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Políticamente incorrecto


Ahora que Chile se aproxima a un proceso eleccionario es bueno poner en el tapete los «grandes temas», aquellos, precisamente, que no van a estar en la agenda de los candidatos, aquellos de los que hablar no es políticamente correcto.



Han transcurrido ya más de quince años desde el «retorno a la democracia» y, la verdad sea dicha, vivimos la sensación de estar en una democracia puramente electoral que nos ha escamoteado muchos, casi todos, los anhelos de una generación. Para quienes votamos por el NO y luego apoyamos a los representantes de la Concertación soñábamos con un país en se hiciera justicia, llevando a los tribunales a civiles y uniformados involucrados en las felonías de la dictadura. Soñábamos con un país más justo para todos en que los débiles y los pobres encontraran un lugar de dignidad en nuestra sociedad. Soñábamos, en fin, con gobiernos que podrían meter las patas, pero jamás las manos.



La Concertación, digámoslo con ruda franqueza, no ha estado a la altura de aquella promesa: se tiene la sensación de haber cambiado a una patota de criminales por una patota de sinvergüenzas. Uno a uno se han ido derrumbando nuestros sueños y a cambio se nos propone un discurso presuntamente neutro y tecnocrático que posterga infinitamente los sueños, anhelos y utopías de aquellos años. Se ha privilegiado a los sectores empresariales como motores del «desarrollo», se mantiene la impunidad de los protagonistas de crímenes horrendos y los mismos personeros concertacionistas no están exentos de oportunismo, codicia y malas prácticas políticas. No se necesita ideología ni militancia alguna, sólo un poco de decencia para advertir que al margen han quedado los ancianos y jubilados, los trabajadores asalariados de la salud, de la educación, los estudiantes universitarios pobres, es decir, la mayoría de los chilenos.



Hoy las cúpulas de partidos quieren maquillar tanto desatino detrás del rostro femenino, Alvear o Bachelet. Hoy se nos pretende hacer creer que ahora sí, que la próxima vez todo será distinto y mejor. Las plantillas de políticos profesionales de cada partido de derecha, de centro y de «izquierdas» vuelven sobre el maloliente caldo de cuarto enjuague a vender más de lo mismo. Se nos promete esta vez un país globalizado cuando habitamos una república con minúscula, muy escasa en igualdad para sus ciudadanos y de una imagen más que ambigua en el concierto internacional.



Una vez que pase el ruido mediático y farandulero de las próximas elecciones, pane et circus, una vez que cada cual vuelva a su rutina, ya no se volverá a hablar de los grandes temas, ya nadie recordará que el 20 por ciento más rico concentra el 60 por ciento del PIB. Nadie va a recordar que alguna vez hubo chilenos que soñaron algo distinto de aquello que hoy están construyendo los dueños de Chile.





*Alvaro Cuadra es docente e investigador de la Universidad ARCIS.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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