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Municipales en Brasil: avance progresista y revés del populismo de derecha

En contraste con lo que ocurre en EEUU, el cuadro político brasilero se movió hacia el progresismo. Baste decir que la derecha brasilera es tan débil que nadie en este país se autodenomina de derecha ni tampoco de «centro derecha». Al mismo tiempo, los partidos políticos se han fortalecido y es inevitable que el dinamismo del PT y PSDB termine influyendo sobre el resto del sistema político.


Ha concluido la primera fase de las elecciones municipales en Brasil y como siempre ocurre en este país, todo es a gran escala. Más de cien millones de electores votaron por 16 mil candidatos a alcaldes en 5.562 municipios de todos los tamaños. Al mismo tiempo 350 mil candidatos disputaban 50 mil puestos de consejal. Sin embargo, a pesar la vastedad geográfica y de la enorme población votante, los resultados se conocieron el mismo día. Ya en la noche los triunfadores hacían sus declaraciones en la TV, como también los contendores de la segunda vuelta que se realizará en 44 ciudades con más de 200 mil electores.

¿Cómo interpretar los resultados electorales? El cuadro político brasilero está dominado por cuatro partidos (PT, PSDB, PMDB y PFL) que agrupan a casi el 60% del electorado, mientras que otros veinte disputan el resto. Los dos primeros (PT y PSDB) tuvieron un crecimiento significativo, mientras que el PFL y PMDB sufrieron importantes pérdidas de votación, aunque siguen manteniendo una importante presencia electoral.



Algunos consideran que ello indica un avance hacia un sistema bipartidista conforme al modelo norteamericano. Sin embargo, quizás se trata de una afirmación demasiado prematura, considerando que ambos partidos suman poco más de un tercio del electorado y sobre todo porque ambos disputan ideológicamente la centro-izquierda. Lo que sí puede afirmarse con claridad, es que el fortalecimiento del PT y el PSDB junto al debilitamiento de figuras populistas de derecha, prefiguran un sistema político brasilero moderno con partidos políticos fuertes dotados de programas y con estructuras nacionales. Esto es una condición fundamental para la consolidación de un sistema político democrático.



En este contexto, hay cinco características que marcan esta elección.



Primero, las elecciones municipales brasileras se caracterizaron por su tranquilidad y eficiencia. Esto no fue casual. Se trata de la maduración de un proceso que comenzó en 1986 y que hoy es parte de la normalidad democrática brasilera. Todos aceptaron el veredicto de las urnas y por ello puede afirmarse que Brasil es una democracia plenamente consolidada. En este sentido, no cabe duda que el voto electrónico aseguró rapidez y transparencia, dado que permitió que los resultados pudiesen conocerse y aceptarse el mismo día. Sin embargo, ello sólo fue posible gracias a la masiva confianza ciudadana en ese moderno sistema de votación.



Segundo, el PT tuvo un aumento notable de su votación debido en gran parte al apoyo ciudadano al gobierno de Lula. Fue el partido de mayor avance absoluto y relativo, incrementando su caudal electoral desde 11.9 hasta 16.3 millones de votos, convirtiéndose así en la primera fuerza política de Brasil. Ahora bien, dado que su votación está concentrada en ciudades grandes y medianas, este partido ganó las capitales de seis estados y disputa en segunda vuelta otras 22. Sin embargo, aunque duplicó el número de alcaldes, todavía tiene poca presencia en municipios pequeños y por ello suma menos alcaldes que el promedio del resto de los partidos grandes. Más aún, podría ser derrotado en Sao Paulo y Porto Alegre, dos municipios de gran importancia. Por ello es que el PT está «alegre pero no tanto».



Tercero, el PSDB -un partido que se autodefine como socialdemócrata- se constituyó en la segunda fuerza política del país. Aumentó su votación desde 13.5 hasta 15.7 millones de votos y también disputa 15 alcaldías en la segunda vuelta. Podría decirse que si el PT ganó en el país, el PSDB ganó en Sao Paulo donde ya tienen al gobernador y podrían elegir en segunda vuelta a José Serra como alcalde (quien prometió que en caso de ser elegido gobernará 4 años), creando así las condiciones para un candidato con fuerte base paulista para las próximas elecciones presidenciales del 2006.



Cuarto, aunque sigue reuniendo el 12% del electorado, se constata un significativo debilitamiento de partidos como el PFL, que representa a la derecha más ideológica de ese país y que si bien -a diferencia de la derecha chilena- jugó un rol más proactivo en la transición democrática, tuvo un comportamiento clientelista y corporativista en los últimos 20 años de gobiernos democráticos en Brasil. Es claro que un segmento importante del electorado brasilero de las grandes urbes se alejó de este partido.



Finalmente, el claro fortalecimiento del PT y el PSDB, consolida sus liderazgos respectivos en las coaliciones de gobierno y oposición: una de centro-izquierda liderada por el PT; y otra de centro-derecha (PSDB-PFL) liderada por el PSDB. En efecto, ambos partidos son más estructurados y tienen una mayor definición ideológica de tipo socialdemócrata, aunque con importantes variantes producto de su encontrada historia política de los últimos 20 años. En este contexto y junto con el debilitamiento de la derecha aliada al PSDB, el PMDB también perdió fuerza electoral. Siendo un partido de centro con poca solidez organizacional, es evidente que muestra una creciente dificultad para hacer propuestas atractivas cuando ya se han copado todas las variantes posibles del espectro de centro izquierda.



En resumen y en contraste con lo que ocurre en EEUU, el cuadro político brasilero se movió hacia el progresismo. Baste decir que la derecha brasilera es tan débil que nadie en este país se autodenomina de derecha ni tampoco de «centro derecha». Al mismo tiempo, los partidos políticos se han fortalecido y es inevitable que el dinamismo del PT y PSDB termine influyendo sobre el resto del sistema político.



La expresión más palpable de este desplazamiento hacia el progresismo es la disputa electoral en Sao Paulo, donde Marta Suplicy (PT) y José Serra (PSDB), compiten en segunda vuelta por la alcaldía de esta populosa ciudad.



En torno a esta elección hay dos hechos que destacar. Primero, ambos representan posiciones políticas de centro izquierda y por ello un connotado analista político sugirió que en caso de que Serra gane es muy probable que de continuidad a varias políticas exitosas de Suplicy, tal como Lula dio continuidad a varias políticas exitosas de Cardoso. Y segundo, la polarización Serra-Suplicy marca el fin de años de protagonismo electoral de políticos como Maluf, un claro exponente de la derecha autoritaria que desde hace años arrastra procesos por corrupción y evasión fiscal.



Más allá de la polémica electoral, es claro que Brasil salió fortalecido tanto políticamente como económicamente. El mundo aprecia el apoyo ciudadano al gobierno de Lula, así como la vibrante y madura democracia brasilera. Y también aprecia el claro mejoramiento de las expectativas económicas. En efecto, aunque el FMI predice un crecimiento del 4%, los bancos extranjeros estiman que la economía crecerá en el 2004 al 4.8% al tiempo que declaran que ya se inició un ciclo de expansión económica.



Estas son buenas noticias, no sólo para los brasileros sino para todos los latinoamericanos.



Alvaro Díaz es economista y actualmente está radicado en Brasil

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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