1948, cuando nació el Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), antecesor de la OMC.



Los marcos de las negociaciones adoptados al filo del plazo final dado por la OMC establecieron cuestiones clave que las partes no podrán soslayar cuando ingresen a la segunda fase de las discusiones. Los compromisos de una reducción sustancial a las tarifas y subsidios agrícolas han permitido destrabar las negociaciones, pero ahora la Ronda Doha deberá abordar otros temas igualmente conflictivos: los aranceles industriales, los servicios, la propiedad intelectual, el trato especial y diferenciado para PED, la simplificación de las operaciones aduaneras y la aplicación de tratos anteriores.



La fórmula para lograr una base de consenso en materias agrícolas fue lograda mediante la creación del grupo de las CPI, pero ello también representó un nuevo reparto de papeles, el ascenso de otros protagonistas -Brasil e India- y el declive de Canadá y Japón, cuyas delegaciones integraban hasta ahora junto a EE.UU. y la UE el llamado ‘Cuadrilátero’ de países tomadores de las grandes decisiones en el ente multilateral.



Una de las principales consecuencias de la luz amarilla encendida por Cancún ha sido la forzosa apertura hacia dos grandes naciones representantes del Sur en desarrollo: Brasil e India armonizan las voluntades de un bloque de 19 naciones, conocido como el Grupo de los 20 (G-20), que incluye a China y gran parte de países de América Latina y Asia. Al quedar dentro de las CPI, sus negociadores participaron de manera activa en la elaboración de un acuerdo sobre agricultura y sirvieron de portavoces para las propuestas entregadas por las demás alianzas de los PED. Ambos han terminado así representando de manera tácita a la gran mayoría de las naciones del Sur en desarrollo durante todo el proceso pos-Cancún.



Las controversias existentes al interior de la actual ronda de negociaciones entre el Norte industrializado y el Sur en desarrollo reproducen la misma vieja asimetría con que unos y otros participan del comercio global: los nuevos mercados liberalizados tras el eventual término exitoso de la Ronda Doha. Deberían, según el Banco Mundial, expandir el flujo total de comercio en unos US$ 500.000 millones.



Relegados por los procesos anteriores de apertura comercial, los PED pujan ahora por una porción más suculenta, sobre todo del negocio agrícola -vital para sus economías. A su vez, los PI pretende limitar las reducciones de sus políticas proteccionistas agrícolas y en cambio obtener más ventajas con las aperturas en sectores como bienes manufacturados, servicios y propiedad intelectual.



Dos hechos avalan la convición de los países del Sur de que esta vez la mayor parte de ese ‘pastel’ les corresponde ‘por derecho propio’. Muchos PED han bajado fuertemente sus tarifas a las importaciones desde mediados de los años ’80 y el mayor dinamismo económico lo concentran hoy países como China, India y en general asiáticos. Todo ello ha sustituído radicalmente los históricos flujos Sur-Norte por una expansión del comercio Sur-Sur y Norte-Sur: en la década de los ’90 aquél se expandió a una tasa anual de 10% y en 2003 lo hizo al 12% (casi dos veces por encima del 6.5% en que lo hizo el promedio mundial), hoy importa bienes por US$ 780.000 millones y representa algo más del 12% del comercio global. También el año pasado, casi la mitad de las importaciones de los EE.UU. y Japón y más de un tercio de las compras de la UE provinieron del Sur. Y los países del Sur representan hoy la tercera y cuarta parte del comercio global de bienes y servicios, respectivamente.



El comercio dentro de regiones y continentes del Sur en desarrollo implica que Asia sea hoy un importante mercado para Africa, América Latina y el Medio Oriente. Las exportaciones de Brasil y Argentina hacia China se han duplicado, y en el caso de Chile, la gran nación asiática representa hoy el segundo mercado de importancia para sus exportaciones.



Este dinamismo del Sur en desarrollo ha derrumbado el mito de que la expansión esperada del término exitoso de las negociaciones de la OMC provendría esencialmente del Norte industrializado.



¿Ha sido esta reafirmación del Sur como un mercado ya no sólo atractivo para los países del mundo en desarrollo, sino que para el propio Norte industrializado, en parte responsable del endurecimiento negociador del mundo en desdarrollo observado pre y pos-Cancún? ¿Podría alentar el florecimiento de Acuerdos bilaterales y regionales entre los propios países del Sur, en caso de que la actual ronda de la OMC no satisfaga del todo sus intereses?



Este tipo de cuestiones impregnan el ambiente de la OMC. La consolidación de una estrategia como la brasileña -que hace unas semanas ofreció a los países más pobres la apertura incondicional y no recíproca de su mercado- infunde temor al Norte. Un reflejo de ello son las advertencias del propio Director de la OMC. Supachai defiende la vigencia del multilateralismo como el ‘único sistema que ha dado profundidad, acceso de mercado y certeza legal de unos reglamentos globales. El mundo pobre y la mayor parte de los paises vulnerables podrían ser los perdedores más grandes de un crecimiento del comercio a expensas suyas’.



Esa percepción puede ser cierta, e incluso válida. Pero no excluye la evidenciada por décadas de un acceso restringido por y casi siempre sometido a la voluntad de las potencias industrilizadas del Norte. Lo que viene en esta segunda y crucial etapa de las negociaciones es llevar los supuestos de la dirigencia de la OMC y los compromisos contraídos por los EE.UU. y la UE al terreno práctico.



Cuando todavía continúa incumplida buena parte de lo convenido en la Ronda Uruguay, los países del Sur demandan ahora una profunda reforma agrícola y de las normas anti-dumping. Sin avances concretos, es muy posible que la Ronda Doha culmine en el más profundo desprestigio y con un multilateralismo perforado por cada vez más Acuerdos bilaterales o regionales. Nadie los quiere, es cierto, pero para muchos países del Sur en desarrollo éstos sean quizás después de todo ‘el mal menor’.



* Nelson Soza Montiel es periodista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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