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Economía y medio ambiente


Hoy en día podemos contar con distintas alternativas para resolver el dilema de cómo realizar desarrollo económico y, simultáneamente, preservar el medio ambiente. Si bien existe gran cantidad de análisis de la interfase «Ambiente-Economía», pocos son los que, en el día a día, son conscientes de la complejidad de este tema. Más bien al contrario, lo aprecian como una dicotomía en la que por una parte tenemos el desarrollo económico, con una casi total ignorancia de aspectos medioambientales, frente a posturas radicales que señalan que debemos preservar la naturaleza y para ello, volver a tiempos pretéritos en los cuales el hombre tenía menores requerimientos energéticos y por ende menor impacto ambiental.



Son varias las ideas, teorías y paradigmas que han influenciado en el desarrollo de modelos interdisciplinarios que concilian la economía y el medio ambiente. Partiendo de una visión económica purista, en contraposición a ideales relacionados con la ecología profunda, han emergido nuevos conceptos tales como la protección ambiental, manejo de recursos y ecodesarrollo.



Tiende a argumentarse que tanto economía como desarrollo tienen una capacidad de crecimiento infinito, y por tanto las tecnologías permiten aumentar el poder socioeconómico del sistema, extraer recursos, incrementar la producción, y también hacer desaparecer los impactos negativos que la actividad humana tiene, convencidos de que el progreso tecnológico infinito va a mitigar cualquier daño ambiental, por grave que éste sea. La posición opuesta es la de la ecología profunda. Esta visión no está directamente unida a la ciencia de la ecología, y no hay que confundirlas. La ecología profunda es más una visión filosófica y un movimiento ético que, generalmente, rechaza la estructura y funcionamiento del concepto de sociedad ligada a desarrollo y progreso económico. Por esto, no es válido ni apropiado, el calificativo de ecologista profundo, a instituciones o personas que aspiran a los ya mencionados modelos interdisciplinarios que concilian la economía y el medio ambiente.



Existen visiones alternativas, como las ya mencionadas de protección ambiental, manejo de recursos y ecodesarrollo. La estrategia principal de una visión que pretende proteger el medio ambiente se basa en la consideración del ambiente como una externalidad económica. Esta es una modesta variación respecto a la visión económica pura. La protección ambiental, en la práctica, es defensiva o mitigante, y sólo pretende disminuir los efectos de la actividad humana, mediante «reparación» o «control» de los daños, estableciendo límites a determinadas actividades humanas en vez de buscar la forma de incrementar el desarrollo de una manera amigable con el medio ambiente.



La segunda idea, el manejo de recursos, incorpora los factores mencionados en los cálculos económicos. La finalidad es considerar las interdependencias y valores múltiples de distintos recursos y un manejo global de ellos. Esta visión reconoce la necesidad de considerar los procesos del ecosistema, no sólo los recursos físicos.



Finalmente, el ecodesarrollo contempla en forma explícita la reestructuración de las relaciones entre la sociedad y la naturaleza al reorganizar las actividades humanas y considerar sus sinergias con los procesos ecosistémicos y sus funciones. Este paradigma se mueve desde una ecología economicista a una visión ecológica de la economía. En ello considera el sistema social completo y toma en cuenta que hay grandes beneficios económicos y sociales que pueden ser alcanzados con una aproximación integral del ambiente. Antes que preguntarse qué es lo que podemos crear y luego cómo vamos a remediar, el ecodesarrollo, intenta dar una visión interdependiente y positiva entre desarrollo y ecosistema, destacando que planeamiento y manejo deben ir de la mano.



Como se puede verificar, existen numerosas visiones sobre de qué manera aproximarnos al medioambiente cundo pretendemos impulsar el desarrollo de nuestro país. No obstante, es posible verificar que, en numerosos artículos de prensa, se sigue manteniendo la discusión basados en esta vieja dicotomía entre ecologistas profundos y desarrollo económico en su forma más pura.



Claro está que alcanzar mejores niveles de vida no pasa por profundizar estas diferencias ni descalificar a los adversarios al desconocer aproximaciones técnicas y éticas, que tienen una base conceptual y práctica que le permite hacer recomendaciones válidas a nuestra sociedad. Claramente, en Chile, estamos en la base más rudimentaria de la incorporación económica de variables ambientales para soportar nuestro desarrollo. Todos nuestros esfuerzos están basados en una visión de protección ambiental y carecemos de normativas o de planteamientos más acordes con la modernidad, sin caer en la ecología profunda, sólo incorporando y considerando al ecosistema, que nos brinda sus servicios para que podamos sobrevivir en nuestra ecuación de desarrollo.



Alejandro Buschmann. Biólogo marino. Consultor Oceana, Oficina para América del Sur y Antártica.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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