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Lula y la crítica aristocrática a la democracia

Platón despreciaba la democracia como un régimen corrupto. ¿Por qué? Porque del mismo modo como jamás le pediríamos a una asamblea de ciudadanos corrientes el diagnóstico de una enfermedad y menos su cura, era insensato confiar el arte del gobierno a una multitud de herreros, artesanos, campesinos o legos. Al filósofo autor de La República no le parecía razonable la idea de que todos los hombres estaban capacitados moral y técnicamente para autogobernarse.



Lula es un dirigente de los trabajadores en el que confiaron nada menos que cincuenta millones de brasileños que lo han hecho Presidente de la República. Todo un desafío para quienes no creen en las consecuencias radicales de la democracia. En efecto, no sólo los oligarcas no creen en ella. Tampoco lo hacen los aristócratas. Ambos defienden el gobierno de los pocos; los primeros el de los ricos, el segundo el de los mejores, los virtuosos. Vimos cómo hasta hoy la oligarquía desafía la democracia a través del control de los procesos electorales y legislativos por medio del dinero. La aristocracia sigue viviendo a través de la tecnocracia, el gobierno de los expertos. El extendido clasismo entre los chilenos le sirve de ropaje hoy. Ä„Para ser gobernante hay que tener a lo menos un MBA y venir de un buen colegio!



Platón despreciaba la democracia como un régimen corrupto. ¿Por qué? Porque del mismo modo como jamás le pediríamos a una asamblea de ciudadanos corrientes el diagnóstico de una enfermedad y menos su cura, era insensato confiar el arte del gobierno a una multitud de herreros, artesanos, campesinos o legos. Al filósofo autor de La República no le parecía razonable la idea de que todos los hombres estaban capacitados moral y técnicamente para autogobernarse.



Para él el conocimiento político constituía una ciencia regia, un arte supremo consistente en el cuidado responsable de la comunidad y en el gobierno sobre los demás hombres. Saber el bien de la comunidad, perseverar en ello y desplegar técnicamente los modos de alcanzarlo suponía toda una vida de estudio y experiencia. Muy pocos tenían tal comprensión moral, carácter virtuoso y conocimiento técnico o instrumental. Ä„Pobre del Brasil con un presidente trabajador!



Sin embargo, la argumentación de los partidarios de la aristocracia no ha resistido los dictados de la razón, la religión ni de la historia.



En primer lugar, el gobierno de la sociedad requiere fundamentalmente de consideraciones morales que no son privativas de ningún clase de expertos. ¿Chile debe tener Fuerzas Armadas para defenderse de una eventual guerra de agresión? ¿Debemos invertir más en educación o en infraestructura física? ¿Qué hacer con las parejas que se separan? Son preguntas que toda persona moralmente autónoma puede responder.



En segundo lugar, el carácter especializado del saber de los tecnócratas públicos, ofrece una visión harto estrecha para gobernar una sociedad. ¿En qué expertos deberemos confiar? ¿En el filósofo de Platón que conoce el bien? ¿En el psicólogo de Skinner que conoce la naturaleza humana? ¿En el sociólogo de Comte que maneja las leyes de la sociedad contemporánea? ¿En el economista a lo Keynes o a lo Friedmann? Si los juntamos a todos en un mismo comité, ¿se pondrán de acuerdo? Y en caso de hacerlo, ¿será prudente políticamente esa decisión? No dijo Clemenceau que «La guerra era algo demasiado serio para dejarlo sólo en manos de los militares».



En tercer lugar, el poder corrompe y el poder absoluto tiende a corromper absolutamente. Por ello la humanidad conoce muy bien cómo los expertos se apropian de un gobierno, universidad o ministerio y tienden a reproducirse. ¿Algunos presidentes mejicanos del PRI, egresados de Harvard o del MIT fueron menos corruptos que los egresados de la UNAM o que algunos de los dirigentes sindicalistas? En cuarto lugar, las decisiones en política distan de tener la exactitud de las mal llamadas ciencias exactas. En la política la incertidumbre y lo imprevisible reinan. ¿Quién iba a pensar que unos sindicalistas católicos iban a vencer a la nomenclatura comunista o que unos comunistas del Vietcong iban a vencer a la nación más poderosa militarmente? En quinto lugar, todos los que participan en el gobierno de una comunidad, desde la familia, una parroquia, escuela o empresa, saben que las decisiones se toman sobre la base de mucha intuición y compromiso y transacciones entre todos.

En suma, la democracia cree que todos somos iguales intrínsicamente. Una persona, un voto. La religión proclama que todos somos hijos de un mismo Dios, por ende hermanos e iguales. Cada uno de nosotros pueden conocer y exigir a la política que se protejan sus propios intereses, deseos, valores y necesidades. Cada uno de nosotros puede decidir sus propios principios morales a través de la reflexión, la deliberación, el examen y la consideración atenta. Las democracias modernas han demostrado su superioridad en contra de gobiernos autoritarios que creyeron saber contra el pueblo lo que realmente le convenía al pueblo. Por eso, Lula es Presidente del Brasil y Platón yerra esta vez.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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