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Desmentido de ultratumba

«…en vida fui un hombre déspota, autoritario y abusivo, bueno para la farra, egoísta, machista e incluso un poquito pendenciero. Pero jamás robé nada ni me quede con los vueltos. Al contrario de otro fulanito al que no voy a nombrar, a pesar de que él me mencionaba demasiado a menudo y a propósito de cualquier cosa».


Recientemente he tenido fugaz y casual conocimiento de un curioso documento manuscrito, garrapateado aparentemente con tinta sobre un papel de antigua data. Afortunadamente tomé la precaución de transcribirlo hasta donde pude, justo antes que el añoso papel de deshiciera entre mis manos. Ello me permite ofrecer a los lectores conocimiento sobre su peculiar contenido. Dejo establecido que no me consta su autenticidad, ni la veracidad de nada de que allí se afirma. Hasta donde se podía entender de la enredada caligrafía, y en un tono que asemeja a un comunicado de prensa, el documento decía más o menos lo siguiente:



«Ante versiones tendenciosas, desorbitadas, malintencionadas y acaso calumniosas, que circulan profusamente en torno al supuesto contenido del documento que fuera encontrado en una de las manos de mi cadáver momificado, el que como se sabe fue recientemente descubierto en los subterráneos de la Catedral Metropolitana, me he visto en la obligación de salir de mi forzado mutismo para puntualizar ante la opinión pública lo siguiente:



1.- No es efectivo que el número 1837, que es lo único legible que quedó del papel antes de que se hiciera añicos por obra y gracia de los entusiastas profanadores de mi descanso, corresponda a una cuenta secreta de mi propiedad, la cual mantendría hasta los días de hoy a buen recaudo de mis acreedores en el Banco Riggs o en alguna otra prestigiosa entidad bancaria de la plaza. Como a mis biógrafos les consta y pueden incluso corroborarlo los más distinguidos historiadores (incluido ese tal Villalobos), en vida fui un hombre déspota, autoritario y abusivo, bueno para la farra, egoísta, machista e incluso un poquito pendenciero. Pero jamás robé nada ni me quede con los vueltos. Al contrario de otro fulanito al que no voy a nombrar, a pesar de que él me mencionaba demasiado a menudo y a propósito de cualquier cosa.



2.- Es igualmente falso, de falsedad absoluta, que el documento de marras corresponda al borrador del acta fundacional del partido (el texto es en esta parte es ilegible, pero pareciera que dice la palabra MAPU). Es bien sabido que mientras pertenecí al mundo de los vivos (biológicamente hablando), ejercí altas responsabilidades de Estado, con exclusión de la Presidencia de la República, magistratura que siempre rechacé ejercer, principalmente porque no me hacía falta. También se sabe que desde aquellas altas posiciones me complacía de poder mandar a los que mandaban y de controlar lo que graciosamente yo mismo solía denominar «el principal resorte de la máquina». No obstante lo anterior, ello no puede ser óbice para se me quieran imputar responsabilidades intelectuales en la conformación de la aludida organización política, en la cual no he participado, no participo ni me propongo participar, ni muerto.



3.- Desmiento categóricamente que el documento en comento corresponda a la transcripción taquigráfica de una entrevista que yo habría presuntamente concedido desde el más allá a la muy perspicaz periodista doña Consuelo Saavedra, en la cual yo habría deslizado, de manera oblicua aunque claramente deducible, mi preferencia por alguna de las precandidatas presidenciales de la Concertación (la rubia) en perjuicio de la otra. Este infundio, que por demás habría significado un auténtico salvavidas de plomo para la presuntamente favorecida, y que rechazo de plano y del modo más enérgico, sería según sus inventores la razón por la cual el papel a que me refiero se habría deshecho inexplicablemente, mas o menos como si se tratara de una instrucción a un agente de la fenecida serie televisiva «Misión Imposible».



4.- Tampoco es efectivo que el susodicho documento haya correspondido a una carta por cuyo intermedio yo habría aceptado, previa consulta con Jaime, la invitación que se me habría cursado de parte de los mandamases de la Alianza por Chile para inscribir mi nombre en un proceso de primarias para elegir al candidato presidencial de dicho referente político, en vista y consideración de la situación por todos conocida y sobre la cual no conviene abundar ni entrar en enojosos detalles. He reflexionado sobre este asunto y he concluido que, por ejemplo, es suficientemente extraño y paradójico que un partido que se denomina Renovación Nacional tenga como líder a un señor octogenario. Pero que se quiera recurrir a un hombre como yo, que nació hace casi 180 años, y más encima está muerto y enterrado, me parece francamente un exceso.



5.- De la misma manera, declaro solemnemente que dicho papel no contenía, como maliciosamente se ha tratado de insinuar, los planos originales del puente Loncomilla, así como tampoco los nombres y localizaciones de los otros cinco puentes que tienen problemas.


6.- Declaro desconocer completamente, razón por la cual tampoco el papel se refiere a este asunto, los nombres de las universidades y de las carreras de pre grado y post grado que fueron rechazadas en su trámite de acreditación. Por lo cual lamento informar a los alumnos allí matriculados que deberán buscar la información en otra parte, si acaso no quieren encontrarse con una ingrata sorpresa al final de sus estudios.



6.- Tampoco es efectivo que el documento contenga una carta de adhesión póstuma a la petición que un grupo de senadores de derecha firmaran hace unos pocos años para demandar enérgicamente el fin de la injusta persecución a la Colonia Dignidad y a su líder permanente el señor Paul Schaefer.



7.- Finalmente, por causa de la rabia negra que me han provocado todos estos infundados rumores, notifico a todos los interesados y otros curiosos, que no tengo ninguna intención de revelar el auténtico contenido del famoso documento.



Dios Guarde a Usía



(Hay una firma ilegible)





Carlos Parker Almonacid es cientista político.






  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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