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Flexibilidad, empleo y FMI


Hacia mucho tiempo que el FMI no intervenía de manera tan directa en la política interna chilena. En efecto su director gerente afirmaba recientemente en su paso por Santiago que, «sin duda, la reforma laboral (flexibilidad) es un elemento que en opinión del FMI debe figurar en el calendario de reformas de Chile en los próximos tiempos».



Desprovisto de todo matiz, el FMI se hace presente en el debate local, y legislativo, sobre este tema, donde aún existe un margen importante de disenso entre economistas y entre fuerzas políticas y sociales. La verdad es que la discusión sobre si la flexibilidad laboral, particularmente el abaratamiento de la mano de obra, genera o no un significativo crecimiento del empleo, lleva más de 20 años en el mundo desarrollado, sin que exista todavía una prueba concluyente al respecto.



Las «rigideces» en el mercado del trabajo tienen mucho que ver con el análisis de los contratos de trabajo, que son de naturaleza y duración muy variables según los países, las empresas y el tipo de empleo. Cuando estos contratos, especialmente los de larga duración, son difíciles de romper y contienen estrictas cláusulas saláriales, entonces se dice que el mercado del trabajo genera una capacidad de adaptación muy débil del empleo y los salarios a la evolución de la coyuntura (ciclo de actividad). Por el contrario, si la legislación laboral es débilmente protectora, facilitando con ello la flexibilidad del mercado del trabajo, entonces este facilitara una más rápida reactivación del empleo o limitara el aumento del desempleo en caso de desaceleración de la actividad económica. Sin embargo, la mayor flexibilidad significará una mayor fragilidad en la situación de los asalariados.



El referente histórico de estas dos opciones es, el modelo anglosajón de funcionamiento del mercado del trabajo (Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá) y el modelo europeo. En efecto, después del segundo schock petrolero se ha establecido una divergencia en las tasas de desempleo entre EEUU y Europa continental, y a diferencia de la situación precedente, la zona euro ha mantenido como promedio una tasa de desempleo dos veces más elevada que la de EEUU, pero con una dispersión de salarios más fuerte en este último. Independientemente de las políticas restrictivas que se han vivido a ambos lados del Atlántico, aparece Europa con un mercado del trabajo que, al darle una mayor importancia a los derechos de los asalariados, incorpora mayores rigideces que el mercado de EEUU.



El modelo americano con un asalariado menos protegido, pero que tiene sólo períodos cortos de desempleo, también posee una reacción rápida del gasto interno, lo que explica también mejor su bajo desempleo; los costos de este modelo son bien conocidos: desigualdades en aumento, desarrollo del trabajo precario y aumento de las cargas de trabajo. En el caso europeo, hay que distinguir los países nórdicos (Noruega, Suecia, Holanda, Dinamarca) del resto. En los primeros, se logró conjugar débil flexibilidad con débil desempleo, quebrando una visión única entre flexibilidad y desempleo. El resto de los países europeos han buscado una mayor flexibilidad, particularmente desregulando e incentivando la búsqueda de empleo y bajando el costo laboral de los menos calificados. Sin embargo, no pudo establecerse una relación simple en el tiempo, entre cambios de régimen de indemnización y desempleo. Estos países han tenido menos éxitos que los nórdicos, y las razones están más allá que el mercado del trabajo.



En el caso de Chile, el primer problema a resolver es si existe o no rigidez en el mercado del trabajo, y si existe, dónde y cómo. Naturalmente si uno revisa la prensa el coro es uniforme, como los perritos de Pavlov, todos responden que hay «desempleo alto porque no hay flexibilidad laboral». Sin embargo, los trabajos empíricos no son concluyentes y la práctica mucho menos. En efecto, existen a lo menos dos trabajos académicos o de investigación, uno de E. Engel (Universidad de Yale) que concluye que el «mercado laboral en Chile es rígido y ha sido siempre así»; otros de H. Beyer (CEP, organismo empresarial) también con una conclusión similar a la anterior. Pero existe un tercer trabajo de un equipo de investigadores del Banco Central (E. Albagli, P. Garcia y J. Restrepo) que dice lo contrario.



Trabajando con un elevado rigor estadístico y dentro de los cánones de la economía convencional, concluyen que Chile está entre los países con mayor flexibilidad laboral de una muestra de 18 países de economías abiertas, junto a Estados Unidos, Hong-Kong y Corea. Mas aún recientemente el Banco Mundial acaba de sacar un informe que coloca a Chile entre los 35 mejores países (de 140) para hacer negocios y dentro de los criterios que utiliza para ello están «las reglas para contratar y despedir trabajadores». A partir de allí, este informe ubica a Chile como el decimoquinto país con mayor flexibilidad laboral del mundo.



Desde el punto de vista práctico, las grandes empresas hace mucho tiempo que introdujeron su propia flexibilidad, a través de la creación o uso de empresas subcontratistas de mano de obra y además estas empresas no han tenido problemas para crear en el último trimestre 153 mil empleos asalariados. El problema que tiene la pequeña y mediana empresa para crear más empleo, no es la «rigidez» laboral, sino el de financiamiento y dinamismo del mercado interno.



Podríamos concluir que las recientes declaraciones del director del FMI no sólo son desafortunadas, sino desinformadas respecto a nuestro país y, por tanto, es puro discurso ideológico. Pero lo grave es que el FMI, a través de su director, reincide en el mismo error de hace pocos años, cuando este organismo predicaba en cualquier parte del mundo que los países debían realizar una irrestricta apertura financiera, y que culminó con la crisis asiática que ya conocemos. Ahora es la flexibilidad laboral. Dicen que errar es humano, pero insistir en el error es diabólico. «Un peu de retenu Monsieur le Directeur».





*Alexis Guardia B. es economista.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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