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La lección de Marco Antonio Solís


Nuestro país ha sido sacudido por la irrupción de un nuevo ídolo, Marco Antonio Solís. Este artista cautiva a las masas en cada una de sus presentaciones y es comentario inevitable en el llamado periodismo de farándula.



Para sorpresa de muchos, este artista parece resumir en su persona una serie de cualidades profundamente latinoamericanas que poseen una honda resonancia en nuestro país. Si alguna vez alguien pensó, ingenuamente, en un «Bye Bye Latinoamérica», Marco Antonio Solís viene a recordarnos que estamos mucho más cerca de nuestros vecinos de lo que algunos creen. De hecho, si bien Chile ha sido una de las últimas plazas en reconocer a este artista, considerado «demasiado popular» o, como suele decirse hoy, «flaite», su última visita indica claramente un éxito rotundo.



Este cantante posee una carrera consolidada y exitosa en toda América, incluyendo, por cierto, a los hispanos de Norteamérica. Su presencia instala en escena el perfil romántico, viril, respetuoso y por momentos cálido y tropical. Por si fuera poco, su cabellera hirsuta y su barba, unido a una voz profunda y aterciopelada, le otorgan un aura mística que ya se quisiera cualquier predicador evangélico. En suma, el personaje es el resumen del «galán latino», «el bueno de la teleserie», ideal folletinesco con el que sueñan millones de mujeres latinoamericanas.



Es así, desde Gardel a Jorge Negrete, desde Sandro al Puma Rodríguez, pasando por Julio Iglesias y otros tantos, nuestra cultura popular se reconoce en el héroe de melodrama, íconos que encarnan ese ideal masculino instalado en el imaginario latinoamericano. Si Chile se creyó, alguna vez, inmune a este síndrome, este artista popular viene a recordarnos que más allá de los malls y de McDonald’s, nuestro medio local se reconoce -todavía- con mucha fuerza en las constantes culturales del resto del continente. No en vano, los tangos y rancheras se escuchan en cada rincón del Chile rural, y en los recovecos de la gran ciudad.



Marco Antonio Solís, como fenómeno mediático y social, bien merece una reflexión que permita relativizar el discurso modernizador en que están empeñados empresarios, políticos y estudiosos del tema. Pareciera que más allá de las ensoñaciones modernizadoras, estamos anclados con fuerza en un imaginario común al resto de Latinoamérica, pues como reza el adagio, aunque la mona se vista de seda…





Alvaro Cuadra. Docente e investigador de la Universidad ARCIS.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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