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Hasta siempre Súper Gladys


La izquierda está de luto. Nuestro país llora. A los 63 años se ha ido un símbolo de la consecuencia y lucha. Ha partido quien conociéramos como Gladys Marín, compañera Gladys, o «La Gladys». Para mí, simplemente «Súper Gladys».



Tuve el orgullo de conocerla y trabajar con ella en la campaña del diputado Encina el 2001. No sólo era una mujer llena de fuerza e ideales, sino que era una mujer muy simpática, muy agradable, con mucho sentido del humor. Nos demostraba que se puede hacer política sin maquillajes, con simpleza. Que podemos endurecernos sin perder la ternura.



Cuando la política está recargada de cosas pequeñas y mediáticas, de luchas por cupos y cuotas internas, Gladys Marín nos recuerda que se está en política por cosas más profundas. Que nuestra lucha no es por un cargo, sino por nuestras ideas. Nos recuerda cosas tan simples, pero tan olvidadas por muchos, como dejar de lado la hipocresía, las apariencias, actuar como creamos correcto, decir lo que se piensa, pensar lo que se dice.



Ella tuvo la fuerza de poner la primera querella en contra de Pinochet cuando muchos se reían y lo veían como un simple saludo a la bandera. Hoy, cuando los generales desfilan por tribunales y hasta los dirigentes de la Alianza son requeridos por la justicia por sus responsabilidades penales en los crímenes de la dictadura, el tiempo le da la razón a Gladys y nos recuerda que no hay partido perdido antes de entrar a la cancha.



Sin planes previos, sin las tan bulladas estrategias comunicacionales y de marketing, esta mujer se convirtió en un ejemplo nacional trascendiendo a su partido su nombre se ha transformado en un emblema de chile.



Gladys se multiplicará por nuestro país. Así, hace un tiempo conocí a una luchadora mujer de un «comité pro casa», que día a día se la jugaba a concho para que sus hijos tuvieran un lugar donde vivir. Por su espíritu de lucha los vecinos la habían bautizado como «La Gladys Marín». Sin duda, su nombre retumbara en cada mujer luchadora de nuestro país.



Una lágrima nacional corre de Arica a Punta Arenas. En palabras de Violeta, «Chile tiene una pena». Será difícil imaginarse la política nacional sin Gladys Marín. Pero ha muerto para pasar a la inmortalidad del recuerdo. Hoy, Gladys está sentada junto con su amigo Allende, a su esposo, y sus compañeros caídos, mirando con la cara llena de sonrisa el cariño de todo un país, de la Patria que tanto amó. Mientras tanto, humildemente desde acá sólo nos cabe entregarle un clavel rojo y decirle con fuerza y emoción «Hasta siempre Gladys»



Daniel Manouchehri (daniel_manouchehri@yahoo.es) es vicepresidente nacional de la Juventud Socialista y estudiante de Derecho de la Universidad Diego Portales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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