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Bush II: la misma doctrina, más poder


El periodista Seymour Hersh, laureado con el codiciado Pulitzer es un monumento vivo del periodismo de investigación en los Estados Unidos. Fue él quién, al revelar la masacre en la aldeíta de My Lai, contribuyó de manera decisiva al giro crucial de la opinión pública norteamericana contra la guerra en Vietnam. También fue el primero en informar sobre el bombardeo de Camboya ordenado por Henry Kissinger, y más tarde acerca de la implicancia de la CIA en el Golpe de Estado de Pinochet. El año pasado escribió en el New Yorker el artículo sobre las torturas practicadas por las tropas estadounidenses en la prisión iraquí de Abu Graib. Las atroces metodologías de guerra, avaladas por el poder político, conmocionaron al mundo pero no a la mayoría de los norteamericanos que reeligieron a George W. Bush como Presidente.



En una entrevista al Washington Post realizada el domingo 16 de enero, Bush reitera que los electores le dieron un cheque en blanco para continuar con el proyecto neoconservador de «democratizar» el Medio Oriente. Al día siguiente, en la red NBC News, el presidente reelecto afirmaba no descartar la posibilidad de una intervención militar en Irán: «no sacaría ninguna opción de la mesa», afirmó.



El contexto político actual en los EE.UU. no favorece ni la crítica periodística ni la búsqueda de la verdad. Los festejos del segundo mandato de Bush en Washington fueron una demostración de fuerza del poder de los neoconservadores en un país dividido. Dan Rather, el otro periodista que osó hablar en su emisión de televisión de lo que ocurría en Abu Graib, con fotos como prueba de los actos de tortura, quedó en el camino. Algunas semanas antes de las presidenciales norteamericanas, exhibió en el programa de asuntos públicos «60 minutes» una presunta carta, poco fiable, escrita por un oficial ya muerto, que dejaba entender que George Bush no había sido ni buen patriota ni buen piloto en su servicio en la Guardia Nacional.



El famoso «anchor man» debió renunciar hace algunas semanas. Se dice que el equipo de Bush exigió su cabeza a los ejecutivos de CBS. La incertidumbre se instala en la profesión. Un clima de inseguridad y temor se vive en algunas redacciones de medios norteamericanos.



Pero Seymour Hersh no se amilana. En la última edición del prestigioso semanario neoyorquino, reincide y sostiene en su artículo «Las guerras venideras. Lo que el Pentágono está haciendo en secreto», que según fuentes fidedignas: «Irán será la próxima campaña militar en la guerra contra el terrorismo». Además, las operaciones de inteligencia estarían, desde ahora, bajo el control directo del Pentágono (Ministerio de Defensa) y por lo tanto del círculo de hierro de Bush. La CIA ya no corta ni pincha, después de haber sido puesta bajo la tutela de un hombre de confianza del Presidente. El Congreso podía exigirles cuentas a los funcionarios de la CIA, pero será muy difícil hacerlo con los militares y halcones del Pentágono, hombres de confianza del poder ejecutivo y del Comandante en Jefe, George W. Bush.



Un informante encubierto por el anonimato -un alto funcionario- le afirma al periodista que comandos norteamericanos efectúan misiones secretas de reconocimiento en territorio iraní desde julio pasado para localizar unos treinta potenciales objetivos nucleares y químicos. Éstos serían destruidos quirúrgicamente cuando la ocasión se presente.



Un comando norteamericano se encuentra en el sudeste asiático y trabaja codo a codo con científicos pakistaníes que tuvieron contactos con expertos nucleares iraníes. Israel es una pieza clave -inteligencia y operativa- en el dispositivo tenaza que se erige en torno a Irán.



El ex alto funcionario de los servicios de inteligencia, citado por Hersh, indicó por su parte, que «se trata de una guerra contra el terrorismo, del cual Irak no era más que una etapa. El gobierno Bush considera la región como una inmensa zona de guerra. Pronto asistiremos a la campaña de Irán». Los responsables civiles del Pentágono (D. Rumsfeld, P. Wolfowitz y D. Feith) desean ir pronto a Irán a destruir el máximo de infraestructuras, afirma la fuente anónima. A mediados de mandato -en dos años- sería la fecha prevista.



