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Presupuesto 2005 y desafíos pendientes en Chile

Chile nunca he tenido un manejo más responsable que en este período, aun con una crisis de por medio. Ha sido la ortodoxia de este manejo -algo que debe reconocerse al ministro Nicolás Eyzaguirre- lo que generó estas holguras. Pero tanto el estricto apego a las políticas del FMI como la aplicación de fórmulas neokeynesianas son antes medios que fines, y parece legítimo preguntarse si no habrá llegado el momento de aprovechar parte de las holguras del superávit fiscal para insuflar un remezón en


El proyecto de Presupuesto de la Nación presentado a fines de octubre al Congreso chileno por el Ministro de Hacienda es en la práctica el último de la administración del Presidente Ricardo Lagos, y como tal debería reflejar todas aquellas metas inconclusas y énfasis ‘de última hora’ -caso en el que se encuentra, por ejemplo, el elevado desempleo que arrastra la economía nacional. La propuesta gubernamental contiene, efectivamente, algunos cambios de importancia que revelan el intento de estimular la creación de empleo mediante la expansión del gasto total de la economía desde un proyectado 4,4% este año a un 5,5% en 2005. Este diferencial de 1,1 punto provendría especialmente del incremento del gasto público, que aumentaría desde un 4,2-4,3% este año a un 5,5% el próximo.



Sin embargo, el Gobierno ha optado por mantenerse apegado durante 2005 a la regla de 1% de superávit estructural, e incluso prevé elevarlo en dos décimas (a 1.2%) en el balance efectivo.



La pregunta que ha comenzado a levantarse dentro de muchos parlamentarios -en especial de la coalición gobernante- y en algunos círculos académicos es si este esfuerzo es (o, mejor, debe ser) el máximo que podría hacer el Gobierno para reactivar la demanda interna y por esa vía generar empleos no sólo temporales, sino que permanentes; ‘de calidad’ -como suelen destacar las propias autoridades.



Recuperar las tasas de inversión y de empleo existentes a mediados de la década de los ’90 continúa siendo la dupla de los principales desafíos gubernamentales. Y en ambos pudo esperarse una actitud más resuelta en materia de gasto público, sobre todo dada la inobjetable disciplina macroeconómica aplicada por la administración Lagos: la trayectoria de la inflación sigue apegada a la meta anual de 3% y si algo pudiera preocupar en este ámbito es su tasa excesivamente baja algunos meses, demostrativa de la escasa demanda existente; el dólar ha bajado y lo más probable es que se estabilice en un nivel cercano a los $600, razonablemente atractivo para los exportadores; cobre, celulosa y harina de pescado (tres de los principales rubros exportadores) registran valores históricamente altos y así se mantendrían durante 2005; el stock de la deuda externa respecto del Producto Interno Bruto (PIB) es uno de los más bajos del mundo, y el país aparece con la mejor clasificación de riesgo de toda América Latina.



Chile nunca he tenido un manejo más responsable que en este período, aun con una crisis de por medio. Ha sido la ortodoxia de este manejo -algo que debe reconocerse al ministro Nicolás Eyzaguirre- lo que generó estas holguras. Pero tanto el estricto apego a las políticas del FMI como la aplicación de fórmulas neokeynesianas son antes medios que fines, y parece legítimo preguntarse si no habrá llegado el momento de aprovechar parte de las holguras del superávit fiscal para insuflar un remezón en materia de inversión y empleo.



La inversión sigue baja…



La inversión permanece relativamente estancada en torno a niveles del 23% del PIB desde hace cinco años. De forma coherente con las favorables condiciones macroeconómicas existentes, ella ha mostrado un sorprendente -para la baja demanda interna- repunte, pero aún permanece casi cuatro puntos por debajo del nivel de 27% registrado a mediados de la década pasada.



