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Voto juvenil y participación

El Tercer Estudio Internacional de Educación Cívica muestra que los jóvenes chilenos presentan un escaso nivel de conocimiento respecto de temas cívicos. Los alumnos de 8ÅŸ a 4ÅŸ medio obtuvieron puntajes inferiores al promedio internacional en todas las escalas de conocimiento.





En Chile, hace ya algún tiempo se viene hablando que los jóvenes (concepto por lo demás bastante manoseado) no tienen interés por la política, que ya no participan en ella, y que ya no sienten el fervor que caracterizó a la juventud de hace algunas décadas con la actividad pública. En parte, muchas de esas afirmaciones son ciertas, pero el análisis no debe centrarse sólo en eso, pues el problema es tanto más complejo como profundo.



Efectivamente, del total de 2.4 millones de no inscritos, casi 2 millones son jóvenes, lo cual constituye un importante grupo de potenciales votantes. Eso se traduce en que sólo un 29,9% de los jóvenes están inscritos en los registros electorales, cifra que disminuye entre los jóvenes de menor edad y aquellos de menores recursos. Los jóvenes no se sienten atraídos ni representados por las organizaciones de la política tradicional. No es de extrañarse entonces que desde el plebiscito del 88 hasta las elecciones del 2004, el porcentaje de jóvenes respecto del total de inscritos haya disminuido de un 36% a un 9%.



Hoy día Chile cuenta con un sistema de inscripción voluntaria y voto obligatorio, sometido a sanciones de castigo. Ello hace del sistema un mecanismo muy injusto, ya que castiga a quienes no votan una vez, pero no sanciona de ninguna manera a quien no lo hace durante toda la vida.



Desde el punto de vista de la práctica electoral -que ejemplifica de manera notable el ejercicio de la ciudadanía- la inscripción automática permite ampliar el padrón electoral hacia un sector (auto) excluido de las prácticas políticas, abriendo espacio a ideas hasta ahora no representadas que, sin lugar a dudas, enriquecen el debate público. De lo contrario, y en un futuro no muy lejano, la población electoral podría disminuir hasta alcanzar niveles críticos, completamente discordantes con el proceso de crecimiento y consolidación democrática del país.



El Tercer Estudio Internacional de Educación Cívica muestra que los jóvenes chilenos presentan un escaso nivel de conocimiento respecto de temas cívicos. Los alumnos de 8ÅŸ a 4ÅŸ medio obtuvieron puntajes inferiores al promedio internacional en todas las escalas de conocimiento (contenidos cívicos, interpretación de información cívica y economía). Los propios jóvenes se autoperciben como poco conocedores de los temas políticos, lo cual muchas veces los limita para sostener conversaciones en relación a ello.



Quizá aquí influye, además de la falta de información o desconocimiento respecto de la política, una sensación generalizada de que esos son temas en los cuales ellos no tienen mucho que decir ni mucho menos tienen posibilidades reales de intervenir. Por lo mismo, no resulta extraño que los jóvenes presenten una moderada valoración respecto de la democracia. El 50% lo considera que esta es sólo una forma de gobierno, como cualquier otra, e incluso el 51% cree que esta no es el mejor sistema de gobierno. Esto difiere mucho de otros países como España, donde el 79% considera la democracia como el sistema de gobierno preferible en relación a otros.



Con todo, un 47% de los jóvenes dice participar en alguna organización. Esto reafirma la idea de que los jóvenes si están interesados en participar, pero su modo de entender la participación esta lejos de la política tradicional. Hoy día los jóvenes se sienten motivados para participar en relación a temas y organizaciones diferentes de las políticas. De hecho, los jóvenes en Chile participan en actividades políticas no convencionales más que otras generaciones y también más que otros países. Participan principalmente de actividades sociales, en organizaciones deportivas, de ayuda a la comunidad y trabajos voluntarios.



La dicotomía entre participación pública y participación política es evidente, lo que confirma un vacío importante en el tipo de educación cívica que reciben niños y jóvenes, puesto que hay al menos a nivel de percepción, una desvinculación entre actividad en beneficio de la sociedad y una práctica política.



Ese es el desafío del gobierno. Enseñar y formar a todos los ciudadanos para que logren hacerse parte de la democracia en la que viven; que conozcan sus instituciones y los mecanismos de participación que están a su alcance, para que las ideas que mueven los intereses de las actividades de los jóvenes, tengan una concordancia con el debate público y así, las grandes decisiones se tomen en las urnas.



Si se llegase a aprobar la ley de inscripción automática y el voto voluntario, sería sin duda un paso importante para consolidar la democracia y las libertades en Chile. No sólo tendría cabida un sector que, por restricciones del sistema electoral, políticamente no es escuchado, sino que además permitiría acercar y facilitar el debate y las propuestas políticas a los jóvenes. Este intercambio y diálogo cívico, no sólo es necesario, sino también urgente.



Paula Pacheco Flanagan. Socióloga, Pontificia Universidad Católica. Asistente Investigación Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez. Juan Felipe López Egaña. Tesista Licenciatura en Historia, Pontifica Universidad Católica.






  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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