Publicidad

Bendito eras entre todas las mujeres


Una vez salidos del arduo y vertiginoso tráfago que significó la última Junta de la Democracia Cristiana, es posible referirse con algo de calma a la postulación de Adolfo Zaldívar para ser precandidato presidencial de la Concertación por su partido. Para empezar, creo que en principio no fuimos pocos los sorprendidos por sus pretensiones. En su momento uno pensó, casi con lástima, que nadie de su círculo cercano fue lo suficientemente sincero con él. Al contrario de lo ocurrido a Frei con sus «amigos», que imaginamos ya nos lo llama así, que le hicieron ver que ni ellos lo votarían.



Aunque se evidencia nuestro error cuando en la Junta, a la cual concurrían más de 500 delegados, Zaldívar pierde ante Soledad Alvear por 48 sufragios. Así, queda claro que los parámetros al interior del «planeta» Partido Demócrata Cristiano no son los mismos del resto del país. Es decir, sólo los no iniciados podíamos equivocarnos de forma tan grosera al pensar que Zaldívar había cometido un desvarío al candidatearse y que no tenía arrastre entre la militancia. No obstante, al revisar los «logros» del ex pre-precandidato, los hechos van mostrando la real significación de su liderazgo para muchos de sus camaradas.



En primer lugar, sacó de su decadencia al Partido y elevó su respaldo en las urnas. Porque cuando hablamos de ese nuevo empuje de la DC, hablamos estrictamente de conseguir más votos. Lamentablemente, a decir de los suspicaces que nunca faltan, ese afán no respondería al idealismo que busca poder llevar a cabo de una vez y sin trabas el proyecto humanista cristiano en el país. Sino que los votos se traducirían en más poder o influencia política y social. Lo que a su vez implicaría más puestos de trabajo para sus militantes y simpatizantes en el aparato del Estado. Y, lo que todos sabrían pero callan pudorosamente, en más posibilidades de hacer negocios a todo nivel: desde la humilde OTEC de algún oscuro camarada que «gana» una licitación de un servicio menor hasta los negocios en serio en las privatizaciones, la gran minería, el sector inmobiliario o a las concesiones. Cómo no lo iban a querer, cuando todos sabemos que nuestro personaje está imbuido de ese espíritu sectario (unitario dirán en la DC) del «camino propio», latente desde el gobierno de Frei Montalva en el Partido. Gracias a San Colorín, de forma expedita, la torta se hubiera repartido entre muchos menos.



Además, Zaldívar había entrado decidido en la pelea con el partido que se estaba metiendo en su territorio: el centro político. De esa forma, habría logrado efectivamente quitarle votos… Ä„a la Unión Demócrata (sic) Independiente!. A un partido de extrema derecha, católico ultraconservador, que reúne a gran cantidad de ex funcionarios y simpatizantes de la dictadura, los que participaron y respaldaron tanto las acciones que dicho gobierno realizó en perjuicio del país como sus delitos (léase liquidación de empresas y riquezas nacionales, y crímenes contra la humanidad respectivamente). Por si fuera poco, la UDI postula de modo explícito el modelo socioeconómico neoliberal, que hasta el conservador Papa actual ha definido como anticristiano. Comprendemos ahora tanta preocupación en la DC porque no les birlaran el mote de «popular».



Por si fuera poco, expresó su firme decisión de encabezar la urgente cruzada partidaria de corregir el modelo económico chileno. Su corazón de hombre bueno ya no aguantó su evidente injusticia. Cómo no iban a respaldar sus camaradas a un personaje tan preclaro que después de tres décadas se da cuenta de las terribles consecuencias del neoliberalismo. Fueron cerca de treinta años de profunda reflexión y observación de la realidad nacional (y yo creo que internacional también) los que dieron lugar a su valiente propuesta. A pesar de ello, imagino que no faltarán los que van a hablar de oportunismo político y demagogia populista… ¿Ladran Sancho?



Se nota que no conocen a Zaldívar ni a la propia DC. El Partido nació al alero del trabajo social del Padre Hurtado cuyo espíritu empapó antaño a esos jóvenes conservadores. Hoy, en Zaldívar se encarna fielmente el compromiso partidista con eso de «los pobres no pueden esperar… tanto, pero tranquilos porque son pacientes». Entonces, uno no va a ser tan inoportuno de preguntar por el lugar que ocupa en el proyecto y acción del ex pre-precandidato y de su Partido el Humanismo Cristiano y el Socialismo Comunitario. Conocida es la vigencia en la DC (y el conocimiento concienzudo de sus militantes) de Aristóteles, Santo Tomás, Mounier, Maritain, de la Doctrina Social de la Iglesia y del Vaticano II. Por lo que salta a la vista la aplicación de esas ideas en los dos gobiernos de la Concertación que ha encabezado el Partido y en el que actualmente forma parte. Sólo su respeto a la democracia como forma de vida los hizo aceptar a contrapelo las políticas neoliberales de sus socios de la Concertación. De ahí el arduo trabajo de Zaldívar para hacer crecer el voto DC y tener el poder para poner fin a la administración socialista del modelo de la dictadura.



En fin, a un líder lo describen sus obras y su consecuencia. Pero a estas alturas ya no vale la pena llorar sobre la leche derramada. No hay remedio: nos perdimos a Adolfo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias