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Aichi 2005: la promesa de una dudosa contrarrevolución industrial


La primera Exposición Universal del siglo XXI, la Expo Aichi 2005, situada a unos 300 kilómetros al suroeste de Tokio, se ha abierto al público con varios alardes de poder de la técnica japonesa, que parece no conocer límites. Permanecerá abierta hasta el 25 de septiembre y se espera que atraiga a unos 15 millones de visitantes.



Androides danzantes, robots obreros al mejor estilo de las novelas de ciencia-ficción de Asimov, o deliberantes, como en una cinta de Kubrick, autobuses ecológicos conducidos por choferes automáticos que dejan a nuestras «micros» como ilustraciones pintorescas de una era prehistórica, trenes que viajan levitados por magnetismo, y un sinfín de avances en técnicas de generación y conservación de energía limpia son las joyas de esta feria universal inaugurada en la capital mundial de la tecnología inteligente.



El lema de la muestra, La sabiduría de la Naturaleza, será sometido a una prueba de fuego en las primeras décadas del presente siglo: ¿Podrán las naciones industrializadas, y las que aspiran a serlo, continuar desarrollándose sin destruir los ya menguados recursos más básicos del Planeta?



La apuesta de la industria japonesa y mundial es una tautológica fuga por delante de inciertos resultados: emplear la técnica para solucionar los daños colaterales de la aplicación de la técnica que se vienen produciendo desde que Watts inventara el motor de vapor, es decir, una suerte de contrarrevolución industrial.



En su discurso inaugural, el presidente de la Oficina Internacional de Exposiciones (BIE), Wu Jianmin, resumió el punto de inflexión en que se encuentra el desarrollo técnológico al declarar que hace 154 años el espíritu que animó la primera feria universal estaba impregnado de la idea moderna de dominar y transformar la Naturaleza. «Es hora de revertir esa idea y empezar a respetar la sabiduría de la Naturaleza», dijo Jianmin.



Ni iceberg ni pisco sour



Los grandes ausentes sudamericanos son Brasil y Chile, que no están representados en la feria. En el caso brasileño, no obstante, este país tiene montada una exposición permanente de lo que debería ser la hermandad entre desarrollo y ecología en la ciudad de Curitiba, en el estado de Paraná, acaso un ejemplo a seguir de administración creativa y eficiente de los recursos municipales.



Pese a la invitación a participar cursada por el primer ministro japonés Junichiro Koizumi al presidente Ricardo Lagos en la Cumbre bilateral sostenida en Tokio en febrero del 2003, Chile prefirió mantenerse al margen aduciendo problemas presupuestarios.



Es posible que el Gobierno de Santiago haya preferido ser cabeza de ratón y haber puesto todos sus recursos materiales en organizar la APEC, a finales del año pasado, en lugar de ser la cola de león de una feria universal cuyo tema es el desarrollo sostenible.



Aun así, el caso chileno resulta paradójico. La economía más abierta y dinámica de Sudamérica, ejemplo mundial de gestión en muchos ámbitos, no tiene mucho que mostrar en las materias que trata la feria, salvo que se nos ocurra subcontratar a Douglas Tompkins para que nos organice un pabellón que exponga el esfuerzo conservacionista de su fundación, esta vez sin punta de iceberg.



En este sentido, y como lo demuestran la crisis energética chilena y los destacados puestos que Chile ha alcanzado en la tabla de naciones que gestionan deficiente o criminalmente sus ecosistemas, no basta ya con tener un proyecto desarrollista; éste, además, debe hacerse cargo del impacto ambiental. No hacerlo, implica que más temprano que tarde, el descuido de las normativas medioambientales mínimas puede ser tildado como competencia desleal por los mercados destino.



Metamorfosis de la industria japonesa



El caso japonés es emblema de las nuevas tendencias. La Expo se celebra a pocos kilómetros de la ciudad-fábrica de Toyota -una especie de Detroit oriental-, la cuna del célebre grupo automotriz japonés. La vieja guardia industrial nipona se viene sometiendo a sí misma a una metamórfosis de grandes proporciones y de largo alcance.



Son precisamente empresas como Toyota, Honda y Mitsubishi las que están desarrollando productos enmarcados en esquemas novedosos de generación y consumo de energía que quizás las pongan nuevamente a la vanguardia mundial del transporte cuando la decadencia del modelo basado en el empleo de hidrocarburos se haga notar aún más en la economía global.



Numerosos pabellones corporativos japoneses emplean energías limpias. El de Toyota, por ejemplo, se nutre de la electricidad generada por un molino de viento gigantesco instalado en la vecina ciudad de Tahara.



Asimismo, hay iniciativas gubernamentales japonesas respaldadas por el sector energético del país, que aún es controlado por el Estado, que intentan desarrollar plantas de generación de electricidad basadas en la utilización de tecnología alternativa.



