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De las palabras a toda la verdad

¿Qué suma de dinero es equivalente a una violación, estando amarrada una mujer a un somier, con la vista vendada, la boca con mordaza y luego de los «parrillazos» vivir ultrajes reiterados?


«Paso y valor histórico», «que nos traiga la reconciliación que todos esperamos», «fin de la transición» etc. Esas, han sido algunas de las valoraciones que hemos conocido en los últimos días, luego que se diera a conocer el documento «El fin de una visión» del comandante en jefe del Ejército Juan Emilio Cheyre.



¿Cómo explicar en este «país-ejemplo» que el Informe Rettig dejara fuera la prisión política y la tortura? Estamos ante la más siniestra de las teleseries que de cuando en cuando entrega, reconoce, cuantifica, escenifica otra área de violaciones a los derechos humanos. Y en estos diversos momentos se hacen «gestos» y se escriben palabras que, en lo sustancial, resultan inconducentes para toda la verdad y justicia que se demanda y precisa. No como acto de venganza o revancha, sino como profilaxis social, como sanación del torturado y del torturador. Del que tuvo la vista vendada y del que la vendó. Porque seguramente, hasta hoy ninguno duerme y concilia el sueño, aunque estemos a años y décadas de los acontecimientos.



Se ha entregado al presidente el Informe. Miles y miles de chilenos y chilenas, involucrados o no en esos tres tomos deberemos esperar la lectura presidencial. ¿La Cita APEC corrió los plazos? ¿Conoceremos todo el documento o la síntesis? Mientras Su Excelencia lee y analiza, tendremos novedades justo antes de la Navidad y pasada la Teletón. En ese momento deberá quedar resuelto el tema de las reparaciones económicas y sus lógicas, por ejemplo una «tabla de equivalencia reparación=modalidad de tormento».



¿Qué suma de dinero es equivalente a una violación, estando amarrada una mujer a un somier, con la vista vendada, la boca con mordaza y luego de los «parrillazos» vivir ultrajes reiterados? ¿O la introducción de roedores en la vágina? ¿Cómo calcular una hora de colgamiento que además tenga corriente eléctrica y sobretodo miedo potencial, ése que te duele antes, cuando esperas que te toque, ése que te paraliza antes, ese que se construye escuchando gritar a otro, ése que espera los pasos y la puerta metálica abierta con insultos una madrugada? ¿Cómo podrá calcular el Ministerio de Hacienda como se repara todo eso?



Porque a lo menos han pasado 14 años, sin contar los prisioneros de la transición y sus torturas. Y en el tiempo transcurrido hay personas enfermas y fallecidas, depresiones y exilios, ostracismos y quiebres, frustraciones y «muertes sociales», al tener que ocultar la condición de torturada o torturado, al tener que obviar los años de cárcel en esos estériles currículum.



El Consejo de Defensa del Estado y el Ejército, representados por sus más altas autoridades, hacen «gestos». ¿A quién le creeremos? El CDE quiere facilitar el cierre de procesos vía la amnistía y se enfrenta judicialmente a todo lo que signifique reparación. El Ejército, ahora, justo una semana antes de la entrega oficial del informe, reconoce la aplicación de torturas sin justificarlas y reitera toda su cooperación con las investigaciones.



¿Qué está sucediendo en las decenas de juicios de DDHH? ¿Hay efectiva cooperación? ¿Las «chapas» de los involucrados, por fin se transformarán en nombres, con grados y rostros reconocibles? El almirante Vergara de la Armada ha dicho que pone las manos al fuego por 25.000 hombres. Es preferible que no arriesgue sus manos y asuma que hasta hoy son seguramente la rama más renuente a vivir el proceso de enfrentarse a su propia memoria y no seguir con la majadería de inmacular el buque insignia, cuando ellos sí saben lo que sucedió en sus dependencias. El general Cienfuegos dice que ya cooperó. La Fuerza Aérea ha realizado gestos de reivindicación de sus ex integrantes, pero hasta ahora guarda silencio. ¿Quedarán todavía en los mandos participantes activos en violaciones a los DDHH? ¿Por qué tanta cooperación no se ha traducido aún en lograr el cierre exitoso de cientos de procesos? ¿Qué dicen los jueces abocados a esos casos?



Si verdaderamente queremos que el texto del comandante en jefe del Ejército signifique en lo concreto y no quede en el cajón de los gestos, requerimos ser cautos y serenos, sin renunciar anticipadamente a lo principal: toda la verdad y la justicia sobre todos y cada uno de los muertos y torturados. En ese sentido las agrupaciones de familiares, lejos, son las que han tenido la mayor coherencia y serenidad, que a veces los diversos intereses en juego no les ha permitido a otros voceros o entidades por más trayectoria que tengan en la defensa de los derechos humanos.



¿Cómo estas declaraciones ayudarán a encontrar los restos de detenidos desaparecidos, sobre los cuales el mismo Ejército ha dado versiones distintas y contradictorias? ¿Sabremos por fin donde están centenares de jóvenes desaparecidos? ¿Podrá haber, sobre la base de los dichos de Cheyre, una sola y coherente versión para los diversos casos de hombres y mujeres que primero fueron secuestrados, luego se les aplicó tortura y posteriormente se les transformó en esa figura siniestra del detenido desaparecido, aporte latinoamericano al museo del terror?



Si las declaraciones institucionales no contribuyen a constituir toda la verdad y justicia que falta, para traducirse en cooperaciones efectivas en decenas de procesos, en presentación a dar testimonios ante los jueces y los organismos auxiliares, liberando a los subalternos de códigos de honor y lealtad que a estas alturas sólo los transforman a ellos en fantasmas huyendo de sus propias conciencias, no significan, en rigor, demasiado.



Hay demasiada complacencia y soberbia en el ambiente. Argentina desmanteló recientemente, uno de los principales cuarteles y símbolos de las violaciones a los derechos humanos, la Escuela de Mecánica de la Armada, la ESMA, para convertirlo en Museo de la Memoria Viva. ¿Se podría hacer lo mismo en Chile con el buque-escuela Esmeralda, o los regimientos Tacna o Tejas Verdes? ¿Podrían los escolares conocer centros de torturas en visitas guiadas, para que el Nunca Más sea un proceso efectivo de duelo y reeducación?



Salvo Villa Grimaldi y el Memorial son escasas las señas de homenaje y recuerdo. ¿Cuántos centros de torturas no fueron transformados para borrar la evidencia sin que Bienes Nacionales hiciera nada para impedirlo? Falta demasiada verdad y falta demasiada justicia. Faltan demasiados testimonios institucionales todavía ¿Qué debiera decir El Mercurio o el Poder Judicial? Por ello es preferible no ser eufóricos ni grandilocuentes reconociendo a destajo méritos que necesariamente deben traducirse en actos concretos, para seguir dando pequeños pasos hacia esta esquiva justicia y esta todavía trunca verdad a medias.



Ignacio Vidaurrázaga es periodista.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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