No es necesario ser un fino estratega para darse cuenta que el territorio de Irak -colindante con el de Irán- tiene un gran valor militar. Cada día será más difícil convencer a la opinión pública árabe-musulmana de la región que la política de «cambio de regímenes» de los neoconservadores se basa en el deseo de difundir de manera desinteresada los valores universales del occidente.



O, que en su defecto, sea la mejor estrategia para combatir el terrorismo. El argumento de que millones de iraníes (musulmanes chiítas no árabes) recibirían a las tropas norteamericanas como libertadores -falso en el caso de Irak- es el que se repite como una cantinela en el discurso de los neoconservadores. Es evidente que en el país de los ayatolas existe una poderosa corriente reformista disidente, pero esto no impedirá que el fuerte sentimiento nacionalista iraní reaccione a una invasión estadounidense, afirman los especialistas.

Por el momento, el gobierno de Bush recurre a presiones de orden diplomático para persuadir a Irán de desactivar su programa de desarrollo de armas nucleares, afirma The New York Times. A comienzos de este año, ocho grandes empresas chinas fueron sancionadas por Washington por haber entregado asistencia técnica a Irán en el marco de un plan de construcción de misiles balísticos, sostiene el cotidiano.



Condoleeza Rice a la ofensiva ante el Congreso



Pero los índices comienzan a reunirse para configurar un panorama donde la opción neoconservadora de los cambios de regímenes por la fuerza y de manera unilateral es la que persiste. Pese a las declaraciones de la nueva canciller Condoleeza Rice ante el Congreso acerca de la vuelta al multilateralismo y a la necesidad de «construir un sistema internacional que comparta los valores del Estado de Derecho» para «reforzar una comunidad de democracias que luche contra las amenazas a la seguridad común». En el fondo, nada nuevo bajo el sol puesto que estos dos últimos principios son los fundamentos que presidieron en 1945 la creación de la ONU bajo los auspicios de EE.UU.



En su exposición ante el Congreso para su ratificación en el cargo, el Senador Biden interrogó a la reemplazante de Colin Powel. Primero le citó el párrafo del reportaje de Seymour Hersh en The New Yorker donde se explica que miembros del Pentágono plantean lanzar una serie de ataques selectivos que harían caer rápidamente el régimen islamista. Enseguida, el senador demócrata le largó la pregunta: «¿Cuál es el objetivo de los EE.UU?».



La flamante canciller responde: «Tener en Irán un régimen que considere nuestras inquietudes respecto a una política que se opone en 180°a nuestros intereses». El Senador indaga, quiere saber porqué los EE.UU no se unen a los esfuerzos de los 3 países europeos (Inglaterra, Francia, Alemania) que buscan negociar con Irán el abandono del programa nuclear. Condoleeza Rice responde sin pestañear: «Para nosotros, el aspecto nuclear es sólo un aspecto de nuestra relación con Irán». A continuación cita los Derechos Humanos y el terrorismo. Confirmando así que el abandono del programa nuclear por parte del régimen iraní no bastará para satisfacer a Washington. Corine Lesnes, la corresponsal de Le Monde en la Casa Blanca, escribirá: «Si quedaban dudas sobre las ambiciones del Sr. Bush al comienzo de su segundo mandato, ellas se disiparon con las respuestas de Condoleeza Rice.



El senador John Kerry le preguntó si había una estrategia de retirada de Irak. La flamante canciller no dio ninguna fecha como respuesta. Sin embargo, afirmó que 120.000 iraquíes están siendo entrenados para mantener el orden. El senador Biden, indignado, rechaza la cifra. Sostiene, por haber estado en el terreno y hablado con las tropas, que los iraquíes operacionales son sólo 4.000.



El gobierno de Bush II considera a Cuba, Irán, Corea del Norte, Zimbawe y Bielorrusia como «reductos» o «vanguardias» de la tiranía (hasta hace poco eran el «Eje del mal»). Durante estos cuatro años más de gobierno de los republicanos neoconservadores, los intereses políticos, estratégicos y económicos, envueltos en la retórica moral de la «expansión de la libertad» formarán una mezcla explosiva. No se trata de amenazas, lentamente el cerco se cerró un poco más sobre esos países durante 2004.