El persistente bajo nivel de inversión se ve agravado por el hecho de que el grueso de la inversión privada es de origen externo y se orienta básicamente a los sectores productores de recursos naturales. Buena parte de estos flujos va a rubros intensivos en capital, los cuales operan como enclaves dentro de la economía -con una mínima dispersión tecnológíca hacia el resto del país. Esta tendencia consolida un círculo perverso que de un lado sigue concentrando el desarrollo exportador en productos de bajo valor agregado y de otro aumenta la brecha entre un «sector moderno» exportador con trabajadores bien remunerados pero pocos, y un gran resto de empleos inestables y con bajos salarios.



El consumo se mantiene deprimido



Contra la expectativa de las autoridades del Banco Central (BC) y de Hacienda, las más recientes encuestas registran una tendencia a la baja del consumo, vinculada precisamente a la incertidumbre que genera la situación actual y futura del empleo. El Indice de Percepción de la Economía registró una brusca baja desde 47,4 puntos en agosto a 45,3 en setiembre, su más bajo nivel de todo 2004. Como la mayoría de los consultados opina que la cesantía tendrá un incremento importante en los próximos doce meses, ha revisado a la baja sus intenciones de comprar bienes.



Sólo el 44% de los encuestados (10 puntos menos respecto de inicio de año) considera que éste es un buen momento para comprar viviendas y un tercio (12 puntos menos en relación a enero) planea adquirir un automóvil. El desánimo de los consumidores plantea un desafío al manejo económico: el país tendrá un buen crecimiento en 2004, pero ello no se traspasa a los bolsillos de los trabajadores, anticipando que el consumo interno no repuntará de manera sustantiva en el corto plazo. Sin embargo, analistas gubernamentales estiman que el comportamiento del mercado laboral no desacelerará el gasto de los hogares.



Los ex ministros y hoy senadores Alejandro Foxley y Carlos Ominami -que algo entienden del tema- han criticado el manejo extremadamente conservador de las cuentas fiscales, habida cuenta del buen escenario que se advierte para 2005. Para 2004, el BC estima que el PIB crecerá entre 5,0 y 5,5%, y entre 4,5 y 5,5 % en 2005. Hacienda ha acotado el crecimiento económico efectivo al 5,1% durante 2004 y al 5,2% para 2005, asegurando que habrá una mayor demanda interna y generación de empleo. Algunos riesgos podrían rebajar estas perspectivas: en el plano externo, el impacto del mayor precio del petróleo sobre la actividad global y/o la inflación de las principales economías quizás sea más intenso que lo considerado; en el interno, la existencia de incertidumbres precisamente sobre cómo evolucionarán el consumo y la inversión. Pero nada que no pueda manejarse -admiten las propias autoridades.



…Y el desempleo elevado



Las tasas de desempleo nacional de los últimos meses han alcanzado los niveles más elevados de la presente década, exhibiendo durante los dos últimos trimestres un incremento más allá de la estacionalidad atribuible a la baja actividad de la temporada invernal. El problema se ha trasformado en uno de los mayores desafíos gubernamentales, forzando al Gobierno a anunciar un mayor gasto para apoyar la creación de 90.000 empleos temporales como promedio mensual mediante un programa de contingencia, y asegurando que duplicará esta cifra si durante el tercer trimestre de 2005 la desocupación se mantiene alta.



El desfavorable comportamiento del empleo no guarda estrecha relación con los salarios, el costo de la mano de obra ni la evolución de las remuneraciones, que han mantenido una tendencia más bien estable en los primeros meses de 2004 y en todo caso un nivel por debajo del existente a comienzos de la década.



Contrariamente a lo que reflejan las percepciones económicas, el Gobierno ha atribuido al aumento al optimismo de las personas la cantidad de personas que se ha sumado a la fuerza de trabajo y figura en la categoría de ‘busca empleo por primera vez’. Según esta hipótesis, la expectativa de encontrar un puesto de trabajo -particularmente entre las mujeres- motivaría la expansión de la fuerza laboral. Para el sector empresarial, el problema se asocia a la tardanza en la recuperación de la inversión, a la subsistencia de ‘rigideces’ en el mercado laboral (a pesar de que la flexibilidad chilena figura entre las mayores a nivel mundial) y a los supuestamente altos costos del despido.