La ventaja de Japón con respecto a otras naciones desarrolladas es que ha añadido al antiguo dirigismo estatal nuevos mecanismos de consulta y concertación con distintas organizaciones, desde instituciones educativas y de investigación, hasta la industria privada y nacional, lo cual le permite abordar eficientemente grandes tareas socioeconómicas en el mediano plazo. Es un esquema mucho más parecido al europeo continental que al estadounidense.



En este sentido, los dos pabellones de la japonesa Organización para el Desarrollo de Nueva Energía y Tecnología Industrial (NEDO), un organismo público creado en 1980 que coordina una decena de instituciones y sectores, demuestran el alcance de la aplicación de estas nuevas técnicas.



NEDO construyó una planta destinada a divulgar sus actividades que, de paso, procesa los diversos desperdicios de la feria, aprovecha su biomasa para la generación de electricidad, recicla material biodegradable y capta energía solar con el fin de proveer a varios recintos de la muestra, incluido el pabellón nacional de Japón.



Lo curioso es que son las mismas eléctricas y empresas de gas japonesas las que invierten en fuentes alternativas, respondiendo así al llamamiento del Gobierno central.



El varapalo ecologista



Sin embargo, el dirigismo y forja de consenso japoneses han recibido un reprobado por parte de importantes organizaciones ecologistas vernáculas, tales como la WWF Japón, la Sociedad para la Conservación de la Naturaleza y la Sociedad para las Aves Silvestres, y otras asociaciones de residentes de la zona, las cuales accedieron a la construcción del recinto ferial siempre y cuando todas las partes estudiaran conjuntamente los resultados de los informes de impacto ambiental.



Las instalaciones de la feria se construyeron en una zona de bosque denominada Kaisho y, aunque los organizadores adecuaron el recinto a la topografía del terreno, minimizando la tala de árboles y la transformación del suelo y sus recurs hidrológicos, los organismos ecologistas creen que han sido marginados de los informes finales y han boicoteado un simposio sobre temas de este sector que está programado realizar en el marco de las actividades de la Expo.



Los organizadores, en tanto, han señalado que es la primera vez en la historia de un evento de esta magnitud que se ha consultado a tantas y tan variopintas asociaciones ecologistas y ciudadanas. De hecho, las ONG ecologistas ocupan un espacio destacado en la muestra y tienen un nutrido programa de actividades.



El pulso se mantiene y dificilmente se llegue a una solución que satisfaga a todas las partes involucradas. Mientras la industria y los gobiernos optan por el futurismo y la contrarrevolución industrial por la paradójica vía de las nuevas tecnologías, los grupos ecologistas recalcan que la mejor política es siempre el conservacionismo y la prudencia.



La energía nuclear da la espalda a la Expo



Sobre este punto cabe mencionar que en su reciente visita a Tokio, con la Expo de Aichi como telón de fondo, el presidente francés Jacques Chirac se reunió con el primer ministro Junichiro Koizumi para disputarse la sede -si Francia o Japón- del Reactor Termonuclear Experimental Internacional (ITER), que funcionará, como si de la combustión del Sol se tratase, por fusión de núcleos de hidrógeno, una fuente prácticamente inagotable de energía. Sus propulsores aseguran que su impacto ambiental es «controlable».



El proyecto ITER de «plasma estelar» costará unos 10 mil millones de euros y podría extenderse por 50 años. Las organizaciones del ecologismo mundial preferirían invertir esas cifras astronómicas de dinero en fuentes de energía menos peligrosas y racionalizar el consumo y distribución de electricidad de potencias emergentes como China e India, amén de hacer lo propio con los países desarrollados.



Los ecologistas, por lo pronto, tendrán que redoblar esfuerzos. La Unión Europea ya ha señalado que el proyecto ITER se desarrollará en la localidad francesa de Cadarache con o sin el apoyo de Japón y sus aliados, Estados Unidos y Corea del Sur, que han amenazado con retirarse en bloque si sus aspiraciones no son atendidas por Europa.



Y es que la fuga por delante, de la que la Expo Universal de Aichi es perfecto ejemplar, acapara la imaginación científica, técnica e industrial y la inversión fiscal y privada, lo cual tiene efectos económicos multiplicadores en economías inmersas en un esquema de competencia al hueso, por separado o por zonas. ¿Llegará a buen puerto la contrarrevolución industrial o se trata de otro eslogan del desarrollismo darwinista que desactivará en la práctica cualquier protocolo de Kioto?





Arturo Escandón es periodista y profesor universitario. Autor de la monografía Censura y liberalismo en Chile a partir de 1990, Centro de Estudios Latinoamericanos, Universidad Nanzan. Reside en Osaka, Japón.




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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