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Las razones por las que Bush no puede dar lecciones de democracia a Putin


La periodista estrella del New York Times, Maureen Dowd, hizo gala, en una reciente columna de opinión (1), de una lógica corrosiva al ridiculizar las lecciones de democracia y los sermones acerca del Estado de Derecho que el Presidente Bush dio al Premier ruso Vladimir Putin, en Bratislava, al término de su gira por Europa.



En su primer encuentro con el líder ruso en junio de 2001 en Ljubljana, Bush quedó impresionado al contemplar el «alma impregnada de fe cristiana» (Le Monde, 11 de octubre de 2004) de Putin. Tal visión le valió al ex oficial del KGB soviético ser considerado un aliado y amigo del Presidente y, de prenda, el más alto privilegio en la diplomacia estadounidense otorgado a un jefe de Estado: ser invitado a pasar unos días al rancho de los Bush en Crawford, Texas.



Durante algunos años los dos estadistas se hicieron guiños y compartieron objetivos comunes en la llamada «guerra contra el terrorismo». El líder del Kremlin libraba la suya en Chechenia. En tal contexto, Putin no le puso reparos a la instalación de bases militares norteamericanas en ex repúblicas soviéticas de Asia Central. En plena campaña presidencial norteamericana, a fines de 2004, el Jefe de Estado ruso declaró preferir a Bush y desconfiar de John Kerry si éste era elegido presidente.



Pero las cosas cambiaron repentinamente. Una «paz fría» se instaló entre los dos estadistas desde hace algunos meses. Putin y sus hombres se sienten acosados por los EE.UU. Países del ex Pacto de Varsovia actualmente miembros de la OTAN – aún bajo el férreo mando de Washington- y de la Unión Europea, como Polonia se activan para limitar la influencia rusa en la región. Georgia y Ucrania, ex repúblicas soviéticas han seguido los mismos pasos, convirtiéndose en las «democracias» protegidas de la Casa Blanca.



Los próximos objetivos de la «revolución democrática» made in USA, serán Moldavia y Bielorusia. Líderes chechenos enemigos del Kremlin están refugiados en los EE.UU. La decisión de la Corte Europea de Derechos Humanos, que condenó a Moscú el 24 de febrero pasado por los atropellos cometidos por el Ejército Ruso en Chechenia, fue un golpe duro para Putin. Además ya no hay neutralidad de las bases militares norteamericanas sino que éstas presionan en favor de fuerzas autonomistas hostiles a Moscú.



En diciembre pasado, de regreso de Santiago de Chile y de la APEC y en gira por la India, el Premier ruso declaró que Washington «dirigía el mundo de manera dictatorial».



La energía y las armas, el telón de fondo



Leamos debajo del agua. El terreno real de las fricciones entre Moscú y Washington es el control de los recursos energéticos situados bajo la esfera de influencia rusa. El control que el Estado ruso, bajo las riendas de Putin y su círculo, le impuso a Yukos, el megagrupo privado ruso de la energía e hidrocarburos ofuscó de sobremanera al círculo de republicanos petroleros cercanos de Bush y del Vicepresidente Dick Cheney.



El conglomerado Yukos, en manos de Roman Kodorskovski, uno de esos «oligarcas» que se enriquecieron rápidamente en la corrupta era de Boris Yeltsin, había establecido alianzas comerciales y de explotación de los subsuelos del Cáucaso con grupos petroleros norteamericanos vinculados a los republicanos. Sectores oligarcas rusos, opuestos al nacionalismo de Putin lo atacan en el terreno político -en un contexto de descontento social debido al aumento fulgurante de la pobreza- utilizando los medios de información que manejan y empujándolo a fortalecer las alianzas con el dispositivo militar e industrial ruso (nacionalistas) interesados en venderles helicópteros y rifles AK-47 a Venezuela, y tecnología nuclear a Irán.



No se trata de proliferación nuclear como los EE.UU. quieren hacer creer, sino del lucrativo mercado de armamentos convencionales (misiles, aviones) y de transferencias de tecnología. El mismo motivo de desacuerdo existe entre la Unión Europea y los EE.UU. Estos últimos quieren mantener la moratoria de ventas de tecnología militar a China (2), mercado en expansión codiciado por la industria militar francesa.



La pluma mordaz de Maureen Dowd



Ahora volvamos al artículo de Maureen Dowd, en el cual la periodista reseña una serie de casos atentatorios a la ética democrática que revelan los procedimientos del gobierno de George W. Bush. Tales prácticas, habituales según ella, inhabilitan a Bush para darle cátedra en materia de democracia a Putin, considerado por Dowd como un autócrata.



La ideología oficial estadounidense se ufana de ser un modelo de «controles y equilibrios entre poderes» («check and balance») que asegura el funcionamiento democrático óptimo del sistema político.