Otra explicación vincula el mayor desempleo al hecho de que -de manera consistente con el mejor entorno macroeconómico- la economía ha comenzado a generar empleo más estable, absorbiendo plazas de trabajo usualmente asociadas a baja productividad o a formas de subempleo. Ello quedaría reflejado en el incremento de la mano de obra asalariada y el descenso de la categoría de ‘trabajadores por cuenta propia’; así, la participación del autoempleo dentro de la ocupación total estaría perdiendo importancia y habría vuelto a recuperar sus niveles históricos cercanos al 23 por ciento



¿Por qué no?



La coyuntura económica chilena actual es inédita en las últimas décadas: en muy pocos años como éste se ha registrado la coexistencia de un superávit en cuenta corriente, un elevado precio para tres de sus principales exportaciones y un tipo de cambio situado 10% por encima de su nivel histórico. El mejor escenario externo y los avances en la integración de Chile a la economía mundial han sido dos factores relevantes para el significativo aumento registrado por las exportaciones de bienes. La balanza comercial entre enero y julio pasados anotó un superávit de US$ 5.605 millones, un 184% superior al mismo período de 2003.



Este escenario sin nubarrones previsibles en el horizonte de corto plazo es el que alienta la convicción de atender dos temas -inversión y empleo- cuyas características parecen haber llegado para quedarse. La pregunta central vincula al corto y al largo plazo: en el primer ámbito figuran las holguras existentes pero también el cotidiano drama de los desocupados y los subempleados. En el segundo, aflora una vez más la cuestión de qué tipo de desarrollo exportador prioriza no la inversión foránea, sino que el Gobierno, y cómo generar incentivos económicos para inducir inversión hacia sectores generadores de empleo ‘de buena calidad’ -como la industria alimenticia, la agroindustria, la industria forestal o la salmonicultura- o a financiar ‘proyectos sin historia’, como los que ha comenzado a prohijar la CORFO.



Una de las críticas hechas al ministro Eyzaguirre por economistas y parlamentarios de la propia Concertación ha sido que aquél aplicó una política neutra en materia de énfasis respecto de dónde quería el Gobierno que fuesen puestos los huevos de la inversión, o cuáles eran sus énfasis respecto de las ventajas competitivas de nuestro país. Como es obvio, no se puede ser competitivo en todas las áreas; pero tampoco hubo políticas e incentivos diferenciadores que permitieran reproducir el exitoso caso del desarrollo forestal (con subsidio incluido).



La otra es su ‘falta de muñeca negociadora’ para imponer una visión alternativa frente a las evidentes presiones empresariales: para el país, ha quedado la sensación de que la ‘Agenda Pro-Crecimiento’ ha sido antes un engendro de éstos que una idea gubernamental. El ministro Eyzaguirre cambió este discurso inicial por otro de políticas diferenciadoras en materia de inversión, pero ello ha sido a todas luces insuficiente vistos el comportamiento de la inversión y el empleo.



¿Por qué el Gobierno no ha optado por utilizar un 0,5 punto del superávit fiscal para atender estos desafíos que enlazan tan perfectamente las demandas del corto con los desafíos del largo plazo? ¿Qué factor tan poderoso lo impedía si la brecha de casi un punto existente entre el PIB efectivo y el potencial anula cualquier presión inflacionaria asociada al mayor gasto? Son dos de las preguntas que debieran estar presentes en el debate parlamentario del presupuesto 2005, tanto más cuanto que muchos saben que el efecto de esa mayor inversión pública es prócíclico; esto es, genera mayor actividad, más empleo y por ende mayor recaudación de impuestos.



¿Qué justificaba mantener la ortodoxia de una administración que en sus cuatro primeros años había dado muestras más que suficientes de buena administración y haber superado el ‘fantasma del allendismo’ que pudo justificar su conservadurismo económico? Dado el escenario descrito, nada, salvo el obediente acatamiento a la recomendación de seguir haciendo ‘más de lo mismo’ dada por el nuevo director del FMI, el español Rodrigo Rato, en su reciente visita a Chile.




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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