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Las primarias de la Concertación


Se ha creado un positivo consenso entre los partidos de la Concertación y en sus dos precandidatas en orden a que el mecanismo para elegir a la abanderada presidencial única debe ser una primaria democrática.



Ésta, que ha sido la fórmula positivamente utilizada para elegir a Frei y Lagos, es hoy aún más esencial, entre otras cosas, porque sea Michelle Bachelet que Soledad Alvear han surgido primero como candidatas presidenciales de la ciudadanía y posteriormente de las definiciones de las estructuras partidarias y, por tanto, tienen un compromiso de piel, originario, con la gente que ha confiado en ellas, y este hecho no podría ser desnaturalizado por los partidos eludiendo la posibilidad de que sean los propios ciudadanos que instalaron estos nombres a través de las encuestas los que decidan.



Es decir, estas candidaturas no dependen solo de los partidos y, por tanto, no solo ellos y sus instancias e incluso no solo sus militantes pueden resolver quién será la candidata de la Concertación. Esta es una tarea de todos los chilenos que en estos años se han sentido identificados con los valores y programas de la Concertación como de aquellos que simplemente se sienten atraídos por la credibilidad de las candidatas o que entran hoy a la política asumiendo el compromiso de lo nuevo que ellas representan.



Hay, además, un fuerte sentimiento de participación en la sociedad chilena y es la Concertación la que debe ofrecer este espacio dado que en la derecha no hay posibilidad alguna de que se exprese una competencia presidencial entre sus dos almas. Joaquín Lavín es el candidato designado por la inobjetable hegemonía de la UDI al margen del hecho de que éste ya haya sido derrotado, de que su candidatura no represente ni lo nuevo ni el cambio, de que esté mal situado en las encuestas al punto de que las dos candidatas de la Concertación le ganan ampliamente, y que más bien Lavín sea visto por mucha gente como una figura que hoy no representa una novedad para el electorado nacional.



De allí que las primarias de la Concertación puedan convocar a cientos de miles de chilenos y que su realización de una parte legitime plenamente a quién sea elegida, y con ello resguarde la unidad de la propia Concertación, y, de otra, potencie en el electorado a una figura que ya ha sido votada por un número importante de los chilenos que deberán sufragar en diciembre.
Dado el contenido emblemático que adquieren las primarias, éstas deberían ser semejantes al acto en el cual se vota para elegir al Presidente de la República, es decir, un acto único, democrático, simultáneo en todo el país, abierto a todos los ciudadanos y ciudadanas y cuyo resultado sea conocido esa misma noche.

Por ello, la propuesta de realizar primarias regionales modifica un mecanismo que ha dado óptimos resultados, que ha garantizado transparencia y corrección y genera complejidades, no solo de organización sino también políticas, que pueden crear un clima de enfrentamiento prolongado que lesione la unidad y perjudique el esfuerzo posterior de la convergencia de todos los votos hacia la candidata elegida.



La realización de primarias regionales no simultáneas implica que el acto electoral se realiza en tiempos diversos, que se arrastra por varias semanas, que se conoce el resultado de una región antes de votar en la otra y que no deja un camino de salida honroso a quien perdiendo sucesivamente en varias regiones debe soportar varias derrotas con todo el efecto comunicacional que ello conlleva.



Si es verdad, como ha sido con Frei y con Lagos, que quien esta arriba en las encuestas gana también en las primarias y si hasta ahora Michelle Bachelet triplica en las encuestas a Soledad Alvear -y aún cuando este cuadro se estreche- seguramente la diferencia seguirá siendo de al menos dos a uno, no tiene sentido que quien está abajo en las encuestas cree un mecanismo donde se arriesga a tener no una derrota sino diez, doce o trece derrotas consecutivas. Con efectos, por lo demás, nefastos para los candidatos a senadores y diputados en cada región y distrito y para la propia imagen de un partido que obtuvo un gran resultado en las elecciones municipales pasadas. Esto daña al conjunto de la Concertación ya que necesitamos salir de las primarias con todos sus partidos fortalecidos y no dañados por ella.



No debieran tampoco usarse argumentos demagógicos en orden a que las primarias regionales tienen que ver con el interés de las regiones. Una política de regionalización implica privilegiar inversiones con incentivos concretos -entre otras los casinos de juego en regiones y no en la capital a lo cual tan vehementemente se opuso el ex Intendente Trivelli en su momento- , un royalty minero regional, elección del Presidente del CORE distinto al Intendente, elección universal de los CORE, capacidad de decisión de las políticas de los entes públicos en regiones y otras medidas que van muchísimo más allá de cómo elige su candidata la Concertación.



De allí que el sentido común, que en política es muy importante, debiera indicar un cronograma de debates y encuentros regionales de las candidatas, pero la realización de una primaria nacional única, simultánea, democrática y abierta a todo quien no aparezca inscrito en un partido ajeno a la Concertación y a todos los chilenos independientes que deseen participar.



Probablemente una primaria así reuniría mas del millón trescientas mil personas de la primaria del 99, permitiría que quien resulte electa tenga un consenso ciudadano enorme, que quien es derrotada tenga el prestigio para encabezar la campaña de la abanderada elegida por los chilenos y sería una base enorme para una gran victoria democrática en las elecciones presidenciales de diciembre.



Ni Michelle ni Soledad debieran permitir que este tema se transforme en un conflicto en la Concertación ni tampoco que la designación de la candidata eludiera la realización de primarias ya que si la gente ha decidido que Chile sea gobernado a partir de Marzo del 2006 por una mujer es porque espera, entre otras identidades, estilos y formas de hacer política nuevos, no cupulares sino verdaderamente participativos.



Antonio Leal es sociólogo y diputado del PPD.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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