En un juego de palabras con «check», «controles» y también «cheque», M. Dowd hace alusión al último escándalo que agita a las élites políticas y mediáticas norteamericanas. Cuando Bush habla de «check», se referiría según la columnista del New York Times a los intentos de controlar la información con los pagos en cheques a conocidos «periodistas». Una agencia de relaciones públicas que trabaja para la Casa Blanca reclutaba a «periodistas» para desinformar y hacer propaganda audiovisual en favor de las políticas del gobierno actual. Un monto de 97 millones ha sido utilizado para comprar gente de medios, sostiene M. Dowd en su corrosivo Op Ed del domingo pasado (los artículos de opinión de columnistas que escriben en la página opuesta a las editoriales del New York Times).



«El único equilibrio que le gusta a W. es la información servil, ‘justa y ponderada’, al estilo de Pravda, que ofrece Fox News. El Sr. Bush promete exportar la democracia mientras que sus funcionarios están convirtiendo la Oficina de Prensa de la Casa Blanca en un Acorazado Potemkin», escribe M. Dowd.



Cuando un periodista ruso preguntó a Bush sobre el Patriot Act dejándole entender que en los EE.UU el Estado controla a los ciudadanos, este respondió «Yo vivo en un país transparente». Maureen Dowd ironiza: «Como si las reuniones secretas de Cheney con los lobbystas fueran un modelo de transparencia y como lo fueron las engañosas razones invocadas por los halcones para irse de guerra en Irak».



En el mismo artículo, Maureen Dowd afirma que Condoleeza Rice y Bush cancelaron a última hora una conferencia en la municipalidad de Maguncia, Alemania, para evitar responder preguntas de periodistas y concejales. El Presidente prefirió reunirse con empresarios germanos designados a dedo.



Nueve mil millones de dólares hechos humo



La situación política interna preocupa a la periodista. La mayoría republicana en el Congreso se traduce en la impotencia de la oposición demócrata para investigar escándalos como el de los 9 mil millones de dólares que «desaparecieron» en la reconstrucción de Irak durante Paul Bremer. Los republicanos de Bush tienen más poder que nunca, confirma la periodista del New York Times.



La crítica de la periodista se revela mordaz cuando se hace eco de las denuncias que organismos de defensa de las libertades civiles y de DDHH han estado haciendo públicas en los EE.UU. Ciudadanos residentes norteamericanos, canadienses y de otros Estados han sido detenidos en suelo estadounidense y de ahí enviados a países aliados para ser sometidos a la tortura. «El Sr.Bush tiene techo de vidrio -afirma Maureen Dowd-, su gobierno quiere presentarse como un modelo de protección de las libertades pero no ha hecho más que pisotear las libertades civiles en nombre de la guerra contra el terrorismo. Este gobierno ha contratado los servicios de ‘bastiones de la democracia’ como Siria, Arabia Saudita y Egipto para torturar prisioneros».



«El Presidente ama la democracia siempre que ésta le sea útil y le dé la razón» es la frase que cierra su artículo.



Maquiavelo (1459-1527) trató de explicar a los ciudadanos de su Florencia natal que tenían que desconfiar de los príncipes si querían conservar sus libertades republicanas. Al escribir El Principe (1515), trató de demostrarnos (con un maquiavélico doble propósito) que en los discursos políticos no hay que dejarse seducir por los llamados a la moral y a la ética democrática, sino leer entre líneas la fluidez del poder, las relaciones de fuerza, sus razones y los oscuros intereses. Una de las virtudes cívicas que tendrán que aprender los ciudadanos modernos (a partir del XVI) es saber distinguir entre los políticos que manipulan y los que argumentan (3).



Es la invitación que nos lanza Maureen Dowd.



El conocido politólogo francés Pierre Hassner declaró, analizando la gira de la comitiva norteamericana: «Cambiaron la retórica pero siguen tan agresivos y a la ofensiva como antes» (4). El 26 de febrero, ya de regreso Bush en Norteamérica, una encuesta revelaba que un 80% de franceses estaba en desacuerdo con los métodos norteamericanos de «exportación de la democracia», que la mayoría de los ciudadanos alemanes le tenía más confianza a Putin que a Bush y que un 79% le piden al Canciller Gerhard Schroí«der, que defina una política independiente de los EE.UU.



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(1) W.’s Stiletto Democracy, The New York Times, por Maureen Dowd, 27 de febrero de 2005.



(2) Los EE.UU pretenden que el acceso de China a las nuevas tecnologías de armamentos europeas cambiaría a favor de esta última las correlaciones de fuerzas con Taiwán.



(3) Los primeros en comprenderlo fueron los sofistas griegos. De ellos, el mejor, el adversario filosófico de Platón, el excepcional Protágoras.



(4)Libération, Entrevista por Véronique Soule, 23 de febrero de 2005.



*El autor es profesor del Departamento de Filosofía del Collčge de Limoilou, Québec, Canadá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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