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Reestablecer el poder constituyente y corregir el modelo neoliberal

Los chilenos podemos transformar la próxima elección presidencial en un referéndum, para que la ciudadanía se comprometa y entregue un nuevo mandato a un Presidente y a un Parlamento que permita establecer una nueva Constitución para un Chile efectivamente democrático y justo.


El próximo año nos encontraremos frente al desafío de concursar nuevamente frente a los ciudadanos de Chile para inaugurar un nuevo gobierno. Los concertacionistas, desde distintos lugares, sea de nuestros partidos, de las organizaciones sociales, del Gobierno, del Parlamento, de los centros de estudios o de la sociedad civil, venimos planteando que el instrumento Concertación debe renovarse profundamente.



Es un lugar común escuchar que se requiere de una nueva Concertación y que aspirar a conducir el próximo gobierno no es pretender instalar un cuarto gobierno sino que uno sustancialmente distinto. La raíz de esta necesaria autocrítica está en la forma como se ha instalado el modelo neoliberal en Chile, que no permite mayores niveles de igualdad y protección social entre sus habitantes, lo que genera un natural descontento ciudadano, muy especialmente en los estratos medios y pobres del país.



En algún momento, cuando metafóricamente el Presidente de la Democracia Cristiana Adolfo Zaldivar nos dijo que «la Concertación había muerto», produjo en algunos desazón, la que muy pronto quedó despejada puesto que lo que estaba anunciando intuitivamente el timonel D.C. era lo que todos hoy compartimos en la idea de dotar a la Concertación de nuevos derroteros para enfrentar los tiempos políticos que vienen.



Si de reformar se trata, entonces deben cambiar los contenidos y las estrategias. Valorando profundamente las ideas y especialmente las significativas obras que hasta ahora nos han acompañado, se requiere de un colectivo esfuerzo para pensar y diseñar el nuevo país que queremos. Potencialmente, nuestro pueblo cuenta con los recursos humanos, intelectuales y materiales que permiten mirar el presente siglo con optimismo.



Para ello debemos atrevernos a revisar todo aquello que nos impide alcanzar el desarrollo integral. Ello nos hace afirmar que no cabe duda que están en jaque la actual Constitución del Estado y los significativos problemas económico sociales que la concepción dogmática del modelo neoliberal no permiten resolver. Creemos que estos temas están estrechamente ligados, puesto que la institucionalidad jurídica del país tiene una honda significación social, económica, política y cultural.



Plantear estos asuntos desde una perspectiva institucional implica entrar a debatir en toda su dimensión los desafíos que nos imponen la descentralización política, la participación social y política, la estructura y rol del Estado y los poderes que lo conforman, el reconocimiento de nuestros pueblos originarios, en fin, el país que queremos construir para el presente siglo.



Un nuevo instrumento concertacionista debe propender a reestablecer el Poder Constituyente. Los chilenos podemos transformar la próxima elección presidencial en un referéndum, para que la ciudadanía se comprometa y entregue un nuevo mandato a un Presidente y a un Parlamento que permita establecer una nueva Constitución para un Chile efectivamente democrático y justo.



Ya recuperamos la democracia, ya está prácticamente consolidado lo básico y hemos podido sostener una fuerte economía. Ahora hay que dar un salto cualitativo más, para que los ciudadanos, especialmente los más desprotegidos, que constituyen los estratos medio y pobres del país, se transformen de verdad en protagonistas de la República.



Una nueva Constitución, fruto de la legitimidad que otorga la efectiva participación democrática, constituye un signo de madurez política que abre la posibilidad de que los sueños y los asuntos concretos de los chilenos tengan un espacio privilegiado en el Estado. Un Estado que se identifique con las personas de manera integral, un Estado que no abandona a la sociedad, una sociedad que refunda su sistema político y social sobre las bases de un nuevo régimen esencialmente más democrático donde, corrigiendo el modelo neoliberal, impere la justicia social.



Es posible construir en Chile una nueva Constitución, mediante un Nuevo Acuerdo Nacional Democrático. Las constituciones en la historia pueden ser el producto de una revolución violenta, del imperio de la fuerza de las armas o de una gran movilización social y política democrática que dé cuenta de la opción mayoritaria de la sociedad. Optamos por esta última como única alternativa de legitimación de una nueva institucionalidad para nuestro país. Este desafío no es propiedad de un partido o un movimiento político y debe transformarse, sin duda, en un imperativo nacional.



Eduardo Salas Cerda. Abogado y militante de la Democracia Cristiana.




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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