Con respecto a América Latina, la canciller designó sus blancos (fue más clara aún que su predecesor). Para la Sra. Rice el gobierno venezolano es una «fuerza negativa» en la región, en términos de relaciones con sus vecinos y también por sus relaciones con Cuba. Por supuesto, Venezuela es el cuarto proveedor de petróleo de los EE.UU., el presidente Chávez trabaja afanosamente para que América Latina se constituya en bloque político-económico, ayuda económicamente al régimen de Fidel Castro y se opone al ALCA. Además, los conflictos con Álvaro Uribe de Colombia -el protegido de los EE.UU- son recurrentes. Todas las condiciones están reunidas para demonizar y desestabilizar a un gobierno latinoamericano legítimo.



Los premonitorios análisis del «maestro de la estrategia»



En «The Choice. Domination or Leadership», publicado a mediados de 2004, Zbigniew Brzezinski, el «maestro de la estrategia» (según Paul Wolfowitz) presenta de manera clara lo que él llama los «dilemas» a los cuales la superpotencia estadounidense se ve confrontada en el ejercicio de la dominación hegemónica mundial. Nunca su potencia militar fue más impresionante, pero nunca su credibilidad política fue más criticada en el mundo, afirma el asesor del Center for Strategic Studies y Profesor de política extranjera de la John Hopkins University.



A la luz de cinco lúcidas páginas, del último capítulo de su libro (V, Los Dilemas de la Democracia Hegemónica), se constata que las peores previsiones del analista se están cumpliendo. Partiendo del dato estadístico que días antes de la invasión en Irak, el 81% de los norteamericanos estimaban que los EE.UU debían considerar a los aliados y a la ONU en toda acción internacional, Brzezinski afirma que Bush y los neoconservadores, al «no compartir esta actitud», se libraron a procedimientos antidemocráticos e ilegítimos para imponer su visión de un mundo hostil.



A partir de aquí el analista sugiere que la política exterior de los EE.UU. cayó en manos de lo que él llama la «esfera imperial». Conducida hoy por el Ejecutivo y el Departamento de la Defensa. Esta concentración de poderes en manos del Ejecutivo está rompiendo el delicado equilibrio (check and balance) de poderes en el sistema político de los EE.UU. El Congreso norteamericano es cada vez más impotente para fiscalizar la política extranjera, lo que implica que son los fundamentos mismos de la democracia norteamericana los que están siendo violentados (el otro contrapeso es la prensa libre, asegura el autor). Esta tendencia se fue fortaleciendo desde la post-guerra con la «emergencia de una elite imperial encargada del funcionamiento de la hegemonía que acompañó el desarrollo de de la potencia americana durante 50 años».



El académico explica en «The Choice»: «Con el tiempo, un aparato colosal, una red político-militar dirigida por el Ejecutivo y compuesta de representaciones diplomáticas, despliegues militares, sistema de inteligencia e intereses burocráticos se organizó para administrar la ingerencia global de los EE.UU.» Brzezinski, agrega: «Fortalecida por sus competencias exclusivas, por los intereses que ella defendía, por su poderío y sus responsabilidades, la burocracia imperial (sic) comenzó a percibirse como poseedora de una maquinaria única para determinar la conducta de América en un mundo peligroso y complicado».



Es el modus operandi de esta «casta imperial» (son sus términos), que el estratega y ex consejero de Carter considera peligrosa para imprimir liderazgo tanto nacional como internacional al Imperio, el que Seymour Hersh revela en su reciente artículo. El sustento ideológico de esta burocracia imperial, cuya cabeza visible es el Departamento de Defensa a cargo de D. Rumsfeld, es suministrado por los neoconservadores. Enquistados desde hace años en los peldaños de la maquinaria hoy están incrustados en el núcleo central de la red político-militar.



Esta realidad se plasma en lo que el Director de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés de Buenos Aires, Juan Gabriel Tokatlian llama «El momento proconsular». En un artículo de El Mundo Diplomático (Argentina) de diciembre de 2004, el investigador transandino afirma: «El Comando Sur parece estar convirtiéndose en el procónsul del proyecto [imperial] en el ámbito interamericano, figura que en el Imperio Romano acreditaba al gobernador de una provincia. Ubicado en Miami (Florida), este organismo militar tiende a ser el principal interlocutor de los gobiernos del área y el articulador primordial de la política exterior y de la defensa estadounidense en la región».



Leopoldo Lavín Mujica. Profesor de Ética y Política, Departamento de Filosofía, Collčge de Limoilou, Québec, Canadá.







  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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