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Modernizar la inscripción electoral o terminar con ella


Muchos rasgan vestiduras después de cada elección por la participación cada vez menor de la ciudadanía en la generación de sus autoridades. En los últimos comicios, 4 millones y medio de personas no emitieron preferencia por ningún candidato, porque no están inscritos en los registros electorales, no concurrieron a sufragar, votaron en blanco o anularon su voto.



Los diagnósticos respecto de la fragilidad creciente del fundamento de nuestra democracia, por apocalípticos que sean, son olvidados hasta la próxima elección, cuando se acude nuevamente a cifras y explicaciones que, por repetidas, ya se han convertido en un vano ritual.



Se recordará que, al momento del Plebiscito de 1988, uno de cada tres electores tenía menos de 30 años, hoy día los mismos representan menos de la décima parte de los inscritos. Es cierto que Chile ha envejecido pero la esclerosis del padrón va muchísimo más allá de la biología, pues en los últimos diez años sólo se ha inscrito una ínfima porción de quienes han alcanzado la mayoría de edad.



Cómo no concordar en el mal que le hace a la democracia que el país político continúe distanciándose del país real; que la ausencia de jóvenes en el mercado electoral tiende a producir también el envejecimiento de liderazgos y propuestas; que se erosiona la legitimidad del sistema cuando la preocupación por los problemas juveniles y la oferta programática de los partidos y candidatos hacia los jóvenes en las elecciones ocupa un lugar cada vez más marginal, correlato natural del peso electoral irrelevante de la población juvenil.



Hay una incongruencia enorme entre la alarma pública por la reducción progresiva de los que participan en la generación de las autoridades en Chile y la escalofriante pasividad con que el Estado y la sociedad política invita a los ciudadanos a inscribirse en los registros electorales.



Proclamamos a los cuatro vientos el interés por incorporar a los jóvenes a la vida política y nada hacemos por modificar un sistema anacrónico que en los hechos desincentiva la participación juvenil. Las oficinas de inscripción electoral siguen siendo lugares anónimos en las comunas, atendidas por personas de la Tercera Edad que inscriben a los ciudadanos en un cuaderno, abiertas sólo los primeros 7 días hábiles de cada mes y tres meses durante todos los días pero sólo hasta 120(!) días antes de la elección.



Si nos interesa de verdad detener el proceso progresivo de vaciamiento ciudadano que está viviendo el fundamento principal de nuestra democracia, debemos cambiar urgentemente las condiciones de participación de la gente en las elecciones, eliminando el trámite de inscripción previa para ejercer el derecho constitucional a votar o transformando el servicio electoral en un ente que busque activamente inscribir nuevos ciudadanos y facilita que éstos ejerzan su derecho a participar en las decisiones nacionales. Mientras esperamos, el padrón continúa envejeciendo, en cada elección hay menos jóvenes, más adultos mayores impedidos de votar y más personas que viven lejos de la ciudad donde se inscribieron.



Si se teme el ingreso masivo de nuevos electores con la inscripción automática, nada puede argüirse contra la ampliación de los horarios de atención en las oficinas de inscripción electoral, el reemplazo de los cuadernos por computadores, que la gente pueda inscribirse hasta un mes antes de las elecciones, precisamente cuando está motivada para hacerlo, que el servicio electoral realice campañas de información y publicidad para atraer a los jóvenes, tal como lo hacen las Fuerzas Armadas o las universidades, que también pueda, como ocurre en tantos otros países, desplazarse a inscribir jóvenes a liceos e instituciones de educación superior.



Ningún interesado en aumentar la participación electoral debiera objetar que el Servicio Electoral disponga de la tecnología necesaria para que la gente pueda votar allí donde vive. Fueron más de 700 mil en estas elecciones los que se justificaron ante Carabineros y la gran mayoría de ellos habría preferido, sin duda, reemplazar ese engorroso trámite por su participación en la elección de las autoridades comunales en la ciudad donde vive.



Que vote más gente, que la juventud participe y que las autoridades elegidas sean más representativas, son objetivos de interés nacional común. Todas las instituciones interesadas en fortalecer la democracia debemos trabajar juntas para cambiar ahora -no mañana- las condiciones de participación ciudadana en las elecciones.



José Auth. Ex Embajador de Chile en Suecia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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