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Las lecciones de una tragedia en la construcción


Ocho trabajadores de la construcción muertos y veinte heridos en tres accidentes seguidos en una semana, llaman a todos los actores del escenario laboral a reflexionar sobre sus causas para detener sus consecuencias. La concentración de los hechos en tan pocos días ha despertado conmoción pública. Pero las muertes laborales a lo largo del año en el país alcanzan casi a un trabajador por día, 333 en el año 2003, cifra que se eleva a 426 si se suman las 93 personas que quedaron completamente inválidas por lesiones laborales el año pasado.



El conjunto de los 237.368 accidentes laborales registrados por las Mutualidades de Empleadores en 2003 significaron 3.150.355 días perdidos de trabajo.



Los accidentes del trabajo no suceden por azar ni, por cierto, porque estuviera de Dios que pasaran. Son el resultado de un conjunto de causas muy concretas. Algunas evidentes, otras no tanto. Ambas merecen atención en la prevención efectiva de los riesgos laborales.



Partamos por las primeras.



1.Antes que todo, lo elemental: nadie quiere enfermarse ni menos morir en su trabajo. Si históricamente se ha responsabilizado de conductas temerarias a los propios trabajadores en el desempeño de sus tareas, el autocuidado es cada vez más valorado en la sociedad chilena. Por tanto, es muy difícil que las «acciones inseguras» de los trabajadores expliquen, la causalidad general de los infortunios.



2. Ningún empresario quiere un destino dañino o fatal para sus empleados, ni cargar esa responsabilidad sobre sus espaldas.



3. Todos sabemos que los accidentes laborales graves son más frecuentes en actividades expuestas a mayores riesgos (trabajo subterráneo, en altura, con productos tóxicos). Este riesgo se incrementa si no se utilizan elementos de protección personal; mascarilla o cinturón de seguridad. Asimismo, es corriente que observemos como transeúntes la ejecución de faenas en altura en la construcción, sin visible protección suficiente.



Pero existen también otros factores que no son visibles a primera vista, que exigen revisar el comportamiento de los accidentes laborales en series históricas de más largo plazo y en tendencias mundiales.



¿Qué es lo más difícil de saber tras la ocurrencia de un accidente del trabajo?



1. Quién es el verdadero empleador de los accidentados. Con la práctica general de la subcontratación laboral, se externalizan también los riesgos. Es frecuente que en una sola obra o establecimiento, existan muchos empleadores distintos. Esto diluye las responsabilidades empresariales sobre la seguridad en las condiciones de trabajo, que en la práctica no son asumidas íntegramente por ninguna de las empresas involucradas; se toman medidas a medias, suponiendo que otro empleador se hará cargo de lo que falta. Lo que se obtiene es que la seguridad resulte desintegrada.



En estos casos, en las investigaciones sobre los accidentes laborales, se pasa de uno a otro empleador, de uno a otro proveedor de equipos, sin ser excepcional que se termine por concluir que la culpa la tenía el herido o el muerto.



Según la ley, todas las empresas están obligadas a mantener en sus lugares de trabajo las condiciones sanitarias y ambientales necesarias para proteger la vida y la salud de los trabajadores que en ellas se desempeñan, sean éstos dependientes directos suyos o lo sean de terceros contratistas que realizan actividades para ella (D.S. NÅŸ 594, Ministerio de Salud). Esta obligación se detalla en el Proyecto de Ley sobre subcontratación laboral, que actualmente se tramita en el Parlamento.



El régimen de trabajo en sistema de subcontratación es reconocido en todos los países como una zona gris y de alto riesgo para la salud y la vida de las personas. Legislaciones laborales que enfrentan el problema, recomendaciones de OIT y normas internacionales sobre calidad (OHSAS 18.000, Responsabilidad Social 8000), incorporan de manera inequívoca la responsabilidad de la empresa mandante respecto de la seguridad de todos los empleados que laboren en ella, quienquiera sea su empleador. Y proponen un solo gran programa de prevención de riesgos que abarque la realización de la obra en su conjunto. La concepción más moderna de la prevención de riesgos coloca en el nivel gerencial más alto de las empresas, la política integrada de seguridad y salud de los trabajadores.



2. La injerencia empresarial es indelegable y no se extinge o resuelve sólo con la compra de un seguro contra accidentes y enfermedades del trabajo. A su vez las Mutualidades, tienen una obligación preventiva, antes que reparadora: su mayor éxito está en que cada vez menos trabajadores accidentados o enfermos usen sus instalaciones. Este es un asunto poco conocido por quiénes trabajan. La prevención es un derecho que se paga mensualmente a los organismos administradores del seguro.



Los trabajadores también tienen «el derecho a saber» cuáles son los riesgos a que se exponen en la actividad específica que realizan y los empleadores están legalmente obligados a informárselos actualizadamente.



4. Finalmente, los accidentes laborales no tienen un comportamiento lineal, sino que son procíclicos: aumentan en los períodos de despegue y auge económico y se reducen en períodos de recesión. Así lo muestran las cifras internacionales y nacionales (la tasa de accidentabilidad cae en 3% entre 1981 y 1985, se eleva en el mismo 3% en 1993 y disminuye de nuevo a partir de 1998). Cuando mejora la situación económica, en particular en sectores como la construcción, se incorpora masivamente personal poco calificado, surgen oportunidades imprevistas, los plazos de entrega son urgentes y la informalidad en el empleo aumenta. Esto incrementa los riesgos de accidentabilidad laboral.

En resumen, hay asuntos que sabemos, algunos que debemos conocer más y otros que debemos prever mejor.



Abordar los accidentes del trabajo como una «epidemia», que requiere un alto nivel de vigilancia frente a su primer brote (indicios de crecimiento económico), obliga a direccionar las políticas de prevención de los responsables directos: las empresas, los administradores del seguro contra accidentes y enfermedades del trabajo, Mutualidades e INP y de los propios trabajadores y sus organizaciones. Al Estado le corresponde, más que nunca, la definición de una política nacional de salud de los trabajadores que incluya la prevención y una alta coordinación y eficacia de sus entes fiscalizadores.



Que los terribles accidentes de estos últimos días no se nos olviden, sino que nos obliguen a los actores del quehacer laboral a definir y vincular las responsabilidades para evitar que se repitan.



Magdalena Echeverría es socióloga. Magister en Medicina Social, especialista en condiciones de trabajo, seguridad y salud de los trabajadores.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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